Coraje bajo fuego, por Andres Jose Hocevar @ajhocevar

Coraje bajo fuego, por Andres Jose Hocevar @ajhocevar

El 9 de septiembre de 1965, el pequeño avión de combate A-4 voló a poca altura directo a una trampa antiaérea: la estrecha cabina se incendió y los mandos se desprendieron. Después de la eyección, el piloto tuvo unos treinta segundos para hacer una última reflexión antes de caer en manos del ejército vietnamita. Se susurró a sí mismo: “Cinco años allá abajo, al menos. Me voy del mundo de la tecnología y entró en el mundo de Epicteto”.

El nombre del piloto era James B. Stockdale, vicealmirante de la marina norteamericana, quien estuvo preso en Hanoi durante casi 8 años, fue torturado quince veces, fue sometido a dos años con hierros en las piernas y a confinamiento solitario durante cuatro.

En las aulas de la universidad de Stanford conoció el mundo de Epicteto, el esclavo romano convertido en filósofo, que vivió en el siglo 1 d.C. y quien se convirtió en su maestro y amigo, proporcionadole fuerza durante sus duras pruebas como prisionero de guerra en el Hanoi Hilton, como era conocida la prisión.

Stockdale, cuando pensaba en el mundo de Epicteto, estaba considerando una situación donde la persona no tiene control sobre las circunstancias, no tiene libertad, es el mundo del poder arbitrario, la esclavitud, la cárcel, la tiranía, en ese mundo el control y el poder quedan reducidos sólo al que se tiene sobre sí mismo y desde esa trinchera surge el coraje para enfrentar el destino adverso.

Cuando le preguntaron a Stockdale en una entrevista por qué unos prisioneros no lograban salir, su respuesta fue que eran “demasiado optimistas”, fueron los que dijeron saldremos para Navidad…, luego saldremos para pascua…, luego para día de Acción de Gracias… y no pasaba nada, lo que si pasaba era otra Navidad, otra Pascua y otro dia de Accion de Gracias en las mismas o peores condiciones, se dieron por vencidos, murieron de “corazón roto”, luego agregó, esta es una lección muy importante, nunca se debe confundir la fe, mucho menos perderla, de que al final se logrará el objetivo con la disciplina para enfrentar los hechos más brutales de la realidad actual, sean cuales sean.

En otra ocasión manifestó, nunca perdí la fe en el resultado final de mi historia, nunca dudé no solo de que saldría, sino también de que prevalecería al final y convertiría la experiencia en el evento definitorio de mi vida, que, en retrospectiva, lo haría no negociable. La fe que nunca se debe perder es la que se sustenta en las cosas que puedo controlar, mis sentimientos, mis creencias, mis actitudes, el apego inalienable al bien, a la virtud, la determinación de no dejarme vencer, la fe en que alguien o algo me va a rescatar mañana o pasado no es fe, es solo una esperanza pasajera.

El 6 de diciembre de 1998 un país sudamericano voló directo a una trampa antidemocrática y totalitaria, no se incendiaron los motores, el sistema de controles quedó intacto, no hubo eyección ni piloto, mucho menos una guerra, ni aterrizaje, ni huesos rotos, el país entró al mundo de Epicteto simple y gradualmente y los 30 segundo de reflexión no han terminado.

Ese país se convirtió en cárcel sin que se levantaran muros, se tortura y se ejecuta sin estar en guerra, el grillete es una caja de comida o una prórroga y la tortura es una medicina que no hay o una cola de días y noches para reponer combustible, para comprar comida hay que ir al extranjero o tener divisas a manos llenas, en ese país ver morir a un familiar por falta de asistencia es una cotidianidad.

Como en la historia del Hanoi Hilton no se debe perder el foco en el objetivo de un cambio, ni la fe en la prevalencia, no cabe duda que la experiencia será definitoria en la vida de cada persona y en la del país.

Un antiguo pensador griego definió el coraje como “la resistencia del alma”, esa resistencia desde lo existencial, desde lo más íntimo, desde esa alma inconquistable se genera la fuerza para sobrellevar y transformar las circunstancias adversas, una mente reflexiva que reconoce quién es el enemigo y quién el amigo. Un alma que no puede ser engañada y actúa desde el pragmatismo, en el conocimiento de que nadie puede hacerle daño a otro si este último no lo permite, en esta noche negra como el abismo nos encontrará de pie, con la cabeza en alto y sin miedo.

Luego de intentar suicidarse para evitar comprometer a sus compañeros, Stockdale fue socorrido y se recuperó. Al regresar a las celdas comunes, Dave Hatcher uno de sus amigos más cercanos lo reconoció por el sonido particular de su caminar a consecuencia de las fracturas, y en secreto le dejó una nota escrita con excremento de rata, sin comentarios ni firmas: el último verso del poema Invictus de Ernest Henley

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
SOY EL AMO DE MI DESTINO,
SOY EL CAPITÁN DE MI ALMA

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