Las historias se repiten cada vez más. Una tras otra, miles de personas son enterradas en soledad. Sin que nadie pueda despedirla. Sin que nadie pueda abrazarse entre sí para disminuir la angustia que estruja el alma. El consuelo llegará en soledad, en cuarentena, sin compañía. Como esa muerte que acaba de partir, cuya víctima no pudo recibir siquiera un abrazo de contención o una caricia póstuma, un apretón de manos interminable, aferrándose a esa vida… o una lágrima que moje la sábana que sostiene a ese amado que se va.
Por Infobae
Eso vivió una familia entera del estado de Washington, en los Estados Unidos. Sundee Rutter, de 42 años y madre de seis, había enfermado del nuevo coronavirus COVID-19. Dos semanas después, murió. Ninguno de sus hijos pudieron despedirla como hubiera sido normal en otras circunstancias.
Todos sus miembros fueron forzados -como medidas preventivas- a pasar los momentos finales de Sundee alejados de ella para no contagiarse. Siempre habían fantaseado sobre ese momento: sobre todo cuando debió atravesar un durísimo cáncer de mamas que casi termina con su vida años atrás. Pero esto nunca lo pensaron. Ni en la peor de sus pesadillas.
“Le dije que la amaba… que no debería preocuparse por los niños”, contó Ross-Rutter, 20 años, la mayor de las hijas mujeres a BuzzFeed.
Sundee, una luchadora de la vida, sintió los primeros síntomas el 3 de marzo. Tenía fiebre y dificultad para respirar, se presentó ante el Providence Regional Medical Center sin embargo fue enviada de vuelta a su casa de Everett, donde vivía. Pero el 7 de marzo, cuando los síntomas no se habían ido, regresó. Finalmente la admitieron y sería trata por neumonía. Al día siguiente, los resultados de los análisis estaban disponibles: tenía COVID-19.
“Ella pensó que tenía gripe, probablemente. Pero, ¿coronavirus? Fue un poco difícil para nosotros entender cómo podía conseguirlo porque no mucha gente lo tenía por aquí”, contó sorprendida la Ross.
Al comienzo, sus hijos pudieron visitarla. Para ellos era una “supermujer”, debido a su historial luchando contra el cáncer. La única condición que los médicos y enfermeros le habían exigido era que portaran máscaras de protección para evitar el posible contagio. “Ni siquiera quieren tocar a mi mamá”, contó Ross. “Ella me enviaba mensajes con corazones pero no respondía”, contó la joven. Pero a los pocos días, Sundee fue completamente aislada. Al principio le dejaron que pudiera enviar mensajes de texto. Pero el 16 de marzo, sin contacto alguno con sus hijos, murió.
“Amaba la música. También le encantaba cuando le enseñáramos los nuevos movimientos de baile que estaban de moda”, la recordó Ross. “Ella ya había vencido al cáncer y estaba tratando de recuperar su vida y luego sucedió esto. Ella es una luchadora, no parecía dejar que eso la molestara en absoluto”, relató Jessica Harris, una amiga íntima de la víctima, en diálogo con el mismo medio.
Desde que la historia de los Rutter se conoció, miles de personas en todo los Estados Unidos hicieron donaciones para la familia. En total recaudaron 275 mil dólares. Será utilizado para solventar a la familia en estos duros años por venir. Lo decidió el mayor de los hermanos, Tyree, de 24 años, quien ahora será quien guíe al resto en este grave mometno. “Ella era una supermamá, ¿sabes?”, concluyó. Y no pudieron tomarla de la mano en su instante final.