La otra cara de China: Pobreza extrema, poblaciones rurales y creciente desigualdad

La otra cara de China: Pobreza extrema, poblaciones rurales y creciente desigualdad

Campesinos trabajando un campo en una zona rural de China. La brecha con quienes viven en la ciudad se ha acrecentado en los últimos años (Reuters)

 

Los números del “milagro” experimentado por China a partir de la década de 1980, luego de abrir su economía y reformar su sistema comunista para dar la bienvenida al mercado “con características chinas”, no han dejado de de sorprender al mundo: según datos del Banco Mundial, en apenas tres décadas el producto bruto se triplicó, las exportaciones se cuadruplicaron y la pobreza relativa descendió del 66% a cerca del 1%.

Por Germán Padinger | Infobae

El presidente Xi Jinping se ha vanagloriado de estos éxitos, destacando durante un discurso en 2016 que 700 millones de personas habían “salido de la pobreza” en este período, y que este flagelo había sido completamente erradicado de las ciudades y sería extirpado de las zonas rurales para el 2020. Xi también destacó en abril de este año que el objetivo de construir una “sociedad moderadamente próspera en todo sentido” estaba siendo cumplido según los plazos estipulados.

El problema con estas afirmaciones propagandísticas y la serie de datos utilizada por el Banco Mundial es que ofrecen una visión distorsionada del drama de la pobreza en un país donde ésta aún sigue siendo un problema capital, donde la desigualdad ha crecido “a tasas chinas” y a la par de otros indicadores, donde las diferencias entre las condiciones de vida en las zonas rurales y urbanas crece sin parar y donde las condiciones de vida y de trabajo siguen estando muy por detrás del mundo desarrollado.

El Banco Mundial y China miden a la “pobreza absoluta” con un umbral de ingresos de 1,9 dólares al día, o unos 57 dólares al mes o 684 al año. Según estos datos, el 88% de la población china era pobre en 1981, cuando el organismo internacional obtuvo los primeros datos para confeccionar el índice. Con una población en ese entonces de 1.000 millones de personas, esto significaba que había 880 millones viviendo con 57 dólares o menos al mes.

El presidente chino xi Jinping (vestido con traje Mao) y la cúpula del Partido Comunista durante el 70 aniversario de la fundación de la República Popular

 

Actualmente, la tasa se ha reducido al 0,7%, lo que significa que “sólo” 10 millones de personas viven ahora con ese monto, y de estos datos surge la frase de Xi con respecto a los 700 millones de personas, aproximadamente, que han salido de la pobreza. Pero si contabilizamos el segundo umbral del Banco Mundial, de 3,2 dólares al día (96 al mes o 1.152 al año), la pobreza actual se encuentra en 1,4% o 20 millones de personas para una población de 1.374 millones.

Y si avanzamos un poco más hacia umbral de “ingresos medios internacionales” de 5,5 dólares al día (165 dólares al mes o 1.980 al año), el índice sube a 27%. Es decir unas 372 millones de personas que siguen siendo extremadamente pobres y la “salida” de los 880 millones no sería tal.

¿Cómo se comparan estos datos con otros países?

Tomando el umbral de 5,5 dólares al día, los países en el mundo desarrollado, como Estados Unidos, Francia o Alemania, registran valores de de entre 1 y 1,5% de su población. Con 3,2 dólares al día o 1,9 dólares al día, el índice baja prácticamente 0.

Cerca del 40% de la población china vive en áreas rurales, muchas de ellas en zonas montañosas de duro clima

 

Comparado con América Latina, la pobreza en China es superior a México (25,7%), Brasil (21%) o Argentina (7%), utilizando nuevamente el umbral de 5,5 dólares. Por otro lado, China está en mejores condiciones que la India, en donde el 86% viviría aún bajo ese umbral o Sudáfrica (57%), y se mantiene por debajo del promedio mundial de 46%.

Pero sin dudas la pobreza sigue siendo un problema importante y está lejos de haber sido erradicada por el “milagro económico”. Más aún, los últimos años de crecimiento han estado marcados por el aumento de la desigualdad.

El PBI per cápita (es decir el valor total de bienes y servicios producidos en el país al año dividido por la cantidad de habitantes) y ajustado por paridad de poder adquisitivo (PPP) de China se encuentra actualmente en torno a los 18.000 dólares. El valor similar es al de México (19.800) y levemente inferior al de Argentina (20.500), pero se encuentra muy por debajo de países como Estados Unidos (62.600) o Japón (42.700). Aunque, una vez más, supera con holgura a la India (7.700) o Sudáfrica (13.000).

Pero aunque el producto per cápita, un indicador que muestra qué tan grande es la “torta” a repartir entre los habitantes de un país, de China se acerca a los 20.000 dólares, los ingresos promedio están muy por debajo de eso y se ubican en torno a los 3.000 dólares, según un reporte de la revista Geopolitical Futures. Para la población urbana asciende a 4.500 dólares, pero en las zonas rurales es de apenas de 1.500 dólares.

Una familia campesina en Yunnan en 2018 (AFP)

 

Esto cobra aún más importante considerando que la población urbana en China asciende al 60% (era sólo un 20% en 1949), apenas por encima del promedio global (55%) pero muy por debajo de países como Estados Unidos (81%), Japón (91%), México (79%) o Argentina (91%).

Lejos de las imágenes de los rascacielos en Shanghai y los multimillonarios chinos recorriendo el mundo saciando su apetito de exotismo, un 40% de los chinos vive aún en zonas rurales, en su mayoría trabajando en pequeñas granjas y con ingresos que en cualquier país del mundo desarrollado los ubicaría en la pobreza extrema. Se trata en muchos casos de poblaciones que comen poco y tienen un limitado acceso al agua potable y los servicios básicos.

Mientras que el 60% urbano, una masa obrera que trabaja cerca de 13 horas diarias, entre seis y siete días a la semana en condiciones deplorables de seguridad, no vive mucho mejor, aunque aún así la diferencia en el acceso a servicios básicos ha sido suficiente para aumentar la división cultural en el país.

A esto se suma una brecha cada vez más creciente entre las poblaciones costeras, dedicadas al comercio y la tecnología, urbanas y abiertas al mundo a través del Océano Pacífico, y el interior profundo de la extensa, rural y conflictiva China euroasiática.

Los rascacielos de Shanghai, postal de una China muy distinta

 

En ciudades como Shanghai o Beijing el ingreso medio anual de los hogares asciende a unos 6.800 dólares, valores que cercanos a los de una clase media en ascenso y coinciden con la “imagen de éxito” mostrada por el régimen chino. Pero en Gansu o la convulsionada Xinjiang, donde el gobierno mantiene un conflicto con la minoría uigur, se reduce a 2.900 y 3.200 dólares, respectivamente.

Sin duda la situación de la población china ha mejorado en las últimas décadas y especialmente a partir de 1990, pero la imagen que el gobierno comunista intenta presentar al mundo es parcial y acotada, y los datos del Banco Mundial señalan que la campaña de reducción de la pobreza no ha tenido los éxitos esperados.

China sigue siendo un país muy pobre y con altos niveles de pobreza extrema, que se enfrenta ahora a una fuerte desaceleración del crecimiento de su economía, que con el 6% anualizado registrado en el último cuatrimestre cayó a niveles de 1992.

Esta situación se explica en gran parte por el estancamiento de su consumo interno y la guerra comercial entablada con Estados Unidos, factores que plantean serias dudas sobre el bienestar social y económico de su población en los próximos años. Ante esto y con el objetivo de dar un nuevo impulso al crecimiento, Beijing impulsa cada vez más agresivamente su “Iniciativa de una franja, un camino” (BRI, en inglés), un complejo de conexiones viales, ferroviarios, fluviales y marítimas que conectan al país con Asia, Europa y África y requieren de inversiones en infraestructura en 60 países y ya está causando tensiones geopolíticas en todo el mundo.

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