La verdad es que del coronavirus ya estamos hasta la coronilla. Sin embargo hay que seguir las instrucciones que los especialistas trasmiten para enfrentar y superar la pandemia, pero sin exagerar. Gobiernos incompetentes, animados por desviaciones ideologizadas y altamente corrompidos, pueden utilizar esta coyuntura para trancar el juego político y social característico de cualquier democracia por imperfecta que sea. Es el caso de Venezuela. Todo está a la vista. Las responsabilidades de cuanto ocurre en las desviaciones calculadas de la acción oficialista están plenamente identificadas.
Algo muy útil ha tenido esta prolongada crisis. Me refiero a la unidad familiar derivada del confinamiento. Esto ha sido una realidad independientemente de la ubicación física, dentro o fuera del país, de los integrantes de cada familia. La comunicación ha sido permanente. En algunos casos el reencuentro sobrepasa las dificultades y nos hace sentir que no estamos, ni estaremos solos sean cuales fueren las circunstancias.
No me cansaré de insistir en el tema de la familia. Así como hemos dicho que la Madre es su nervio y motor, eje insustituible de la misma, afirmamos que la familia es la estructura fundamental para el desarrollo de la nación. Todos los factores protagónicos de la actividad nacional, más allá de las diferencias políticas, sociales o económicas, deben actuar en función de hacer posible lo señalado. Sobre todo quienes tienen en sus manos el poder, en cualquier tiempo y circunstancias, tienen la obligación de actuar en esa dirección.
Nada puede superar la importancia de la familia en la formación integral de sus miembros. Especialmente en materia de educación básica. Los valores sembrados desde la infancia, normalmente acompañan a lo largo de toda la vida. Incluso condicionan el largo proceso existencial. Como en todo, hay excepciones, pero esto es válido para el deber ser.
En esta etapa tan difícil y complicada, debemos defender a la familia mediante el ejercicio y la defensa de todos nuestros derechos. En la situación venezolana, los probados enemigos de los valores en los cuales creemos, tratan de mantener un clima de miedo mediante el uso arbitrario de la fuerza física e institucional. No podemos dejarnos abatir, ni caer en el peligroso pesimismo que mata la esperanza convirtiéndola en resignación.
En tiempos de graves dificultades debemos aferrarnos a los principios fundamentales que nos han orientado a lo largo de la vida. Una fe tranquila, pero decidida en pensamiento y acción, es la mejor arma para triunfar y salir adelante. Cualquier signo de debilidad impulsa la violencia. Invita a más violencia. El único camino cierto para proteger a nuestras familias y a nuestro pueblo en general, es en base a la unidad alrededor de lo fundamental y orientar acciones definitivas para la liberación nacional.
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