Por supuesto que se trata de todo un régimen que afecta a propios y a extraños. Tienta y se hace de individualidades y hasta de sectores de la oposición a los que contamina y, a cambios de prebendas y otros favores más, participan del negocio. Porque también hay los que hacen jugosos negocios y conocen como la boliburguesía y los bolichicos. Sin embargo, es hasta peor. Porque practican el más descarado cinismo. Se dicen de oposición y también hacen diligencias de oposición que no es otra cosa que intentar que todos cohabitemos con la dictadura. Esto pone el acento en ls diferencias éticas que van más allá de la política. Varias veces hemos sido víctimas de la traición.
Como nunca antes, hacer política y, mejor, hacer política ciudadana ha significado hacer política con ética. Una y otra cosa a la vez. Si hacemos únicamente política, sola, desnuda, nos llevará al pragmatismo más sórdido, al oportunismo más obsceno, a vender hasta la misma mamá si es posible. Si nos realizamos únicamente a través de la ética, sola, desnuda, nos llevará completamente a la contemplación, al aislamiento, a tratar de salvar el propio pellejo con olvido de los demás. Y para superar la situación planteada en Venezuela, se necesita de la gente sana que es la inmensa mayoría de la población, incluyendo a dirigentes con los que nos podemos acordar, porque predican y dan ejemplo de esos principios y valores mínimos con los que coincidimos, a pesar de las diferencias y matices políticos. He acá la clave: la pureza absoluta en lo ético es inútil en el mundo terrenal, en el de la pluralidad y las más lógicas diferencias. Podemos y debemos coincidir todos en lo posible para hacer todo lo posible: superar al narco-régimen socialista. Quedan huesos sanos en el liderazgo político venezolano. Lo reconocemos porque no somos maniáticos de la ética. No obstante, los hay insanos y, como tampoco somos maniáticos de la política, no cedemos ante los cómplices y colaboracionistas de la dictadura. Luego, es posible hacer lo posible para salvar al país desde una postura política que no se entiende sin la ética y desde una postura ética que no se entiende sin la política. Porque estamos en el terreno de los hechos y, a la vez, tenemos deseos y esperanzas de trascendencia histórica.