Aunque a veces no se admita ni se pueda percibir con facilidad en nuestra informatizada sociedad, las políticas públicas logran ser efectivas más por el liderazgo local que por el simbolismo de un decreto firmado en Miraflores. Es en el día a día, en el contacto entre vecinos, donde los grandes y ambiciosos planes diseñados en Caracas se estrellan en un abrumador fracaso cuando su aplicador, el Jefe de Calle o el vocero del Consejo Comunal, da muestra sus debilidades en el ejercicio de sus funciones, amen del vecino que vierte en el repartidor del gas, en los trabajadores del aseo, en los encargados del Clap, sus frustraciones por no haber logrado salir de esta pesadilla de gobierno de los últimos 20 años, conducta que en todo caso no acerca la solución de los problemas sino que las aleja, además de irrespetar a esas personas que constituyen el último eslabón de la cadena gubernamental que dicho sea de paso no tienen ni un ápice de responsabilidad en la toma de decisiones.
¿Por qué ocurre estos fracasos?, además, de los congénitos defectos de las políticas contaminadas del fanatismo ideológico, el liderazgo local, siendo tan importante, debe ser practicado por personas que reúnan cierto perfil.
El primer requisito es contar con el respeto y respaldo de sus vecinos. No se puede ser líder vecinal a punta de gritos o imposiciones, se es líder vecinal es porque se puede lograr conducir voluntades por medio de convincentes argumentos y hábil persuasión, oir mas y hablar menos, ser empático. Eso no hay otra forma de ser demostrado más que por el voto libre, universal, secreto y directo. Un vocero de consejo comunal o un jefe de calle no puede ser puesto a dedo de un partido (el que sea), su cargo debe depender de la voluntad libre de los vecinos.
Un segundo requisito, tan importante como el primero, es asumirse como representante de la colectividad. Aunque el líder vecinal tenga simpatías políticas con quién gobierna lo cual no es un delito, su labor no es aplaudir o decirle “amén” a todo lo que diga el gobernante. Su jefe no es el alcalde, el gobernador o el presidente, su jefe es el conjunto de los vecinos. Si sus vecinos no tienen agua, no tienen gas, no tienen seguridad o no reciben alimentos su deber es alzar la voz, con mansedumbre, respeto y firmeza, en nombre de sus vecinos. Nada de silencios cómplices ni solidaridades automáticas.
El tercer requisito es saberse sustituible. Un líder vecinal no es vitalicio, ni eterno. Si en las periódicas elecciones que deben darse, otro es electo, el deber es entregar con respeto su rol al nuevo líder. Nada de ese lamentable show de no entregar cuentas, ni actas y hasta los sellos se pierden. Debemos comprender que principios como: la transparencia, la rendición de cuentas y la contraloría social son esenciales para la unión de los vecinos y la opacidad, el secreto y la macolla solo nos conducen a la proliferación de las dudas, la desconfianza y las malas prácticas.
Engelbert Rivero Montenegro
Secretario de Asuntos Municipales
AD Carabobo