Venezuela es el único país sudamericano donde el béisbol y no el fútbol es el deporte número 1. Aún así, un grupo de fanáticos que se hacen llamar los “Demonios Rojos” ha dedicado 30 años a una pasión eterna por el Caracas Football Club.
Incluso en medio de la crisis económica y política de Venezuela, la pasión arde e incluso ha crecido. A los Demonios Rojos no les importa que la mayoría de sus compatriotas prefieran el béisbol o que su equipo tenga una mala temporada.
Tampoco se pierden los juegos, incluso cuando el dinero es escaso, ya que su país de origen experimenta la peor crisis económica y una de las más graves en América Latina. Los fanáticos pellizcan y raspan para comprar boletos para el juego y para pagar los viajes que les permiten estar cerca de sus ídolos.
Durante la confrontación política que también afecta a Venezuela, es común que las noticias destaquen la polarización entre los partidarios de Nicolás Maduro y los de la oposición, dirigida por Juan Guaidó.
Pero cuando el Caracas Football Club juega, sus seguidores dejan atrás sus preferencias ideológicas y sus diferencias socioeconómicas, uniéndose para apoyarse y cuidarse mutuamente dentro y fuera del estadio. Gritan, saltan y cantan como uno. Se golpearon el pecho al unísono.
Y la pasión de los Demonios Rojos no disminuyó en la década en que su equipo estaba funcionando mal. Esa lealtad finalmente valió la pena el domingo cuando el Caracas Football Club se convirtió en campeón de la Liga de Venezuela.
Los Demonios Rojos ahora esperan más victorias, y esperan seguir creciendo y esforzándose por ofrecer una imagen positiva siempre que puedan. Organizan talleres deportivos, eventos culturales y ofrecen comida caliente en barrios pobres de Caracas.
Con información de AP