Un infierno, exclaman los maracuchos, debajo de ese solazo, resignados en sus automóviles, haciendo colas maratónicas para ver como llenan el tanque de gasolina. Eso ocurre en el estado petrolero por excelencia de Venezuela. Ya no se ven a los vendedores de “huevos chimbos”, sino a “los pimpineros” con sus embases de combustible, en plena vías públicas, metidos en el negocio informal de la reventa de la gasolina. Se llega a decir que diariamente unas 30 mil unidades automotoras se suman en las visibles colas tanto en la capital, como en las poblaciones interioraranas del Zulia.
Esa rutina era común en la zona fronteriza del Táchira y Colombia, pero ahora la falsa revolución de Maduro ha logrado expandir esa mecánica buhoneril de combustible en casi todo el territorio nacional. ¡Que desastre!
Es parte de la crisis a la que no debemos acostumbrarnos los venezolanos, como buscan los tutelados por los cubanos, a que veamos esto como “normal”. No señor. Nada de eso. Los venezolanos tenemos que mantener firme la lucha, mucho más ahora cuando los hijos del futuro de Venezuela no pueden continuar sus estudios, teniendo otra patética realidad con la que confrontarnos, como es el costo de los útiles escolares.
¿Saben lo que cuesta una bolsa de útiles? Para una familia con tres niños, lo menos que les salen las bolsas de útiles es en 396,1 salarios mínimos. Una madre que tenga una niña en un preescolar debe desembolsar la bicoca de 1.875.250 bolívares. ¿Y cómo comen?
Por eso es que hay tanta deserción escolar, no hay para el transporte ni para las meriendas. Y Maduro pretende tranquilizar a la ciudadanía con otra mamarrachada de “aumento salarial” que ya sabemos a donde va ir a parar. Al tobogán de la hiperinflación. Eso será “pan para hoy y hambre para mañana”.
Por eso, lo urgente es salir de Maduro. Lo urgente es confirmar el cese de la usurpación. No se debe caer en más dilaciones. No se debe ofrecer más espacios de falsos diálogos para que Maduro continúe apoltronado en el poder que usurpa.