No hay improvisación, no es espontánea. La maniobra está descubierta. Igual coincide el régimen como algunos factores de la oposición. La campaña se intensificará en la medida que nos aproximemos al 5 de enero. Unos dicen que debe renunciar a ser candidato ante unas eventuales elecciones presidenciales. Otros anuncian la llegada de la hora para renovar el liderazgo. Hay quienes sin tener parlamentarios aducen la necesidad de cumplir con el acuerdo de rotación, olvidando el pronunciamiento de varias fracciones de las denominadas minorías optando por reelegirlo.
La mayor desfachatez es del régimen pretendiendo salpicarlo con las denuncias de corrupción. La brutal campaña de desprestigio tiene definido un objetivo: impedir su reelección.
Los diablos de distintos signos se desataron. El “maletín verde”, denunciado por José Guerra, sigue activo. Un diputado de la oposición denunció que le ofrecieron un millón de dólares para que votará por un supuesto opositor. La Comisión designada por la Asamblea Nacional para investigar las denuncias donde aparecen involucrados varios diputados, ha iniciado su trabajo consciente de la gran responsabilidad que ello significa, a la vez una oportunidad de reivindicar al único poder legitimado existente.
La AN no podía renunciar a la potestad de la institución parlamentaria de investigar a sus miembros, pese a la sugerencia manifestada por diversas voces, el rescate de la confianza pasa necesariamente, por él ejercicio de las funciones que le son propias y para la cuales no tienen limitaciones.
El liderazgo del presidente de la Asamblea aún sin tener el mismo respaldo del inicio de su gestión, se mantiene como el dirigente que goza de más apoyo, así lo,reflejan todas las encuestas, con la sola excepción de la que difunde José Vicente Rangel a través de su programa dominical. La lógica indica que lo más conveniente para las fuerzas democráticas es elegir nuevamente a Juan Guaido. Adicionalmente a las cualidades demostradas en el ejercicio de sus funciones, se trata de impedir los propósitos del régimen y sus aliados de apoderarse del único poder que no controlan.
Derrotar la conjura, supone superar errores recientes, afinar las orientaciones estratégicas, recuperar la iniciativa política, actuar con amplitud y con el máximo de unidad posible. La dirección no puede limitarse al accionar en la esfera política propiamente dicha, requiere ampliar su radio de acción hacia otros actores tanto sociales y políticos que son coprotagonistas en esta lucha, no despreciar las voces críticas que se levantan desde la sociedad civil y sus organizaciones, ellas han sido y siguen siendo consecuentes aliadas durante todo este tiempo.
El panorama para el próximo año se vislumbra más complejo en todos los ámbitos, de allí se plantearán nuevas definiciones y exigencias para avanzar en la dirección de alcanzar el cambio político, para las cuales los requerimientos hoy planteados constituyen adelantos imprescindibles.
La elección de un nuevo CNE es una meta sumamente importante para garantizar elecciones justas y libres, su selección solo tendrá credibilidad si la hace la Asamblea Nacional, ello supone un acuerdo para alcanzar los dos tercios que se requieren en su designación; lo que implica derrotar al sector del oficialismo y sus aliados que pretenden hacerlo en el TSJ, maniobrando con la figura de la “omisión legislativa”.
Avanzar completando el Comité de Postulaciones, con la presencia de la representación de la sociedad civil, de ser posible antes de culminar el actual período de sesiones del parlamento, sería una buena señal, mas ello no depende exclusivamente de las fuerzas democráticas, exige la participación del sector oficial que se debate -también en esta materia- en sus contradicciones internas. Derrotar la nefasta campaña desatada contra Juan Guaido nos plantea retomar la ofensiva política y ello es perfectamente posible.