Fastos y nefastos | El tiempo se acorta, por José Luis Farías

Fastos y nefastos | El tiempo se acorta, por José Luis Farías

José Luis Farías @FariasJoseLuis

La acentuación de la tragedia nacional demanda una solución poniendo el acento en precisar al responsable principal de la misma y dando el respaldo a quien encarna la alternativa para superarla.

¿Maduro es el problema?

Así lo cree la mayoría de los venezolanos de todos los signos políticos, económicos, sociales, religiosos y culturales. 87,7% según la última encuesta de IVAD.





Al igual que en cualquier sociedad en condiciones de severo y generalizado empobrecimiento producto de la crisis económica, la culpa recae en quien ostenta el poder. En este caso, en quien lo usurpa.

La razón de esa culpa es obvia. Maduro es el principal responsable de la inestabilidad económica, el alto costo de la vida, el desabastecimiento y la escasez de alimentos y medicinas, el profundo deterioro en los servicios públicos, la escasez de gasolina y el desempleo.

A Maduro se debe la diáspora de cientos de miles de familias, ha lanzado como parias a nuestros hijos por el mundo, ha desarraigado a más de cinco millones de venezolanos.

La gente común y corriente identifica a Maduro como el causante absoluto de su tragedia. Es también la visión de los empresarios, incluidos quienes todavía medran sobre los escasos recursos del tesoro público en condición de “enchufados”.

Es la opinión de los medios de comunicación, así muchos se autocensuren, incluido Gorrín y compañía.

Las Iglesias, sin excepción, coinciden con esa apreciación. Unas más zumbadas que otras en su enfrentamiento frontal a la dictadura pero todas coinciden que Maduro es el gran problema del país. No es una exageración decir que el repudio es ecuménico.

El sentimiento general de la FAN institucional es contra Maduro. Todos lo condenan. Así griten “leales siempre traidores nunca”. Parece mentira pero el rechazo a Maduro también está en los generales que se lucran de la explotación del oro, los diamantes y el coltan. En los jefes de Redi y los Zodi que contrabandean gasolina. En los uniformados que negocian con las CLAP. En el “cartel de los soles”. En los que matraquean en las alcabalas. Todos abominan de él. El mismo Padrino se siente incómodo a su lado.

Las policías tampoco esconden su repudio a Maduro. Lo saben el gran culpable. Así lo piensan desde los policías que actúan a conciencia y respetan sus funciones hasta quienes usan el poder de su uniforme para robar y maltratar ciudadanos. Incluidos los que ocultan sus rostros con pasamontañas para asesinar y robar. Nadie lo quiere.

Se sabe del repudio a Maduro de los miembros de la constituyente cubana. Lo desprecian. Diosdado es el primero. En el llamado poder moral. En el CNE. Algo igual sucede con los miembros del TSJ. El propio Maikel tiene agenda propia.

Alrededor de sesenta gobiernos de los principales países del mundo ven a Maduro como la causa de los males. El Informe de la Alta Comisionada para los DDHH, Michelle Bachelet, deja claro su condición de violador de derechos humanos.

Es también lo que piensa el propio entorno de Maduro. Su núcleo familiar. Los hijos de la primera combatiente. Los narcosobrinos. La pandilla de los siete. Los miembros del alto mando militar.

Maduro convoca el repudio general. Maduro induce el asco colectivo.

Si Maduro es el problema, ¿Guaidó es la solución?

Su popularidad así parece indicarlo. Guaidó es actualmente el líder indiscutible de Venezuela.

Es muy alto el reconocimiento positivo de la gestión de Guaidó como Presidente de la Asamblea Nacional (61.3% de la población venezolana, según IVAD). Con un rechazo muy bajo y al menos el 49,5% de los venezolanos está dispuesto a votar por él en caso de elecciones presidenciales.

Los indicadores de opinión pública a favor de Guaidó se han mantenido pese a los persistentes alaridos interesados de que “va en picada” por haber descendido unos 5 o 6 puntos de los que había alcanzado durante los días siguientes al 23 de enero cuando decidió asumir la Presidencia encargada de la República conforme a los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución.

Por lo demás, no es esa disminución lo que llama la atención del “fenómeno Guaidó”, pues esos descensos son completamente normales en cualquier fenómeno político luego de pasados los días de la efervescencia inicial, lo que destaca es cómo se mantiene como líder sin rival alguno. He ahí lo significativo.

La gente sigue pensando mayoritariamente que Guaidó resultara triunfante en el enfrentamiento político contra Maduro, de eso modo lo ve el 51,2% de los venezolanos, 29.5% señala a Nicolás Maduro y un 19.3% no se manifestó al respecto.

El origen de la confianza en Guaidó tiene varios elementos que la explican.

Primero que nada, el coraje demostrado, Guaidó se amarró los pantalones desde un primer momento y no ha dado señales de quebrarse, pese a los que ven “miedo” en su ida a Oslo. La gente demanda valentía y él la ha demostrado.

Segundo, su juventud y la sencillez de su comunicación le han conectado exitosamente con los ciudadanos también de todo los sectores políticos, económicos, sociales, religiosos y culturales.

La propuesta de una ruta: cese de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres, es un tercer elemento, mantenido con coherencia con los ajustes necesarios.

Aunque con altos y bajos, la Unidad concitada por su política es un cuarto factor del liderazgo de Guaidó. El esfuerzo de la dictadura por dividirnos no ha tenido éxito

Quinto, y no por tal menos importante que los anteriores, el inmenso reconocimiento y apoyo internacional. Un proceso sin antecedentes que la dado una inmensa fortaleza.

Sin duda, soplan vientos de cambio. Cada vez más fuertes. El escenario internacional pesa una enormidad a favor del mismo. Nos toca a los venezolanos, en especial a los caraqueños, poner la parte que nos corresponde para acelerar el cese de la usurpación.

Y por su parte, corresponde a Juan Guaidó la conducción acertada de ese proceso. Sabemos que siempre hay riesgos que mueven al yerro, pero no hay justificación para el mismo. Guaidó está obligado a triunfar. El tiempo se acorta …, para unos y otros.