El mundo cambió, quizá demasiado rápido para nuestro gusto, pero sucedió, es así y no lo podemos evitar; de hecho, puede que lo merezcamos. Durante ya demasiado tiempo la corrección política occidental nos ha llevado a tolerar lo intolerable, a negociar lo innegociable y ceder en los temas en los que nunca se debió mostrar condescendencia. No es el fin del mundo, pero ¡Ojalá sea el fin del mundo que conocemos! ¡Dios quiera que sea el fin del mundo tibio, egoísta, egocéntrico y miope en que vivimos actualmente! Este debe ser el final de los individualismos patrios, de las naciones ricas que solo velan por su propio bienestar, limitándose a financiar ONGs en los países del tercer mundo para aliviar sus conciencias. Debe ser el final de la tolerancia por interés económicos; tiene que ser el fin de la doble moral.
Llámelo Coronavirus, Corvid-19 o Virus Chino, da igual, lo cierto es que se llevó a señoras humiles y a ejecutivos bancarios por igual, afectó a la gente sencilla y también a los más pudientes; afectó a países pobres y sacudió a la Unión Europea y a EEUU. Nos obligó a encerrarnos en nuestras casas, y nos enseñó a vivir con miedo, hasta del aire que respiramos.
Lo anterior nos tiene que dejar una gran lección: Somos una misma especie y tenemos un solo planeta. La civilización debe dejar atrás la errónea creencia de que puede desentenderse de los problemas que azotan a los países más pobres, es imperativo descartar la idea de que puede abandonar a su suerte a los pueblos secuestrados por el autoritarismo. Sucede que en realidad formamos parte de un “Todo” interconectado a cada parte del mundo, y que al final las consecuencias de tantas omisiones cómodas, políticamente correctas y “pragmáticas”, tardan en llegar, pero llegan, y lo hacen de forma cruda e inmisericorde.
Miles de personas en Europa y el mundo han muerto victimas del comunismo chino. ¡Vaya ironía! Al final la negligencia, la maldad y la censura comunista llegaron a las calles del llamado “Primer mundo” cobrándose la vida de los inocentes, como durante décadas lo ha estado haciendo entre el gentilicio chino ante la indiferencia e incluso complicidad de los países “civilizados”. No confundamos, los chinos no son culpables de la propagación del virus, los culpables son los comunistas chinos, una élite, un grupito aferrado al poder a costa del sufrimiento de millones de ciudadanos como el Dr. Li Wenliang, que murió enfrentando la censura roja, denunciando el verdadero peligro de ese virus. Incluso, si vemos más allá, encontraremos que los verdaderos culpables de la propagación del virus son aquellos que han sido tolerantes con el comunismo; esos politiquillos de mantequilla adictos a la corrección política y al mal llamado “pragmatismo”.
Sí, es una opinión “políticamente incorrecta”, y no faltará quien nos tilde de “Ultra”, pero la verdad sea dicha: Quienes censuran rabiosamente una esvástica, pero toleran desfachatadamente las remeras con la cara del Ché Guevara, y la existencia de partidos comunistas a lo largo y ancho del mundo, no solo están pecando de incoherentes, sino que también pueden considerarse coautores de esta pandemia.
Mientras exista el comunismo, la humanidad estará en peligro.
¡Dios bendiga a Venezuela!
@VJimenezUres