Cuando busca un escape de la aplastante realidad de una Venezuela en crisis, Carmen Gómez encuentra consuelo al recibir guacamayas azules y doradas que llegan cada mañana al techo de su edificio en Caracas.
Gómez, una terapeuta de medicina alternativa de 49 años, sentada en el piso de la azotea de su edificio de 11 pisos prepara una pequeña lata llena de semillas de girasol y una bandeja con bananos y mangos para alimentar a sus hambrientas visitantes diariamente.
Dos de las aves de plumas azules y amarillas llegan con los primeros rayos del sol a la azotea, y una de ellas se posa sobre la cabeza de Gómez, baja por su hombro izquierdo hasta su brazo y come de su mano algunas semillas.
“Esta decidió que ella es mía, o más bien que soy de ella”, dijo Gómez, quien dice que reconoce al ave debido a una marca en su pico, imperturbable por las garras de las guacamayas en su pelo. Las guacamayas “bajan la presión, de verdad todo, el stress, te llevan a ese momento de calma”, agregó.
Desde hace años, las guacamayas de Caracas se han convertido en un mecanismo para escapar de la rutina diaria de encontrar agua potable, luchar con el colapso de internet y evitar la criminalidad que asola las calles, entre otros problemas.
El simple contacto con la gente cada vez más amigable con las guacamayas, algunas de las cuales están amenazadas por el tráfico de animales, se ha convertido en una alternativa a las costosas salidas al cine o viajes a la playa, que solían ayudar a las personas a relajarse.
No hay estudios ni sobre cuándo llegaron a Caracas las guacamayas, oriundas de zonas selváticas del sur del país, o cuántas habitan actualmente en la capital venezolana, dijo la bióloga María González, quien las estudia desde el 2007.
El último censo de guacamayas data del 2015 y daba cuenta que en Caracas habitaban entre 200 a 300 ejemplares de la guacamaya azul y amarillo, agregó González, profesora del Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad Simón Bolívar.
Para estos animales “Caracas es perfecta porque tiene un montón de árboles, es muy verde, tiene muchos árboles frutales y eso les da comida. Tampoco hay depredadores para las guacamayas, entonces si nadie te come y hay mucha comida suena como un paraíso, suena perfecto”, dijo.
Las guacamayas pueden vivir más de 50 años, pero la crisis económica las ha golpeado porque las personas a veces les ofrecen alimentos que no pueden digerir.
En algunos de los “comederos” improvisados en balcones, patios o azoteas, las personas alimentan a las guacamayas con trozos de pan o arroz sobrante e incluso con leche líquida, dijo Alberto Blanco, director de la revista trimestral digital Explora, dedicada a la divulgación de la biodiversidad y geografía venezolana.
Vitorio Poggi, de 75 años, ha alimentado guacamayas durante décadas después de convertirse en un fanático de esas aves porque una lo seguía mientras montaba su moto en los años setenta.
“Me gustan la forma de volar (…) además vuelan en parejas. Es un espectáculo, solo por los colores”, dijo Poggi en una entrevista en su casa a las afueras de Caracas donde actualmente alimenta alrededor de 20 de ellas dos veces al día. “Creo que se han convertido en los terapeutas de Caracas”, señaló.
Reuters