La moral es la disciplina filosófica que estudia el comportamiento humano en cuanto al bien y el mal. Son el conjunto de costumbres, normas que se consideran buenas para dirigir o juzgar el proceder de las personas en una comunidad, cualquier aspecto de la vida diaria.
La moral es única, cuando tiene dos caras es antimoral, es inmoralidad.
La doble moral indica el criterio que se desdobla, en posiciones éticas que se utilizan cuando se comporta de dos maneras distintas respecto a una misma situación. Se trata de una injusticia ya que implica violación de la imparcialidad; es como las máscaras teatrales del drama y la comedia, se contraponen.
Supongamos se condena con dureza un hecho de corrupción que tiene como protagonista a un político opositor, pero se justifica o avala el accionar corrupto de un funcionario oficialista. Es decir, ante un mismo caso, se realizan dos juicios opuestos: censura al opositor y argumento al gobernante.
Cuando se requiere ayuda internacional, se visitan países y organizaciones, se demuestra lo insoportable del sufrimiento, urge el auxilio humanitario, hay hambre, morimos por falta de medicamentos y si no, la inseguridad nos asesina, se exclama horrorizado que vivimos en una tiranía dictatorial; gobiernos, grupos de presión, organismos multilaterales y parte del mundo reaccionan, aplaudimos y expresamos gratitud con grandes aspavientos.
Pero cuando se comienzan a tomar medidas de carácter diplomático y financiero para afectar al régimen; quienes solicitaron asistencia declaran con imprecisión confusa por infortunadas e incoherentes, que suavicen las sanciones y en ciertos casos, las eliminen.
O cuando el dirigente político predica humildad y sencillez, exige solidaridad con los menos favorecidos y quienes más lo necesitan, invitando a realizar sacrificios llevando una vida sencilla y austera. Pero en su entorno privado actúa soberbio y egoísta disfrutando excesos, lujo, riqueza, comodidades y bienestares. Demostrando su doble moral: lo que considera bueno para los demás y la comunidad, no lo toma en cuenta en su propia existencia.
La doble moral es criterio aplicado cuando a un individuo o institución se le acusa de ejercer una doble norma en el tratamiento dado a diferentes grupos de personas, es decir, que injustamente permitan más libertad de conducta o beneficios a un sujeto que a otro.
La doble moral es injusta porque viola el principio de justicia conocido como imparcialidad, según el cual los mismos criterios se aplican a todas las personas sin parcialidad ni favoritismo. Por cierto, base conceptual de la democracia. La doble moral quebranta este principio pues toma en cuenta a las personas según criterios diferentes.
Aunque la doble moral generalmente se condena y rechaza, irónicamente es utilizada, aceptada con demasiada frecuencia sin pudor ni complejos. Los esfuerzos para defender una situación en la que se aplique terminan negando que se esté empleando, o se intenta acabar con la discusión dando razones para el trato diferente. Por ejemplo, la traición deja de serlo cuando beneficia al que cambia de un campo al nuestro. La sinvergüencería y el robo son excusables cuando favorecen. Si la justicia parcial y manipulada socorre, es justa e igualitaria.
Sucede en nuestro país mucho más a menudo de lo deseable, en la forma de juzgarse y enfrentarse mutuamente el Gobierno y la oposición, pero también en el tratamiento de cada uno de ellos a otras personas e instituciones, se dicen y contradicen con tal frecuencia que, aturde. Es una especie de moral múltiple que contamina, pudre lo que toca por su perversidad, esa bajeza humana tan ladina y maliciosa como es la hipocresía. Ejemplo categórico, rechazar por ilegítima, tramposa, bribona la Asamblea Constituyente para luego convalidarla al aceptar sus resoluciones y mandatos. Peor aún, insistir en negociar y cohabitar con el mal. O quien exige rendición de cuentas, pero no las entrega y ofende cuando la solicitan.
Por eso, ante la acusación de un trato desigual, en vez de una reflexión ávida de constricción y penitencia, lo que suele darse es una justificación “adecuada” para el tratamiento diferente, y nunca el empeño en eliminar el trato desigual propiamente dicho. Este mecanismo es común en los centros de los poderes públicos, nacionales e internacionales.
El antiguo aforismo latino “Quod licet Iovi, non licet bovi” (lo que es lícito para Júpiter no es lícito para todos) capta la idea de los relajados criterios de comportamiento que la élite utiliza para sí misma y las normas más ásperas que aplica a la ciudadanía.
En Venezuela estamos más allá, a un nivel tan repulsivo de inmoralidad, que hasta la doble moral es flexible, elástica, maleable. Como melcocha envenenada que ha descompuesto a la sociedad, convirtiéndola en cómplice, encaminada y en anocheceres de su propia destrucción.
@ArmandoMartini