“Señor presidente, estamos atravesando una crisis alimentaria. Aquí hay una guerra”, advierte Joani Fredericks, una activista de Sudáfrica, preocupada porque el confinamiento en su país ha derivado en choques con la policía y saqueos en los barrios más empobrecidos, a causa del hambre.
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“Algunas personas vandalizaron tiendas, atacaron a gente. La única razón es que tienen hambre”, explica Fredericks, miembro de una asociación, en un desgarrador video divulgado en redes sociales.
Esta semana, parte de los vecinos de Mitchells Plain, el suburbio de Ciudad del Cabo (suroeste) en el que ella vive, frustrados por no recibir alimentos por parte del gobierno, quemaron neumáticos y lanzaron piedras a la policía, que replicó con pelotas de goma y gases lacrimógenos.
A unos kilómetros de allí, agentes de seguridad privada asistieron, impotentes, al saqueo de un supermercado perpetrado por decenas de jóvenes.
En Sudáfrica, primera potencia industrial del continente, en tiempo normal, el 20% de los hogares adolece de una falta de acceso a la alimentación, según la Oficina nacional de estadísticas.
Una situación que se ha degradado bruscamente con el confinamiento impuesto desde hace tres semanas para atajar la pandemia de coronavirus, y que el presidente, Cyril Ramaphosa, ha prolongado hasta finales de abril.
Muchos habitantes de los “townships” y de las barriadas de chabolas del país perdieron su empleo y se quedaron sin ingresos de un día para otro.
– Riesgo de violencia –
Las autoridades pusieron en marcha un sistema de reparto de alimentos para los más vulnerables, pero son muchos los sudafricanos que todavía no han recibido los ansiados paquetes.
“Cuando vemos las noticias, vemos que están repartiendo cosas en varias zonas de nuestra provincia, pero no en Tafelsig”, un barrio de Mitchells Plain, en la región de El Cabo, afirma la presidenta de una asociación local, Liezl Manual.
En un contexto tan delicado, los expertos advierten que la violencia podría dispararse entre la población.
“Como algunos no reciben paquetes alimentarios y oyen decir a otros que ellos sí que los reciben, empiezan a reaccionar”, señala Julian May, director del Centro de Excelencia para la Seguridad Alimentaria de la Universidad del Cabo Occidental.
“Si no llega rápidamente una distribución entre los habitantes de los barrios pobres”, la situación empeorará, avisa.
Como era de esperar, el confinamiento ha sacado a la luz, una vez más, las fuertes desigualdades de la sociedad sudafricana. “Algunos de nosotros se quedan en casa y engordan mientras que otros no tienen absolutamente nada”, explica May.
“Si la gente no tiene qué comer, hay una fuerte probabilidad de que [se produzcan] conflictos violentos, incluyendo saqueos a gran escala”, alerta por su parte el Instituto sudafricano de la Tierra Plaas.
– “Elegir entre morir de hambre o de COVID-19” –
“Si la policía y el ejército deciden hacer uso de la fuerza para que se cumpla con el confinamiento […], como ocurrió en los últimos días, la legitimidad del confinamiento podría acabar cuestionándose, lo que tendría unas consecuencias sanitarias desastrosas”, añade Plaas.
Esta semana, la ministra de Desarrollo Social, Lindiwe Zulu, prometió que la distribución de alimentos mejorará.
Solo en la primera semana de abril se repartieron 48.411 paquetes con comida.
Sin embargo, según Julian May, el gobierno debería optar por repartir dinero en lugar de comida, a través de subsidios, un sistema muy utilizado en el país.
El gobierno es “eficaz cuando se trata de dar dinero en efectivo”, pero “no lo es repartiendo alimentos”, considera.
“Nos dijeron que tendríamos paquetes. ¿Donde están esos paquetes?”, se pregunta, enfadada, Nazlie Bobbs, madre de familia, residente en Mitchells Plain.
Una ira de la que también se hace eco Joanie Fredericsk. “¡No deberíamos tener que elegir entre morir de COVID-19 o morir de hambre!”, denuncia.
Sudáfrica es el país de África subsahariana más afectado por la pandemia del coronavirus, con cerca de 2.800 casos de contagio y 50 decesos.