Sabemos que para delinear una exitosa estrategia se requiere un proceso de planificación que implica acciones, metas y objetivos. En estos 20 años de combate contra el comunismo mafioso que ha permitido la pérdida de nuestra sagrada soberanía y el libre negocio del narcotráfico, hemos desarrollado y compartido buenas estrategias, pero se ha quebrado el liderazgo, y lo admitimos con dolor, en los momentos decisivos.
Tenemos que, con miras a superar los escollos y alcanzar el objetivo de la libertad, señalar las fallas del liderazgo que ha sucumbido ante las maniobrillas y manipulación de la corporación criminal, y en consecuencia provocado que la presión social magnífica se desinfle, frustre y caiga aletargada en el día a día de arrastrar una existencia con arreglo a los acordes del poder que manipula con el hambre como factor de dominación para mantener al régimen en el poder.
Tomemos en cuenta que la corporación criminal destruyó las instituciones a las cuales solíamos acudir para dirimir civilizadamente y con apego al Estado de Derecho, las diferentes contradicciones que se presentan en una sociedad democrática.
Cierto liderazgo democrático carece de grandeza y firmeza ante las imposiciones de un régimen que ha decidido no entregar el poder y conservarlo por la fuerza. Con las instituciones demolidas y el tejido social roto, es difícil ser libre de alguna complicidad con los bandidos asidos al mando, que se han robado mil millones de dólares y esto ha permeado aguas abajo. Sin querer se ha convertido en compañeros de viaje del totalitarismo depredador, y no pocas veces ha compartido discurso y promesas.
Se han fijado estrategias buenas que han sido compartidas y apoyadas por la sociedad democrática, pero el liderazgo a cuyo cargo se ha confiado las decisiones en los momentos estelares, ha carecido de la capacidad, la constancia y entereza moral para mantener la mano firme en el timón.
Frente a ese fallido liderazgo se presenta un liderazgo auténtico, con representatividad también, ante la situación excepcional que estamos viviendo. Un liderazgo que apuesta y se la juega todo por la recuperación moral del país; desafiante y valiente con arreglo al poder liberador de la verdad y del ejercicio de los valores fundamentales.
El coraje es un componente esencial de la virtud política y de aquí se genera la enorme capacidad transformadora necesaria para producir el quiebre y cambio total de sistema. Derrotemos la atmósfera de ficción, temor y mentira en la que se sustenta el totalitarismo.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!