Un gesto de rebeldía civil abrió las puertas a lo que parecía improbable y riesgoso en grado máximo, pues el conformismo de algunos y el oportunismo de otros tantos, no hacía presagiar resultado halagüeño. Pero ahí quedó para la posteridad como acicate al menos para la reflexión y si no es demasiado pedir para la activación ciudadana.
Hoy la bruma del desasosiego inducido por demás, vela el destino de millones de venezolanos obligados a confinarse ya sea por prevención sanitaria y/o calculo autocrático. La pandemia nos tomó casi por sorpresa a todos, pese a que sabíamos de sus estragos iniciales en lejanas latitudes, tal vez ese “excepcionalismo” que parece arraigado empíricamente en el común de los venezolanos, hizo desestimar que aquello podía afectarnos. Pues sí, llegó. Lo visto en los últimos treinta días en la ya atribulada Venezuela del siglo XXI, se asemeja como sarcasmo fatalista a uno de esos malos films apocalípticos de los años ochenta en los que la amenaza de hambruna, escasez de combustible y canibalismo social consumían los 110 minutos de proyección cinematográfica. Por desgracia, ahora somos presa de un funesto guión que alude a diario nuestra fragilidad existencial, sin aparente solución de continuidad.
Conmemoramos un 19 de abril, hoy más que nunca atípico. Pero ello no es óbice para la reflexión que concita la fecha. En medio de la diaria sobrevivencia, es preciso no decaer en la lucha por la Libertad, la Honestidad y la Prosperidad nacional. Por más que los voceros del gansterismo hecho poder se ceben en arrebatarnos la esperanza, debemos persistir en la tarea, sin desmayo, aunque suene inverosímil.
Reinventar las formas de resistencia es imperativo, ya de por sí, resistirse a la inanición es una proeza. Educar a nuestros hijos sin adefesios mediatizados, encierra en sí misma una oportunidad única de convivencia y construcción ciudadana.
Nos tocó un momento de no menores obstáculos como los que hubo de sortear aquella generación de venezolanos de principios del diecinueve, asumirla hoy, ya no es una opción sino un compromiso de vida.
Además de evitar el contagio del temible virus, también debemos evadir los mensajes agoreros y la claudicación inducida. No basta con disentir entre dientes, aupar la conciencia colectiva del trance en que nos encontramos no admite excusas ni devaneos. Avanzar hacia una nueva gesta que nos libere de esta y cualquier otra peste es tarea inaplazable.