La invasión de una ilusión… por Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr

La invasión de una ilusión… por Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr

Motivo unánime

No juzgaré los motivos que empujaron a los atrevidos jóvenes venezolanos que incursionaron de manera quijotesca por las costas venezolanas. Es imposible juzgar su motivación porque sé que es la motivación de la mayoría de los venezolanos: liberar a Venezuela de las infames garras de la narcotiranía chavista.

Se intentó con votos y cometieron fraude; con diálogo y se burlaron; con justicia y destruyeron el sistema judicial; con protestas y asesinaron impunemente a nuestros niños. Lo hemos intentado todo sin resultados. El motivo es nacional, es unánime. 





Por eso que unos jóvenes emprendan una demencial aventura militar liberadora, arriesgando su libertad y su vida, no es censurable, es respetable.  

Entre lo heroico y lo insulso

Lo censurable, en todo caso, no es la motivación, es lo chusco y previsible de la operación, que de sólo observarla causó universal desdén. Cayeron tan ingenuamente en la trampa que conmueve. Claro, una trampa infinitamente más honorable y digna que la trampa de Noruega o que la de Barbados, pero una trampa, al fin y al cabo.

Estos jóvenes –insisto– arriesgaban su vida, no tomaban sol con sus verdugos con whisky en mano en las playas de Barbados o en los lujosísimos vestíbulos de los hoteles noruegos, no, estos jóvenes combatían por una ilusión de libertad. Yo no los censuro.

Sin embargo, el que hayan arriesgado su vida no hace que su operación no haya dejado de ser un evento sin sentido estratégico, ingenuo, inexplicablemente insulso.

¿Por qué se adelantaron?

Imaginemos que esos combatientes hubiesen entrado al país en un momento oportuno de protestas sociales y se hubiesen unido de manera encubierta a manifestaciones populares y hubiesen usado esas armas para defender legítimamente a los protestantes de los miserables y criminales ataques de colectivos y militares asesinos.

¿No se habrían unido dos fuerzas populares que, junto a otros sectores militares y policiacos activos, podrían haber iniciado una auténtica rebelión popular nacional? ¿Por qué se adelantaron? ¿Qué necia ilusión los llevó a pensar que una operación planteada de esa manera era posible?

Además, lo más increíble, lo inconcebible, lo que nos deja a todos atónitos es que Cabello ya les había advertido que sabía todo, que los había infiltrado, ¿por qué continuaron?

No olvidemos a Gual ni a España

Una innumerable lista de interrogantes quedará sin responder porque no hay relación racional ni sentido común en los hechos, es una auténtica y suicida tragedia. Pero trágica también fue la rebelión de Gual y España precisamente en La Guaira que terminó siendo precursora de la Independencia del país y probablemente muchos la catalogaron entonces de ilusa.

A mí, pese al fracaso de la invasión, me queda la idea de la escalada, del ánimo de algunos de luchar, de arriesgar, de combatir, ánimo que en todo caso no sólo responde a una urgencia histórica: la libertad, sino además a un insoslayable drama social: el hambre.

Ese drama persiste y crece, toca a las puertas de la tiranía y comienza a mostrarle los dientes, ese drama es incontenible y va a morder.

La falta de medios de comunicación sumados a la calamidad que está ocurriendo en el país: falta de medicina, luz, comida, gasolina, trabajo y el explosivo aumento en la criminalidad, muy pocos venezolanos se enteraron de la irrupción rebelde en las costas venezolanas. Según un estudio de opinión al que tuve acceso un 70% de los encuestados desconocían la invasión.

Distinto a lo que se podría pensar, del 30% que sabía del evento casi un 90% lamentaba que no haya sido exitosa la incursión, de hecho, la rabia con los rebeldes es que hayan fallado. Eso dice mucho del polvorín que es Venezuela.

Una rebelión organizada, articulada, que se active a nivel nacional será imparable, el pueblo se va a comer vivos a los tiranos. Este invasión de ilusión quizá no sea tan ilusa.

Hay que seguir…

Postdata ante lo obvio.

El gobierno más poderoso del mundo ha decidido liberar a Venezuela de la narcotiranía, trabajemos y coordinemos con ellos. Son, sin duda, nuestros mejores aliados y amigos. No inventemos. Un mercenario es y siempre será un mercenario, responderá al mejor postor. Obviamente el mercenario, en este caso, engañó y entregó a sus compañeros y a nuestros jóvenes rebeldes. La única pregunta que cabe hacerse es ¿cuánto le pagó Maduro?