La participación ciudadana es clave para garantizar el ejercicio democrático y la gestión de un país inclusivo e incluyente. La democracia es avalada con la participación ciudadana, no depende exclusivamente de quienes ejercen el poder o de los partidos políticos.
Los ciudadanos estamos obligados a tomar decisiones respecto al manejo de los recursos, pero también a las acciones que impactan en el desarrollo de nuestras comunidades. ¿Por qué? Porque los ciudadanos organizados podemos luchar contra las condiciones de desigualdad social. Tan simple como que sin participación ciudadana no se pueden superar las inequidades.
Tal vez se preguntarán ¿quiénes son ciudadanos? Somos todos los sectores y grupos que hacemos vida en un país: hombres, mujeres, niños, jóvenes, campesinos, pueblos indígenas, obreros, trabajadores, sindicatos, ONG, religiosos, comerciantes, industriales, universidades y gremios profesionales.
Lo opuesto a participación ciudadana es precisamente la abstención. Sí. Esa misma que “se ha puesto de moda” en Venezuela desde hace algunos años, invocada por algunos partidos que creen que no votando se saldrá de la crisis humanitaria compleja más grande que hemos vivido, por lo menos en nuestra historia republicana.
La participación ciudadana permite mediar entre sociedad y gobierno para que los distintos actores intervengan, a partir de sus intereses y valores, e influyan en las políticas públicas y las estructuras de gobierno. Ciudadanos organizados pueden reclamar su derecho a intervenir en asuntos que son de su competencia.
Con todo esto quiero decirle, estimado lector, que si usted no participa en los asuntos que competen a Venezuela y, por ende, a usted como miembro de esta gran comunidad, está dejando de ejercer y delegando en unos pocos, su derecho a expresarse, a reclamar, a exigir, a intervenir en asuntos públicos que nos incumben a todos. Y en consecuencia, está dejando en manos de los propios causantes de la emergencia humanitaria compleja, el destino del país.
Cuando entendamos que no estamos enfrentando a un gobierno democrático; que solo trabajando en equipo (dejando de lado por un momento los intereses personales); que aliándonos en función del bien común; y que participando activamente en todos los procesos políticos establecidos para la resolución de conflictos – entendidos estos como elecciones, negociaciones, diálogos, mesas de trabajo, mediaciones, pactos, acuerdos y cualquier otro que no sea la fuerza –, comenzaremos a dar los pasos necesarios para abordar la situación y construir una ruta que nos lleve a feliz término: la libertad de Venezuela y el cambio de modelo.
También quiero insistir, amigo lector, en que el desgobierno representado por Nicolás Maduro está haciendo lo humanamente posible para coartar el derecho de la ciudadanía a potenciar sus capacidades de control y responsabilidad. Y algunos sectores de la oposición que han escuchado la melodía, están tocando al mismo son.
El venezolano no se acostumbró a asociarse ni a trabajar en cooperativas, como hacen los europeos, verbigracia. Tradicionalmente cada quien se ha ocupado de sus propios intereses, y eso lo hemos visto – por ejemplo – en la forma como se han desempeñado las unidades de producción agrícola que operaban en el país. La distribución de la renta petrolera durante décadas, por parte del Estado, hizo que cada quien obrara por cuenta propia. Al fin y al cabo cada quien buscaba su propio provecho económico.
Pero ante el agotamiento de ese modelo rentista, hoy vemos como muchos de los productores agropecuarios que aún batallan en el país, han decidido asociarse para sobrevivir al caos, dejando de lado intereses particulares y entendiendo que en la unión y en las alianzas, está la fuerza. Pese a las adversidades, algunos están produciendo, vendiendo, exportando y obteniendo sus beneficios.
Ese ejemplo de alianza y de unión, debemos llevarlo de lo micro a lo macro. Empezar por asociarnos desde las estructuras más básicas como la familia, la vecindad, la calle, la cuadra, la urbanización, el barrio y la parroquia, hasta las más organizadas como el municipio, el estado y la nación. Allí radica la importancia de trabajar en equipo. De esa manera se avanza más rápido para conseguir la solución del conflicto.
Los partidos políticos tienen una tarea fundamental que es orientar a los ciudadanos para que, entre todos, trabajemos en función del bien común (en este caso Venezuela). Los partidos políticos, por naturaleza, son estructuras que se constituyen para llegar al poder y, desde allí, obrar de la mejor manera posible para ayudar a dar respuesta a los problemas que aquejan a la colectividad.
Si a usted alguien le dice que no salga a votar en las elecciones parlamentarias de 2020 – que son las que están previstas a realizar este año –, sepa que quien lo dice desconoce los valores de la participación ciudadana: responsabilidad, solidaridad y tolerancia.
Salir de la crisis que atraviesa Venezuela es una tarea que nos compete a todos. Participe e involúcrese en todos los mecanismos pacíficos, legales y constitucionales previstos para dirimir los conflictos. No se quede callado, no se conforme con poco, aprenda a exigir, a mediar, a negociar, pero sobre todo, no tire la toalla sin haber dado la pelea.
Venezuela saldrá adelante. Todas las crisis son pasajeras, aunque la nuestra ya lleve 20 años. Eso sí: entienda que el problema no solamente es de Nicolás Maduro o del Psuv, de los partidos del G4 o de los chavista light. No. El problema es de todos los venezolanos, incluidos usted y yo, que no hemos entendido la importancia de la participación social, política y ciudadana.
@Griseldareyesq