De “brisita” a tormenta: Cómo el chavismo intenta arrastrar al desvelo a América Latina

De “brisita” a tormenta: Cómo el chavismo intenta arrastrar al desvelo a América Latina

Nicolás Maduro y Rafael Correa

 

Rafael Correa reconoció -en una entrevista al diario El Mundo- que trabaja para la dictadura de Nicolás Maduro. Hace “consultoría”, dijo, cualquiera sea el alcance conceptual de ese oficio tan abarcativo. Es, quizás, una forma elegante de admitir una ayuda económica. El ex presidente ecuatoriano no puede regresar a su país como consecuencia de las 29 causas por corrupción que se le iniciaron una vez que abandonó el poder.

Por Laureano Pérez Izquierdo / infobae.com

Quien ocupara el Palacio de Carondelet durante más de diez años fue denunciado por poner en marcha una campaña feroz contra su sucesor Lenín Moreno. Ocurrió luego de visitar durante una semana a sus antiguos aliados y actuales empleadores. Permaneció en Venezuela ese tiempo, coincidente con el lanzamiento de un paquete de medidas antipopulares por parte del actual mandatario de Ecuador. ¿Cómo dejar pasar esa oportunidad?

Ambos adversarios fueron rápidos en sus movimientos: el primero en unirse -a la distancia- a las protestas por el antipático rosario de resoluciones económicas con que Moreno martirizó el ajustado bolsillo de los ecuatorianos. El segundo para advertir públicamente que su ex aliado jugaba esta partida asesorado por Caracas. Correa no reniega de sus simpatías con el chavismo, aunque jura que no está alentado ni financiado por el desvencijado estado. A su rival lo apoyan organismos internacionales, países pertenecientes al Grupo de Lima y los Estados Unidos.

Si bien Venezuela está quebrada económicamente para su pueblo, en el Palacio de Miraflores resguardan algún resto para hacer política latinoamericana. ¿A qué otro político regional estarán ayudando? ¿O dónde más están interviniendo con sus dólares? Diosdado Cabello, uno de los hombres más poderosos del régimen, se apresuró a mostrar las cartas regionales cinco días atrás cuando graficó que “una brisita bolivariana” se dejaba sentir en Ecuador, Perú y Argentina. También incluyó a otras naciones en su mensaje: Brasil, Honduras y Colombia. Pero con su declaración, alimentó con combustible las sospechas de injerencia externa en la crisis ecuatoriana.

Cabello -quien mantiene una guerra fría interna con Maduro- no fue inocente al soltar semejante metáfora. Sabía que sus palabras ganarían titulares en los medios de América Latina. También que la revelación le serviría a los gobiernos de aquellos países para cubrirse ante posibles amenazas de desestabilización. El militar que comanda los servicios de inteligencia y los colectivos chavistas juega su propio partido en Caracas. Y espera, como el generalísimo Vladimir Padrino López, que su presidente realice alguna corta visita -no importa la duración- a un país amigo. La ansiedad no es recíproca.

La dictadura de Miraflores obedece marcialmente a Cuba en su consejo y todas sus maniobras están dirigidas a ganar tiempo. La Habana es especialista en esa materia: hace casi 61 años que resiste a fuerza de oprimir a su población y configurar farsas democráticas. La última fue este jueves, cuando el parlamento reeligió a Miguel Dìaz-Canel al frente de la Presidencia.

Bogotá también padece el dinero sucio del Socialismo del Siglo XXI. Sobre todo en su frontera. Allí, los grupos terroristas (disidencia de FARC y ELN) mantienen una línea abierta con Maduro y Cuba. “Las estructuras corruptas (del chavismo) son servidoras de los cárteles de la droga; sus alfiles son secuaces de la mafia y alimentan la violencia en Colombia; refugian a asesinos y violadores de niños, y quienes ignoran estos oprobios son cómplices de la dictadura”, denunció Iván Duque ante la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York, el pasado 25 de septiembre. Fue uno de los discursos más firmes contra el régimen.

En la Argentina, en tanto, el gobierno de Mauricio Macri decidió poner fin a la presencia de diplomáticos maduristas en Buenos Aires. ¿Lo imitarán otros países? Extraño caso: lo ejecuta semanas antes de tener que enfrentar en las urnas -y posiblemente perder- a un rival -Alberto Fernández- que tiene una postura incompleta respecto a Venezuela. El cabeza de la fórmula presidencial que conforma con Cristina Kirchner promete que adherirá a lo propuesto por México y Uruguay. Es un sendero que cae bien en Caracas. Hasta ahí. Sin embargo, en la capital caribeña miran de reojo al candidato. En ese andar deberá hacer comulgar, además, a dos frentes internos radicalmente opuestos: el filochavista que rinde homenajes al difunto caudillo y al actual dictador e imagina conjuras contra la Casa Blanca; y el sector que pasea por los Estados Unidos afirmando que en Venezuela rige una dictadura. En algún momento seguramente deba tener que elegir un camino.

Mientras tanto, Ecuador padece horas de desvelo. Moreno no consigue frenar la sangre derramada y la violencia en las calles de Quito que se extienden al resto del país. Los toques de queda parecen no alcanzar. Un puñado de nuevas medidas anunciadas 48 horas atrás tampoco sirvieron para bajar la temperatura. En el medio, Correa -el “consultor” afortunado- clama por elecciones anticipadas y sueña con arribar triunfal a su país. En Carondelet lo acusan de golpista, a él que alguna vez desde el balcón de ese edificio se rasgó una camisa mostrando su pecho en una puesta en escena dramática.

Al catedrático de Bruselas le costará bastante hacerse de nuevo con el poder: gran parte de la ciudadanía lo responsabiliza también por la actual situación y por la corrupción estructural de su gobierno. A eso deberá sumarse que la reconciliación con el pueblo indígena -de los más belicosos por estos días- es poco verosímil. Al menos por ahora. Él lo sabe. Como saben también sus “consultados” que en América Latina todo es posible. A eso apuestan: al caos… y al tiempo.

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