Cuando una persona dice una cosa y hace otra señalamos una falta de coherencia. Los problemas que han socavado la unidad democrática surgieron del desvío de la ruta del 1, 2, 3 pautada en el Estatuto de Transición, ley de la república, que mereció el respaldo de la sociedad y gozó de un consenso unánime. Caló hondo en el alma nacional, porque prescribía el remedio exigido para enfrentar una bochornosa situación de usurpación del poder, de libro como suele expresarse.
Diagnosticado el mal se dio con la medicina idónea con arreglo, y no es poca cosa, a la Constitución y las leyes. El presidente encargado, Juan Guaidó, le tocó históricamente ser el protagonista y supo interpretar el momento del rompimiento artero y brutal del orden constitucional, y asumir con coraje y claridad de discurso y acción el liderazgo de un país, que clamaba por cambio.
Sabemos que la realidad venezolana es compleja debido a una corporación criminal que se ha adueñado del poder y permite entre otros exabruptos delictivos que el 44% del ELN esté asentado en el territorio nacional. No obstante la complejidad, el cambio de caballo que entrañó la propuesta de la ruta integral confusamente explicada no tuvo el punch y por tanto no conectó con buena parte de la población que rechaza abiertamente al usurpador y la cohabitación. Repudia el pacto que incorporó a diputados que ya no lo son a la AN, y que desde una espuria constituyente allanaron la inmunidad del valiente diputado Juan Pablo Guanipa, que anteriormente sufrió golpe de Estado como gobernador electo del Zulia.
En el 2015 la alternativa democrática ganó las dos terceras partes de la AN y luego el régimen forajido desaforó inmediatamente a dos diputados del estado Amazonas y la declaró en desacato: figura inexistente. Hoy sabemos que ni ganando puedes realmente lograr el cambio aspirado. El ejemplo del Alcalde Metropolitano Ledezma resulta elocuente, ganó y lo vaciaron de competencias para que no pudiera ejercer el cargo de elección popular.
La tarea ya la hicimos. El régimen cae por otros medios, con la ayuda externa de la comunidad internacional.
El camino que se sigue dilapida tiempo valioso, ese camino ha disminuido el crédito popular y la confianza que ayer gozaba el liderazgo conductor; falsas expectativas generarán nuevas frustraciones.
Regresar a las prescripciones constitucionales es el camino. No se debe jugar con el destino de los venezolanos mediante mecanismos que no están ajustados a derecho. Moralmente tampoco hay condiciones para elecciones. El estancamiento impulsa a nuestra gente a abandonar el país: 5.000 parten diariamente hacia Colombia.
El sistema electoral está viciado; con el usurpador en el poder nadie cree en elecciones. Hay un temor cierto que en último momento se tercie hacia elecciones parlamentarias.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!