Latinoamérica: El castrocomunismo al ataque, por Antonio Sánchez García @sangarccs

Latinoamérica: El castrocomunismo al ataque, por Antonio Sánchez García @sangarccs

Manifestantes recogen elementos mientras enfrentan a miembros de la Policía antidisturbios este jueves, durante el desarrollo del denominado Paro Nacional, en la Plaza de Bolívar de Bogotá (Colombia). EFE/Mauricio Dueñas Castañeda

 

“En total, 76 estaciones del Transmilenio fueron atacadas y parcialmente destruidas, así como 79 autobuses del Sistema Integrado de Transporte (SITP), que funcionan en los barrios.” (El País, 23 de noviembre, 2019.) Sólo un ciego podría no advertir la mano de una táctica común, aplicada acorde con una estrategia de asalto y dominación del “todo por el todo” diseñada en La Habana, por ahora tanto en Chile, en donde comenzara a ser implementada con el asalto, incendio y destrucción de cientos de estaciones de Metro, iglesias y edificios públicos, hasta acorralar y lograr la claudición de Sebastián Piñera, como en Colombia, que comienza su via crucis. Con una diferencia que marca las tendencias de los tiempos y la comprensión cabal del desafío: Iván Duque no esperó ni quiso embaucar a nadie con el “primer mundismo” esgrimido por Ricardo Lagos y Mario Vargas Llosa para librar de culpa al castrocomunismo venecubano: puso a Colombia en estado de excepción y sacó sus ejércitos a las calles. Después de la traición y la estafa de Juan Manuel Santos y las FARC conviviendo con la tiranía cubana, los colombianos saben perfectamente qué cabe esperar de diálogos y acuerdos auspiciados por La Habana. Vecinos impotentes de la Venezuela que se dejó seducir por el militarismo castrocomunista y del cruento y sanguinario precio que se paga cayendo en manos de La Habana, la reacción fue inmediata. Y esperamos que sea incrementada. Colombia no debe caer en manos del Foro y del Grupo de Lima, ni muchísimo menos de las izquierdas marxistas del patio que sirven, como en Chile, de tontos útiles a los afanes imperiales de La Habana.

No nos sirve de consuelo llevar mucho tiempo advirtiendo de las verdaderas intenciones del castrismo cubano, respaldado por Rusia y China y la insólita y absurda permisividad de la Casa Blanca, ya convertida en política regional mediante sus tontos útiles de ambas instancias de coordinación continental, en las que participan importantes políticos de países a ser intervenidos, como el ex Secretario General de la OEA, el socialista José Miguel Insulza. Ni tampoco haber advertido que lo que está pasando en Venezuela, ya al borde del abismo, sería replicado país por país, primero en los países de la costa Pacífico y luego o simultáneamente en la costa Atlántica – ya México entró a la movida – llamando la atención del Grupo de Lima para que respaldara a los Estados Unidos para permitir una intervención humanitaria en Venezuela y coadyuvara al desalojo del principal peón del castrocomunismo cubano, Nicolás Maduro. Algunos de sus países ya pagan y otros más temprano que tarde pagarán el precio de ese aldeanismo que jura los blinda de ser víctimas de la desestabilización, la desintegración y el caos propiciados desde hace sesenta años por la Cuba marxista. La total impunidad de que disfrutan los políticos locales preparando y coordinando las acciones devastadoras de sus tropas de asalto muestra la impotencia y la ignorancia de sus gobiernos. Van al abismo y juran que irán al cielo. Toda la década que viene estará dedicada al asalto, conquista y colonización del subcontinente por las fuerzas marxistas. Desde el Río Grande a la Patagonia. Mientras, los Estados Unidos pueden ir preparándose para el asalto final.





Que no es la política tradicional, sino la guerra, el ámbito y el contexto en que La Habana y sus aliados marxistas han comenzado a actuar, lo demuestra la absoluta inutilidad de las victorias electorales de Macri, Sebastián Piñera, Iván Duque y Jair Bolsonaro. Ni en Chile ni en Colombia las mayorías electorales han impedido el zarpazo de las minoritarias izquierdas oficiales subordinadas al castrismo. Ni la indudable e incontestable fuerza moral del Secretario General de la OEA Luis Almagro ha impedido las acciones devastadoras aplicadas en Chile y ya en actuación en Colombia. Cuba elevó el listón del enfrentamiento y ha decidido transitar el escabroso terreno de la guerra civil para desestabilizar y tumbar los gobiernos democráticos. Organizaciones fundadas en otro contexto, como la misma OEA y el TIAR, invocado por la oposición venezolana, han sido largamente sobrepasadas por las circunstancias. El desafío actual es la guerra.

El propósito inmediato del asalto del castro comunismo es generalizar un Estado de Excepción en los países de nuestra región. Preparando las condiciones para desalojar a las élites democráticas y conquistar el poder, una vez fracturados los sistemas de dominación, pudiendo imponer así regímenes populistas, caudillescos y dictatoriales, como el del chavismo venezolano. Y el de López Obrador en México. Y eventualmente el de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en España, si los demócratas españoles no despiertan de la ensoñación.

La liberación de Lula prepara el terreno para su vuelta al Poder en Brasil. Bolsonaro será un inútil interludio. Como lo será Macri en Argentina. Y si los colombianos no reaccionan con la debida fuerza y convicción, también lo podría ser Iván Duque. Sería la natural cosecha del abandono en que han dejado a la oposición venezolana, que si hubiera contado con la comprensión de los demócratas latinoamericanos hubiera cambiado el curso de esta sórdida historia gracias a la intervención humanitaria norteamericana.

Mientras no se desaloje al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y no se erradique la intervención cubana en la región, América Latina continuará acercándose al abismo de la guerra. No haber actuado para impedirla será el peso que nos lastrará ante nuestras futuras generaciones.