Mireya Segovia: Me robaron el futuro que soñé para mis hijos

Mireya Segovia: Me robaron el futuro que soñé para mis hijos

Pudiéramos decir, que fueron muchos los sueños que nos hicieron enrumbar un futuro, que pese a muchos pensadores hoy día, no deben hacerse, porque hay que vivir “el aquí y el ahora”, sin embargo, quienes tuvimos hijos (as), nos forjamos esperanzas, en ocasiones incluso un poco exageradas, respecto a las futuras generaciones, al imaginarnos familias verdaderamente entregadas en su interacción diaria, siempre imaginábamos que nuestro comportamiento, de pensar un futuro forjado para nuestros hijos (as), nos conducirían por muchos senderos fragantes y llenos de virtud, tal como lo hicieron familias de incontables generaciones pasadas.

Como hijos (as) primero, y como padres después, nos encantó pasar muchas horas rumiando tantas cosas buenas, lo mejor que los seres humanos podían ofrecerse unos a otros. Y, finalmente, simplemente nos encantó la imagen de padres de buen corazón, tratando sinceramente de “ponernos los zapatos de nuestros padres” como hijos, y viceversa, mientras adoptábamos comportamientos de empatía con nuestra familia: la verdadera virtud esencial que hace que la vida humana, sea tan valiosa.

Mientras tratábamos de ser excelentes padres, pensábamos en la idea de formarnos profesionalmente, y buscar una mejor forma de vida que nos permitiera ofrecerle a nuestros hijos (as), no una vida llena de lujos, pero sí, de comodidades, y satisfacción, de cosas que ayer nuestros padres no nos podían ofrecer, por sus condiciones de pobreza y limitaciones, pero, que no obstantes, muchas veces sustituían por ofrecimientos humildes, sencillos, llenos de amor.





Mientras decidíamos cómo ser buenos padres, y cuáles ejemplos emplear para la crianza de nuestros hijos (as), recibíamos permanentes estímulos y apoyos de cientos de personas (padres, amigos, profesores, vecinos) las cuales, todas juntas, formaban maravillosas perlas de sabiduría y nos ayudaron en el desarrollo y crianza de nuestros hijos (as).

Pero de verdad, que nunca, pero nunca, imaginamos un futuro como la realidad que ahora viven nuestros hijos (as), nos esforzamos en darles una educación, la educación que era sinónimo de expectativas de transformación de la sociedad, en torno a una igualdad de oportunidades, era el sueño de enseñarle a nuestros hijos(as) que solo a través de la educación, podíamos ir detrás de un objetivo muy ambicioso: construir una sociedad más justa a través de la educación, aun cuando, la realidad educativa discrepa mucho del principio de igualdad de oportunidades, pero que sin remedio, la sociedad comenzó a identificar como principio básico de la educación. Sin embargo, la educación ahora se ha conducido hacia desmesuradas expectativas, que ahora dan como resultado decepcionantes efectos.

Reitero, El futuro que soñé para mis hijos (as) no era el que ahora ellos viven. Ver una hija, un hijo, frustrado profesionalmente, apolilla el alma y el espíritu, te llena de impotencia y porque no, de desperanza. Más aun, haberlo visto emigrar de tu propio país, donde soñaste la alegría de verlo crecer, formar su hogar y tener sus propios hijos(as) es más angustioso aún. Escuchar a un hijo (a) que te diga: perdí mi tiempo estudiando, gaste mi tiempo para nada, no entiendo para que estudie, o peor aún: para que estudio, en este país ya no hay futuro.

Las palabras se ahogan en tu garganta, para emitir un juicio esclarecedor al respecto, ¿cómo respondes a un hijo (a) en medio de todas las cosas, que a ti también, como padres, madres, ser humano, profesional, te agobian, te frustran, como das respuestas y argumentos a tantas interrogantes?.

Temas como, la limitación en el poder adquisitivo, el desempleo, las posibilidades de avance social y de hacer vida independiente de los padres en la transición a la adultez, son parte del amplio baremo de problemas que afectan gravemente a nuestros hijos (as), aunados a la preocupación por la escasez, la inflación y la inseguridad, los que en suma han hecho crecer en ellos el deseo de irse del país, o devolverse y entregarse a una vida de desidia e involuntario sedentarismo.

Por supuesto, en muchos jóvenes, el aumento de este deseo contrasta con que una buena parte de la juventud venezolana -sobre todo, quienes poseen menos recursos- no pensaban en emigrar, y ahora se atreven a hacerlo sin temor alguno, pues no les quedo otra opción. Esto un indicador de que los problemas que afectan a nuestros hijos (as) en vez de mermar se han agudizado, y se agudizan, sin remedio alguno.

Son nuestros hijos (as), los que deciden en su mayoría tomar sus maletas e irse a vivir a otro país. Son los profesionales de temprana edad, aquellos en quienes sembraste, en su pensamiento, el deseo de superación, deciden abandonar sus profesiones y probar suerte en otro país, aunque allí tengan que trabajar en lugares que nada tienen que ver con su formación. Hay una fuga de cerebros, de un futuro próspero, pero sobre todo, hay una fuga de jóvenes, de personas que le pueden dar muchísimo a Venezuela, pero este país no está preparado para devolverles algo, o nada.

Nos robaron el futuro de nuestros hijos (as) esa es la razón. Y NO ES PESIMISMO, SINO CUÁNDO? Debemos rehacer las bases de la Venezuela que necesitamos para que nuestros hijos(as) regresen a un país lleno de esperanza, obtendremos el triunfo de una lucha y de una búsqueda incesante de libertad, necesitamos que los Organismos Internacionales entiendan, que el tiempo pasa de forma vertiginosa y que cada día que termina es irrecuperable, debemos poder ofrecerle respuestas convincentes a nuestros hijos(as), de que si habrá venceremos al régimen que acabo con el futuro de nuestros jóvenes, que finalmente lograremos construir una sociedad con valores de familia, de trabajo, con respeto, propiedad y justicia, lograremos una VENEZUELA LIBRE.