Desde la teoría del estado hasta la aproximación de la división de los poderes, Aristóteles en su legado, dejó la semilla de cómo planificar y construir una sociedad educada, próspera y felíz. Se plantearon desde entonces, cuáles deberían ser las cualidades del ciudadano, principalmente del ciudadano en democracia. Donde además del domicilio y del derecho a establecer una acción jurídica, se reconoce su participación en las funciones del estado. Los distintos poderes, se crearon cada uno, como parte esencial de una necesaria y eficiente organización. Con el propósito de ser garantes, tanto de las libertades políticas, como de las libertades individuales del pueblo.
Por Abraham Sequeda
Esta división de poderes, está basada en la organización de las actividades de la autoridad pública, y están repartidos en organismos distintos y separados. Los tres poderes básicos de un sistema político serían: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. El sistema político liberal que se diseñó en las Constituciones dejaba muy claro este principio en las leyes orgánicas y en el otro pilar: el reconocimiento y garantía de los derechos civiles. En ningún caso un poder podría desequilibrar al sistema, puesto que actuaría otro de los poderes para no permitirlo y hacer que se mantuviera en situación de equilibrio. Actualmente conocemos este sistema como “de pesos y contrapesos”, cuya principal característica es que preserva la libertad de los ciudadanos.
Sobre el propio Poder Ejecutivo, se estableció la necesidad de mantener una administración y tesorería, independiente del gobierno de turno; en cuyo caso el ejecutivo, tendría que hacer el presupuesto en gastos y proyectos de inversiones. El poder Legislativo, el cual es un órgano colegiado, exclusivo para crear leyes y para administrar el presupuesto. El poder Judicial para administrar la justicia a través de los tribunales.
En tanto que se habla mucho del estado y los poderes que constituyen el mismo, dos elementos que conforman a un estado íntegro y eficaz, se pasan por alto: la educación y el sustrato de la naturaleza humana, sobre los cuales, el depositario de ambos, el ciudadano que realmente le da vida y personalidad a las instituciones, puede llegar a simas de poder sin haber alcanzado su situación de ser humano civilizado.
A partir de la constitución del año 1999, en Venezuela, se agregaron dos poderes más: el Poder Electoral y El Poder Ciudadano, para un total de 5 poderes. El Poder Ciudadano a su vez, está conformado según la constitución, por el Defensor del Pueblo, el Contralor General y el Fiscal General. Aunque siendo una ambiciosa empresa, no dejaba de ser interesante por el mismo principio de contrapeso. Básicamente, tanto El Poder Electoral como El Poder Ciudadano quedaron lamentablemente; tal vez intencionalmente, directa o indirectamente controlados o influenciados por los otros poderes. Se convirtió en otra mentira, otro mecanismo de dominación. Luego, se produjo bajo la más nefasta acción populista, el diseño o más bien la implementación de lo que aquí llamaron la geometría del poder, donde las comunas o Poder Popular, tienen según los ideólogos, realmente el control. Lo que es obvio, todo resultó siendo un embarque de leyes y leyes, absurdas, incompatibles y mal hechas, la gran mayoría generadas por una habilitación constante del presidente de la república para legislar.
Más allá de todo esto y como producto de la degeneración política de las instituciones del estado; en Venezuela existe actualmente el caso particular, en la cual se han constituido sólo dos poderes. En la práctica y avalado de hecho por la falta de reconocimiento y aplicación de la Constitución Nacional. Además del colapso en todos los ámbitos de la existencia, del quehacer y actividades cotidianas de la población venezolana; tanto que las instituciones del estado, han perdido toda operatividad, credibilidad y capacidad de administrar sus propias competencias. No meramente atribuible a problemas económicos, sino a una situación de corrupción y abandono generalizada.
Es muy curioso y preocupante extremadamente, que luego de un escándalo de corrupción sobre miembros de la Asamblea Nacional; no exista más remedio que esperar, a duras penas, una sanción política administrativa a los involucrados, situación que seguramente no los perturba en absoluto; ya que, desde los dos poderes se tiene mucho desdén por la ética, y la deshonestidad es práctica común.
En Venezuela actualmente, uno de los poderes tradicionales del estado, el llamado poder ejecutivo, está manejado (a nivel de presidencia) por una persona que además de no cumplir con los requisitos constitucionales para haber sido presidente (para ese período constitucional); ahora se encuentra usurpándolo. El primer poder entonces, el Poder Usurpador, está conformado por los restos del llamado poder ejecutivo (presidente, ministros y funcionarios), el poder electoral (CNE), el poder judicial (fiscalía y tribunales), contraloría y principalmente de un componente militar, venido muy a menos de lo que tradicionalmente ha sido el ejército venezolano. Como cofactor del componente de fuerza, se han conformado cuerpos paramilitares y grupos irregulares violentos. En cuanto a las finanzas y su administración, toda una articulación con redes de comercio ilegal internacional de materias primas.
El otro poder, el Poder Encargado. Una figura hecha en Venezuela, que resultó de origen, al ser una alternativa para poner fin al Poder Usurpador. Una interpretación valida del artículo 233 de la constitución nacional. Sobre esta interpretación sólo puede haber la inconsistencia, de que el artículo no establece la figura de presidencia encargada; pero que tampoco en esta constitución y en ninguna, se establece la figura de presidente usurpador, como parte de El Poder Usurpador, y no porque no se pudiera engendrar, como ocurrió en Venezuela, sino que este tipo de degeneración del tipo de gobierno no puede existir en las mentes de ciudadanos sanos y honestos.
Existen formas para evitar la usurpación, no así muchas para salir de ella. El poder para hacerlo se encuentra en cada uno de nosotros. Hagámoslo.