Solemos creer que somos completamente ajenos a la suerte del Corea del Norte, cuyos gobernantes son tan miserables que, en medio de las más sonadas hambrunas, claman y reciben la ayuda de occinte, mientras ellos se arman cada vez más y se ponen a jugar con sus misiles, aún bajo la ofensiva del coronavirus, deseándolos con ojivas nucleares. Nada puede aportarle a Venezuela. Al revés, Venezuela le aporta y mucho, aunque no se saben del alcance de los acuerdos comerciales y militares que Chávez y Maduro contrajeron con Jong-un, como tampoco del parasitaje cubano y de los convenios con China y Rusia. Recuerdo que en el pasado mandato legislativo (2011-2016), en la Asamblea Nacional funcionó un comité de amistad venezolano-norcoreano con el entusiasta apoyo del chavismo y del madurismo. Todavía andan por ahí las fotografías de los ágapes en la embajada de Pyongyang en Caracas. Los diputados de Vente Venezuela fuimos los únicos que públicamente rechazamos ese contubernio con la larga dictadura asiática. Por cierto, un amigo recientemente recordó que un poeta venezolano y, para más señas, militante comunista que deba unas vueltas por allá a finales de los sesenta, fue hecho preso por sus propios camaradas y fue la democracia venezolana la que pudo rescatarlo y traerlo de vuelta a casa en los ochenta: Alí Lameda.
Pero esa alianza tan macabra entre pandemia y régimen, no es exclusiva de la dinastía Kim. En Venezuela dice consolidarse, porque llegó el coronavirus cuando Maduro más lo necesitaba, ahora que está cuesta abajo en su rodada, como dice el tango. Atender a la población es lo que menos le interesa a las camarillas del poder. Han impuesto un literal toque de queda en todo el territorio nacional. Ha militarizado la pandemia. No obstante, reparemos en una circunstancia: los soldados salen a la calle, trancan calles y avenidas, aíslan los poblados, fustigan cualquier protesta, persiguen y detienen pero se exponen al virus desprovistos de los más elementales equipos. Llevan encima todos los implementos antimotines y las balas que, como dice María Corina Machado, no combate precisamente el hambre y las enfermedades. Y, con todo ese perolero encima, apenas tienen un tapabocas. Menos se sabe de los posibles afectados, porque – juran – es secreto militar. Mientras los capos están bien resguardados, salen los oficiales a defenderlos para exponerse, así de fácil, ya no ante la ciudadanía que jamás los ha agredido, sino el general Covid19. Esta es una faceta de la increíble alianza del régimen comunista venezolano con la pandemia, como ocurre en Norcorea, En Cuba y en otras latitudes donde no hay liberta ni siquiera para quejarse.