. Con el coronavirus y la suspensión de las clases cambió de ramo. Ahora vende mortadelas y lo hace desde el interior. Pese a los gritos que da desde su casa para ofrecer el nuevo producto, el frenazo que ha impuesto la cuarentena decretada en todo el país, ha abierto un agujero en sus finanzas. Antes de que la vida cambiara para todos, cuando la Covid-19 era un problema solo de China, cada semana podía ganar siete millones de bolívares, menos de 100 dólares (93 euros), que le alcanzaban para alimentar a su esposa y sus dos hijas. Esta semana los ingresos no llegan a los 25 dólares (23 euros).
Por: El País
Hernández tiene 55 años. Con unos estudios universitarios a medias, ha vivido toda la vida en la economía informal, de la que depende más del 60% de los venezolanos y a la que se han sumado incluso los trabajadores del sector público, cuyos bajos salarios los obligan a buscar nuevas fuentes de ingresos. Ha estado quebrado varias veces y ha vuelto a estabilizarse para vivir al día. Un tiempo aspiró a tener una tienda propia, pero no pudo; sabe lo que es esperar sin nada en el bolsillo a que las ventas reproduzcan el dinero gastado en mercancía, como hizo la misma semana que detectaron los primeros casos y él estaba en Cúcuta buscando provisiones para el negocio; dice que hace magia. “Con dos cuadernos que venda compro un pan”. Ahora ve el panorama oscuro. “La cosa no parece fácil, por lo que se ha visto en otros países yo creo que esto va a ser para rato, pero fui a Catia hace tres días y eso está normal, el comercio tiene mucho movimiento, y la gente, sin tapabocas”, dice preocupado. Él consiguió cuatro mascarillas regaladas para su familia para pasar la epidemia.
Las policías han impuesto un control estricto sobre la cuarentena en los sectores de clase media de Caracas, donde las calles han permanecido desoladas. Solo los supermercados y las panaderías reúnen gente, en filas con un metro de separación entre cada persona y todos con guantes y tapabocas, como ordenó Nicolás Maduro. Pero en varias zonas populares de la capital, aun con restricciones, el día a día se impone al distanciamiento social y allí las calles llegan a ser el hervidero de gente de siempre, con mascarillas de todo tipo. Estos días se han visto escenas como la de un funcionario de policía con un megáfono en la redoma de Petare enfrentando la indiferencia de un mar de personas a las que les pedía volver a sus casas “por la salud de todos”. El viernes hubo protestas en el barrio de Catia cuando intentaron desalojar a cientos de comerciantes informales que vendían productos sobre manteles en la calle.
Sin gasolina no hay comida
Para muchos venezolanos no es posible hacer una compra de alimentos para guardar. Los datos presentados en febrero por el Programa Mundial de Alimentos revelan que el 8% de la población venezolana (2,3 millones de personas) está en situación de inseguridad alimentaria grave, “principalmente como resultado de los altos precios de los alimentos”. El estudio refleja que otros siete millones están en situación de inseguridad alimentaria moderada. A principios de este mes, la FAO alertó de que Venezuela y Haití son los únicos países de América Latina que necesitan asistencia alimentaria exterior.
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