Las imputaciones por narcotráfico presentadas el pasado jueves, 26 de marzo, por Fiscales del departamento de Justicia estadounidense contra Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Padrino López, Maikel Moreno, cabezas de poderes fácticos de la dictadura, y otros diez sujetos, ha devuelto un halo de esperanza a vastos sectores de la sociedad venezolana.
El cruce de al menos tres factores ha arrinconado a la dictadura alentando el optimismo. La crisis de salud acentuada por la pandemia del COVID-19 que nos sorprende con un sistema sanitatio en el suelo, sin agua potable y con el resto de los servicios públicos destartalados. La acentuación de la crisis alimentaria producto de la crisis económica generada por el régimen, profundizada por las presiones internacionales hasta dejar al país sin combustible. Y el aislamiento internacional, casi total y absoluto, de la dictadura a consecuencia de las imputaciones por narcotráfico, reduciendo su capacidad de maniobra a la de un cuerpo leproso.
La propuesta de un Gobierno de Emergencia Nacional presentada por Juan Guaidó, en la noche del día siguiente, se ha sumado fortaleciendo la impresión sobre la inminencia del cambio al suponerse que con ella el cese de la usurpación va en vía de solución.
El amplio entusiasmo despertado desde la misma mañana del jueves saturó las redes sociales de memes, chistes y comentarios alusivos al suceso de la imputación. El cauteloso silencio global del apaciguamiento y la cohabitación habló por sí solo. La percepción general es de estar próximos a un desenlace, sin saber exactamente cuál ni de qué tipo, que inicie el fin a la tragedia padecida por los venezolanos.
No obstante, es prudente advertir que de consumarse una salida a la pesadilla que abate a la nación quedarían unas consecuencias cuyo tenor se desconoce pero que plantearán la reformulación del llamado <<Proyecto País>>, presentado por la Asamblea Nacional, en la perspectiva de los signos de retroceso visibles en los nuevos problemas e interrogantes legados al mundo por la pandemia del coronavirus COVID-19.
Justamente sobre esos malos signos y otros deseo alertar.
La fe cubre el vacío
A la caída de la tarde del viernes, 27 de marzo, el papa Francisco impartió en forma extraordinaria la bendición Urbi et Orbi, la más solemne de las que imparte desde el balcón de la Basílica de San Pedro, para invocar la derrota del coronavirus COVID-19.
Aunque los medios describieron que la oración de Francisco fue “en una plaza desierta, envuelta en silencio y mojada por la lluvia incesante” debido al “aislamiento social” dispuesto, no es menos cierto que la pandemia ha llenado el cielo de clamores pidiendo a Dios no olvidarse de sus fieles en esta hora aciaga.
La confianza en la ciencia, aunque recuperada, se renovará solo cuando aparezca la vacuna para dotar de anticuerpos que destierren al virus de los organismos contagiados y proteger a los cuerpos sanos. Entre tanto la fe de los creyentes en sus dioses suplirá esa carencia como ha sido en el pasado.
Del violento crecimiento de la pandemia del coronavirus sin señales claras de cómo detenerlo surge la inevitable pregunta de a ¿quién está al servicio la ciencia, del ser humano o del mercado? Las respuestas no aparecen.
Así lo entendió Francisco y por supuesto nada más apropiado para su mensaje que inspirarlo en el Evangelio según Marcos 4 versículos 35 al 41 en el que “Jesús calma la tormenta” para pedir el retorno a la fe en el Señor.
La pandemia como centro de preocupación del gesto del santo Padre justifica, sin duda, el carácter extraordinario de la bendición Urbi et Orbi a sus fieles, sólo reservada para el momento de su designación como papa, la Navidad y la Pascua.
Según la OMS para ese momento de su oración el coronavirus había alcanzado a 199 países, el número de contagiados estaba por el orden de los 512 mil y el de las víctimas ascendía a 23 mil. Estados Unidos había superado a China en el número de infectados. España e Italia representaban los casos de mayor gravedad por la elevada tasa de mortalidad; pese a disponer de los mejores sistemas de salud del mundo, tercero y cuarto respectivamente de acuerdo con el mapa de los sistemas sanitarios elaborado por Bloomberg en cuanto a inversión en salud, esperanza de vida, camas por habitantes, tasas de mortalidad, etc.
El Papa aguzó su ojo político sobre un aspecto crucial revelado en su bendición descubriendo cuán indefensa está la humanidad ante la tormenta precipitada por la pandemia del COVID -19 sobre el planeta entero.
Nos recuerda Francisco que “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habi?amos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra co?mo habi?amos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad.”
Se desinfla el liberalismo
El triunfo del liberalismo, proclamado a los cuatro vientos tras la caída del muro de Berlín y del fin del comunismo soviético con la ilusa tesis del <<Fin de la historia>> de Fukuyama, se desinfla ya no en el Chile de los saqueos de octubre de 2019 sino en todo el mundo.
Las flaquezas liberales que durante la crisis de 2007-2009 obligaron a recurrir al subsidio del Estado para hacer lo que la “mano invisible” del mercado no pudo, se repiten ahora con mayor fatiga ante la pandemia del coronavirus.
Ricardo Haussmann sostiene que “más allá de las muertes y del sufrimiento humano, los mercados están dando por cierta una recesión catastrófica acompañada de defaults masivos, como quedó de manifiesto en la revisión radical del riesgo de crédito corporativo por parte de los mercados financieros.”
La vulnerabilidad se acentúa con la velocidad de la pandemia, los técnicos hablan de un crecimiento exponencial del contagio, multiplicativo, o dicho en modo brutal: un crecimiento ferozmente mortal.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo a los líderes que participaron en la cumbre mundial sobre COVID-19 que la pandemia se está “acelerando”, aunque señaló que todavía era posible “cambiar la trayectoria” del brote.
No dejó dudas sobre la peligrosa velocidad de la pandemia, la ilustró con unos simples datos: “tomó 67 días desde el primer caso reportado para llegar a los primeros 100.000 casos, 11 días para los segundos 100.000 casos y sólo cuatro días para los terceros 100.000 casos”.
Tedros Adhanom hizo un nuevo pedido a las autoridades y a la población: “No somos espectadores indefensos. Podemos cambiar la trayectoria de esta pandemia”.
El Congreso de EE.UU reaccionó aprobando un descomunal paquete de ayuda económica. La más gigantesca de la historia. La ayuda aprobada por Obama en la crisis de 2007-2009 luce irrisoria. Dos billones de dólares irán a individuos, instancias de gobierno y empresas privadas sin la certeza de restablecer la demanda golpeada severamente por la pandemia y atenuar la recesión.
La naturaleza de la actual crisis presenta rasgos más complejos. Sara Levy apunta que “a diferencia de las múltiples recientes crisis financieras y bancarias, esta tiene un origen externo a la economía y afecta inicialmente la esfera real de la misma, y lo que parecía inicialmente el efecto negativo de un shock de demanda, ya ha transmutado al de un negativo shock de oferta, lo que la hace infinitamente más letal en términos socio-económicos.”
Los países europeos postergan una decisión, debido a la resistencia de Alemania y Holanda, en la cumbre por vídeo conferencia del viernes 27 de marzo. Pero el borrador de la cita asienta que “será necesaria una estrategia de salida, un plan global de recuperación económica y una inversión sin precedentes”. Por ahora, los 27 líderes de la UE, se limitarán, de momento, a pedir que la Comisión Europea “comience a trabajar sobre una propuesta para una hoja de ruta de la recuperación, acompañada de un plan de acción”.
Se debilitan la colaboración y la democracia liberal
La colaboración entre las naciones no tiene la fuerza esperada, no hay iniciativas conjuntas destacadas entre las principales potencias mundiales. Las acciones multilaterales se han desvanecido aunque la gravedad de la crisis la demanda.
No se vislumbra un liderazgo conjunto conviniendo en un rumbo a seguir. Casi todos han preferido verse el ombligo. La Merkel parece un faro de luz solitario alumbrando el camino a seguir: “eso es lo que nos muestra una epidemia: cuán vulnerables somos todos, cuánto dependemos del comportamiento considerado de otros, pero también cómo podemos protegernos y apoyarnos unos a otros, actuando mancomunadamente.”
Pero las advertencias sobre los excesos no cesan. El autoritarismo ha mostrado su rostro en todas partes, el historiador israelí Yuval Noah Harari ha llamado al gobierno de Benjamín Netanyahu “la primera dictadura del Coronavirus” por la supresión del parlamento de su nación.
La atención a la pandemia se está haciendo solo puertas adentro, este aislamiento es un peligroso signo inequívoco de retroceso. Ysrrael Camero, historiador venezolano, advirtió tempranamente que “la consolidación de un giro autárquico y conservador en la política mundial puede tener consecuencias negativas para una posible democratización en Venezuela.” Es una pésima señal que impide el necesario intercambio de información de las experiencias en cada país. Camero recordó que “los puentes enriquecen y los muros empobrecen.”
La recesión económica golpeará con más fuerza a los países en desarrollo, sus efectos se sentirán en aumento de la inestabilidad de los sistemas políticos democráticos. Gobernabilidad y gobernanza se resentirán sobre todo en las democracias más débiles, no importa el signo ideológico de los gobiernos. El discurso político ante la pandemia del derechista Bolsonaro en Brasil pocas diferencias guarda con la del izquierdista López Obrador en Mexico. Las irresponsabilidades del socialista Pedro Sánchez en España nada envidian a las Boris Johnson en Inglaterra.
Entre nosotros la dictadura ha convertido el aislamiento social ante la pandemia en estado de sitio en que el poder de las armas ahoga cualquier vestigio de libertad que pudiera registrase. Detiene periodistas, persigue diputados, hostiga y tortura ciudadanos, extorsiona transeúntes, asalta negocios. Los ejemplos abundan.
El historiador Tomas Staka ha alertado que “de todas las víctimas del nuevo coronavirus, hay una sobre la que puede dejar consecuencias singularmente amplias y duraderas: la democracia. No porque la pandemia en sí mismo pueda matarla, sino porque puede alojarse en un cuerpo enfermo.”
Aguardan tareas insoslayables cuyo perfil irá cobrando forma con el curso de la crisis y sobre todo después de su fin, la extensión del aislamiento social en muchos países anuncia la complejidad de la catástrofe en la que estamos. Debemos estar atentos, malum signum secierne sobre la humanidad.