Hemos sido convocados nuevamente. Esta vez, el argumento es sólido y se trata de unirnos con fuerza, mucha fuerza, para expresar con determinación y coraje nuestras razones que son muchas para decir presente. De hecho, cada uno, cada ciudadano tiene al menos un racimo de argumentos que sumados, pasan de largo los que podríamos contar con los dedos de las manos y los pies, pues a lo largo de veinte años de indetenible y progresiva destrucción, no ha quedado un solo sector a salvo de esa inmerecida tolvanera que ha arrasado con lo que una vez fue un país, que aún con defectos, fue el objeto de la envidia, deseo y modelo a seguir de muchos en la región. Por ello, es necesario repasar…
Comencemos por lo más sagrado que muchas veces se coloca por allá en el último lugar de la lista, pero sobre lo cual insistiremos siempre como lo que es, lo que más debe importarnos como seres humanos pues nos diferencia de los animales, que es nuestra libertad, la de expresarnos, la de movilizarnos, la de desarrollar nuestras iniciativas y la de hacer lo que nos plazca sin el temor a la bota o al capricho injusto de la autoridad atornillada que no tolera la crítica ni el disenso, pues su único interés es el de preservar el poder por el poder en si mismo y no como lo que debe ser en esta era, un instrumento para servir y construir una mejor sociedad. Por eso, en contra de la represión y por alcanzar nuestra libertad, toca decir presente el 10 de marzo de 2020.
Pero sigamos con nuestros afectos, por todos aquellos que han partido a otras latitudes para encontrar una oportunidad digna para su desarrollo, por ellos y por tantas familias separadas para reunirnos y reencontrarnos en una nueva Venezuela, toca decir presente el 10 de marzo de 2020.
Y qué decir del denominado rosario de garantías sociales, esas contenidas en nuestra Carta Magna, según la cual tenemos derecho a la salud, educación, seguridad y justicia. ¿Acaso alguna de esas garantías se cumple? Saber con certeza que el sistema público de salud es una calamidad; que la educación pública además de paupérrima está diseñada para adoctrinar y no para educar; que la seguridad personal y la jurídica son sencillamente utópicas; y que la justicia brilla siempre por su ausencia y solo funciona para muy pocos, son todas razones contundentes por las cuales toca decir presente el 10 de marzo de 2020.
Necesario es también mencionar nuestra economía, esa que existió y que pulverizaron, pues liquidaron a lo que una vez fue la gallina de los huevos de oro, nuestra industria petrolera. Por ello, no es difícil imaginar lo que ha ocurrido con lo demás si lograron destruir lo que parecía indestructible como lo era PDVSA. Esa economía que, embriagados por el espejismo de la dolarización de facto, algunos afirman que ha mejorado, pero nada más distante de la realidad, pues todo cuanto ocurre y se observa, es meramente superficial y carente de sustento, ya que ese aparente bienestar que se observa en unos pocos sectores, no es otra cosa que lo que produce el que el país esté conectado al respirador artificial de las actividades ilícitas que predominan en el día a día de Venezuela y que alimentan ese funcionamiento inexplicable y precario que se observa en algunos rincones. Por nuestra industria petrolera, por la reactivación económica y por recuperar las oportunidades que se traduzcan en aliviar nuestros golpeados bolsillos, toca decir presente el 10 de marzo de 2020.
Agrega tus razones para manifestarte y seguramente son también parte de las mías, pues a todos nos ha golpeado sin excepción de forma inclemente eso que merecidamente denominan la peste del siglo veintiuno. Lo importante es que estemos todos y en nuestro caso allí estaremos de cuerpo, alma y corazón, diciendo presente el próximo 10 de marzo de 2020. ¡Allí nos vemos!
(*) Abogado. Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana -CPFC-
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