Por suerte América Latina no se ha constituido en un foco mundial, quizás por el clima o por la mano de Dios, hasta ahora. Porque la verdad es que los irregulares sistemas de salud de la región van a ser retados con esta crisis, que si tiene contra la pared a Europa, no hay que discernir mucho para suponer lo que ocurriría aquí. Sin embargo, tampoco USA de la mano de Trump ha tenido tino en el manejo de la crisis. Igual que los otros populistas: Bolsonaro y López Obrador, cada uno de los personajes de este trío, trata de ver quién lo hace peor. El efecto del Covid 19 se esparcirá sobre casi todos los aspectos de la vida como la conocíamos. Ya no es solamente el tema sanitario ni de las relaciones sociales entre las personas, es el enclaustramiento impuesto o autoinflingido, el tema de la educación, el del trabajo o el de la importancia que adquiere internet, la televisión y los demás medios que nos conectan con el planeta. Los efectos sobre la cadena de suministros, teniendo a China como la fábrica del mundo, el proveedor barato de todos los continentes, han obligado a repensar sobre un ícono de nuestra época: la globalización. Hoy el mundo depende en grado sumo de los principios activos chinos para fabricar medicinas en los respectivos países, así como muchas cadenas industriales dependen de componentes que vienen del gigante asiático, por lo que se está cuestionando el criterio de la producción económica, para dar paso a una producción local, pero segura y menos contaminante.
Y aunque China, por ese estado marcial que vigila cada ciudadano y se impone sobre la población, ha logrado controlar la enfermedad, el asunto es que sus fábricas van a tardar en retomar su ritmo, pero lo crucial no será eso, sino que cuando lo consigan sus clientes estarán sumidos en la misma paralización que los aquejó a ellos, con la diferencia que el resto del mundo será más lento en controlar la enfermedad. Visto esto y con el precedente de la entropía creada por Tump en la economía y en las relaciones políticas internacionales, está cantada una recesión que ya se vislumbraba pero que ahora será una realidad. Algunos economistas predicen que será semejante a la de 2008 porque los fundamentos de la economía no han mejorado, sino lo contrario. Una crisis de esta magnitud no se puede resolver solamente con bajas de tasas de interés y aumento de la inyección de dinero. Ya las aerolíneas, prácticamente con toda su lota en tierra, piden ayudas que ascienden a US$ 200.000 MM. Y eso es sólo un sector.
Si este escenario nada halagador se materializa tendrá efectos políticos contradictorios: en principio afianzará a los gobiernos, pero luego podría crear revueltas, contenidas ahora por el enclaustramiento, pero que después puede haber una rabia contenida que se desborde. Esto podría afectar, impensadamente, a regímenes fuertes pero también podría dar vuelcos a democracias que no enfrenten debidamente la crisis por lo que la gobernabilidad será puesta a prueba. Por lo pronto los gobiernos tienen el protagonismo, en tanto que los ciudadanos esperan que lo hagan bien, pero están prestos a reclamar mejores medidas. Inusitadamente los seguidores de redes sociales entendieron que deben seguir fuentes confiables de información en vez de creer en fake news. Por otra parte, la humanidad está entendiendo que debe vivir en armonía con el ambiente y preservar el delicado equilibrio natural. ¡Dios proteja a los venezolanos porque tenemos uno de los peores sistemas de salud del planeta!