En una primera etapa el chavismo sustituyó los códigos políticos democráticos, no por nuevos códigos políticos, como muchos pensaron, sino por códigos de guerra. Sistemáticamente, al adversario se le convirtió en enemigo y a medida que el régimen perdió el favor de las mayorías, las prácticas aparentemente democráticas fueron dejando su lugar al hecho de fuerza, al fraude, a la represión y, como estamos viendo últimamente, a la tortura y al asesinato. Ahora, los códigos de guerra se refuerzan con los que se desarrollan en las cárceles, que corresponden a un tipo de guerra mucho más inhumana y cruel. De esta manera, en muchos espacios predominan ya las lógicas criminales, la de los “pranes”, en las que sobresale la extorsión, el terror y la muerte.
Por tanto, mientras la cultura cívica va en retirada, la lógica criminal ocupa cada vez mayores espacios. Acceder a un servicio público, producir, estacionarse en la calle, moverse de una ciudad a otra, entre muchas otras actividades, nos pone en contacto con esa lógica criminal que amparan, y hasta lideran, quienes debieran ocuparse del orden público y del Estado de Derecho.
Quienes convirtieron a Venezuela en un país de sobrevivientes, quienes fueron capaces de generar esta terrible tragedia, vienen demostrando una persistente fidelidad a un conjunto de reglas que es necesario conocer y enfrentar. Sólo destacaremos algunas:
01. El poder es el valor supremo. No aplican los principios de la moral. Las leyes sólo sirven si son funcionales al poder y cualquier medio, por inmoral o cruel que parezca, es válido si con él se consigue mantener y aumentar el poder.
02. La guerra es el recurso más preciado para consumar los fines del poder. No hay adversarios, sólo enemigos y la defensa del poder se vertebra en función de la enemistad. En el conflicto, quien tenga el poder decide.
03. Dado que tomar decisiones supone siempre vulnerar algún interés, hay que tomar por sorpresa al afectado para inutilizar su reacción. Las decisiones son necesariamente situacionales porque lo único permanente es el objetivo de conservar el poder.
04. La legitimidad es un simple principio de justificación y el poder se justifica a sí mismo.
05. Toda negociación es para ganar poder, no para perderlo. En este escenario hay que saber esperar y obrar conforme a los errores que pueda cometer el enemigo.
06. Hay que tener siempre en cuenta, más que las intenciones, las capacidades del enemigo y a éste debe entendérsele muy bien, para destruirlo.
07. De nada sirve la objetividad, lo que las cosas son, sino la opinión y visión –no necesariamente verdaderas- que se tengan de la realidad que busca imponerse por la acción del poder.
08. Cuánto se defiende y la fuerza para hacerlo, deben ser geométricamente proporcionales.
09. Dado que no hay ni certezas absolutas ni resultados definitivos, resulta conveniente no comprometerse ni abierta ni totalmente en cuestiones no decisivas al objetivo supremo de mantenerse en el poder.
Los mensajes y consignas ideológicas repetidas permanentemente por la maquinaria de propaganda del régimen y el contenido supuestamente “humanista” de su accionar, son sólo humo. El tema es que los sátrapas no tienen ideología y del “pranato” no podemos esperar algo distinto a la extorsión, el terror y la muerte. Quiénes negocian con el pranato para fortalecer su poder, no son tontos útiles, son cómplices.
Dado que es imposible acertar cuando se enfrenta lo desconocido, es muy importante reaccionar, tomar conciencia de cómo operan en verdad y activarnos. La mayor contribución que le hacemos a quienes intentan aplastarnos es adoptar sumisamente el camino de la resignación. Por eso, frente al poder del régimen no queda otra que organizar y activar el poder ciudadano. Contra la absoluta mayoría de los venezolanos no podrán.
Finalmente, debemos tener claro que estas prácticas y estos códigos no son históricamente nuevos. Fueron aplicados por Stalin, Mussolini, Hitler, Mao Zedong, Saloth Sar, Fidel Castro, Idi Amín y muchos tiranos más. Al final, después de mucho sufrimiento, siempre se impone la humanidad y la vida. De allí la importancia de luchar para no dejarse destruir.