En esta vuelta, de invasiones, topos, infiltraciones, temeridades y heroísmos épicos -en un escenario de enigmas y confusiones- creen que es el momento y se han quitado quitado la careta, abandonando todo disimulo, emprendiéndola contra Juan Guaidó y los partidos opositores. ¡Renuncia Guaidó! vociferan.
Conforman “un equipo” desencuadrado de plumarios y vocerías, filochavistas, complacientes del régimen, con su papelito de cronistas de los errores de la oposición.
Constituyen una cofradía de obsecuentes que firmaron su capitulación moral en la Casa Amarilla, fabricando un grupete de cínicos que se conoce como “La Mesita”. Son los oficiosos pro régimen -sin pudor lo asumen- parecidos, mutatis mutandis, a los ultraliberales abstencionistas que disimulan, éstos, su papel con una crítica más elaborada a la oposición y a Guaidó.
Los peor-es-nada, expertos en chapotear en las cloacas de la “ineptocracia”, bellacamente simulan ser oposición lanzando improperios al pranato dictatorial, que por consabidos -y reconocidos- son loas descriptivas de cuán capaz es el régimen de extremar sus desmanes. En verdad, estos peor-es-nada de La Mesita ejercitan un estilo comunicacional engañoso que, como en los fárragos de sus plumarios, y en sus eructos vocingleros en los medios, narran lo “fuerte” que se ha hecho el régimen para culpar de ello a la oposición. Analizan las “habilidades” de la usurpación para llenar de culpas a Guaidó. Relatan -con seriedad de estafadores- lo imposible de derrotar al régimen y lo factible de entenderse con el. Es la estrategia según la cual “aquel es malo pero este es peor”. Concluyen, socarronamente, que “con esta oposición Maduro nunca se irá”.
Para desgracia de estos *peor-es-nada* ya nadie se llama a engaños con ellos. Un somero análisis de contenido de su discurso los desnuda: poco o mezquinado apoyo han dado a la oposición democrática sin condicionar, a precio de oro, su minúscula presencia; y, han jugado a una intermediación guabinosa ¡Y temerosa! con el régimen pues carecen de convicción democrática y desprendimiento, por su desmedido afán protagónico.
Si las propuestas de los ultra liberales, para restituir la democracia, son de objeto imposible, la de estos *peor-es-nada* son presentadas como posibles, viables y “guaretas”: hacen el trabajo que no pueden hacer los voceros del régimen porque dichas propuestas sospechosamente son, si no iguales, muy parecidas a las de este. Lo inaceptable de esta agenda peor-es-nada es su fin inconfesable: entregarse, resignarse, bajar la cerviz…claudicar