El domingo pasado se celebró el Día Internacional de la Democracia establecido por la ONU en 2007. Tristemente, no hay mucho que celebrar. Ni en Venezuela, ni en otros países que empiezan a caer en manos del populismo.
¿Cómo mueren las democracias? es el nombre del ensayo de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt que aborda el asesinato lento y subrepticio que sufrió el sistema democrático en varios países desde Venezuela a Filipinas, pasando por Rusia, Polonia, Georgia, Hungría, Nicaragua, Perú, Turquía y Ucrania, entre otros.
Durante más de veinte años, los investigadores analizaron y describieron las nuevas formas en que las democracias son asesinadas. No mueren solas, detrás de su desaparición hay responsables.
Sin embargo, las democracias ya no caen en golpes sangrientos como el de Pinochet en Chile, sino a través de procesos que van erosionando poco a poco las instituciones, las constituciones, el sistema judicial y la prensa.
El asesinato de las democracias se enmascara con reformas judiciales necesarias para enfrentar, entre otros temas, a la corrupción – legítima aspiración de muchos – que son utilizadas para todo lo contrario. Se establecen así tribunales y jueces convertidos en sicarios de las libertades.
La prensa es atacada por todos los flancos: retirada de publicidad oficial, suspensión y no renovación de licencias, restricciones en la importación de insumos y tecnología, bloqueos de internet, presiones fiscales, demandas y juicios ilegales, persecución y agresión a periodistas y dueños y, por último, la compra de medios a través de testaferros. De esto tenemos muchos y dolorosos casos en Venezuela.
Las instituciones democráticas no tienen la fuerza necesaria para enfrentar los ataques de populistas respaldados por los votos de una población fatigada por los fracasos de la democracia, que aspira a ser escuchada por los gobernantes y que éstos actúen con transparencia, dando respuesta eficaz a sus urgentes demandas.
La ironía es que los líderes populistas, autoritarios, llegan al poder gracias a la democracia que luego destruyen para ya nunca mas abandonar las posiciones alcanzadas en base a la mentira y la manipulación.
La democracia debe defenderse aceptando que hay que mejorar muchos aspectos justamente criticados y abocarse a recuperar legitimidad y credibilidad, fortalecer las instituciones, aumentar la participación ciudadana, asegurar la plena vigencia del Estado de derecho y enfrentar la corrupción minimizando la impunidad. Igualmente, urge reformar a los partidos políticos, con énfasis en asegurar un financiamiento transparente de sus actividades.
En Venezuela, no hay democracia. Algunos políticos, entre los cuales me encuentro, subestimamos la capacidad destructiva del neo-caudillismo populista y militarista de Hugo Chávez, y al mismo tiempo, sobreestimamos la fuerza de la cultura democrática de la sociedad para enfrentar con éxito esas desviaciones autoritarias.
Corresponde ahora a los partidos que conforman la alternativa política que impulsa el cambio hacia la democracia en Venezuela- acechados por la dictadura, reprimidos de manera sistemática y operando en condiciones de semi clandestinidad – convertirse en el filtro que evite que emerjan hiper-liderazgos autoritarios dentro de su seno, lo cual sería un remedio peor que la enfermedad.
Por supuesto, el objetivo principal debe seguir siendo impulsar un desenlace lo menos traumático posible, que sea producto de una negociación para la realización de elecciones presidenciales con todas las garantías democráticas. Es decir, lo preferible es que el cese de la usurpación y la destrucción del país se logre con una poderosa rebelión electoral.
En esta hora oscura necesitamos que la Unidad se fortalezca en un ejercicio amplio y colectivo de liderazgo para respaldar a la Asamblea Nacional y al presidente Juan Guaidó en la lucha por liberar a Venezuela de la cleptocracia de Nicolás Maduro, la dictadura del hambre y la corrupción.
@TablanteOficial