Los mormones mexicanos, desconsolados por la masacre de nueve de sus miembros, están muy arraigados en el norte de México desde fines del siglo XIX, pero mantienen una convivencia tensa con los grupos narcotraficantes de la región, cuya violencia condenan sin ambages.
Los pioneros, afiliados a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, se establecieron en las montañas de Sierra Madre, cerca de la frontera con Estados Unidos, en 1875.
Fue después de la Guerra de Secesión que las autoridades federales estadounidenses había comenzado a perseguir a los mormones por su poligamia, una práctica formalizada en 1852.
Hostigados por una justicia estadounidense muy conservadora, comenzaron a huir de Utah y otras zonas donde vivían cerca de la frontera sur de Estados Unidos.
México fue el primer país de América Latina donde se establecieron los mormones. Cuando la Iglesia mormona estadounidense decidió abolir formalmente la poligamia, muchas familias continuaron siendo polígamas y aparecieron sectas fundamentalistas que mantenían esta práctica, incluso en México, donde hay unas 40 de ellas.
Generalmente se basan en las enseñanzas de Joseph Smith, considerado un profeta (muerto en 1844), quien juró por todos los santos que la poligamia era una orden divina.
La práctica sigue siendo común en las diversas comunidades mormonas en México.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días estima que hay 1,2 millones de sus miembros en México, la segunda comunidad mormona más grande después de Estados Unidos.
Pero la última encuesta oficial, encargada por el gobierno mexicano en 2010, da una cifra muy diferente de 314.932 miembros.
Según un comunicado de prensa del Consejo de la Ciudad de México, esta considerable diferencia se explica por el hecho de que la mayoría de los mormones mexicanos se niegan a afiliarse a la Iglesia “madre” y lo hacen saber cuando son entrevistados por los encuestadores.
El clan LeBarón, que perdió seis miembros durante la masacre del lunes por la noche, pertenece a la Iglesia del Primogénito, una secta disidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fundada en 1924 en Chihuahua, un estado limítrofe con Estados Unidos. Esta secta tiene unos 5.000 seguidores, según Julián LeBarón, quien ha hablado en muchos medios locales.
El 2 de mayo de 2009, Erick LeBarón, de 17 años, fue secuestrado en el área de Chihuahua. Sus captores reclamaron un rescate de un millón de dólares, pero se encontraron con el obstinado rechazo de toda la comunidad. Así, el joven acabó siendo liberado una semana después.
Los mormones mexicanos, que a menudo poseen la ciudadanía estadounidense, han sido conocidos en los últimos años por sus llamamientos para detener la violencia relacionada con el narcotráfico. Según varios medios mexicanos, tal demanda ha provocado la ira de los carteles que operan en la región.
Benjamín LeBarón, quien fundó la organización Sociedad Organizada Segura (SOS Chihuahua), una de las promotoras de estos reclamos, fue asesinado en julio de 2009 junto con su cuñado, Luis Widmar, por 17 hombres que irrumpieron en su casa.
Después de estos dos asesinatos, Julián LeBarón se convirtió en uno de los protagonistas de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad en marzo de 2011, un movimiento de aproximadamente 600 personas, allegadas a familias de víctimas desaparecidas o asesinadas, que atravesó México para crear conciencia sobre el tema de la violencia relacionada con las drogas.
La familia LeBarón rechazó la hipótesis divulgada el miércoles por parte de las autoridades mexicanas de que las víctimas estaban en el centro de una batalla entre dos carteles por el control de un pedazo de tierra entre los estados de Sonora y Chihuahua. Por el contrario, cree que fue blanco directo de los carteles tras recibir amenazas explícitas.
AFP