Le conoció en una fiesta. “Era una persona maravillosa. Me enamoré de verdad”, dice Y. una vida después. Le siguió una boda, la salida de Cuba, un nuevo comienzo en Alemania, el nacimiento de su hijo. Y luego años de maltrato, desesperación y soledad. De miedo a que un divorcio supusiese, por ser extranjera, perder a su hijo y tener que volver a su país. Hasta que encontró un punto de apoyo y las fuerzas para empezar de nuevo.
Al principio “era puro amor”, relata a Efe, “una relación normal, bonita”. Pero luego la cosa se “puso fea, cuando nació A.”. Él cambió de la noche a la mañana y empezó el maltrato psicológico, con ella aún en la cama del hospital. “Vivía con pánico, un estrés tan grande. Tenía miedo a todo. Quería volar. Tener alas y salir volando”, recuerda.
“Viví diez años en un infierno”, relata Y., que prefiere no revelar su nombre ni el de su hijo, pero sí contar su historia para ayudar a todas las mujeres latinoamericanas y extranjeras que se encuentran en su situación y necesitan dar el primer paso. No son pocas.
CIFRAS OFICIALES Y “CIFRAS OSCURAS”
Según el Ministerio de Familia, Tercera Edad, Mujer y Juventud, en 2018 se registraron en Alemania 140.755 denuncias por violencia en la pareja y casi el 82 % de las agredidas fueron mujeres. Hubo 142 víctimas mortales. Una cada dos días y medio.
Cerca del 30 % de las víctimas, según la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA), son extranjeras, un colectivo especialmente afectado por esta lacra porque la proporción entre la población general se sitúa en torno al 13 %.
Conscientes del problema, cuando el Ministerio de la Mujer puso en marcha en 2013 el “Hilfetelefon” (08000 116 016), la línea gratuita de atención a las mujeres víctimas de violencia, contempló que contase con traductores simultáneos a varios idiomas.
Pero las extranjeras apenas recurren a esta opción. Un portavoz del ministerio dijo a Efe que algo menos del 4 % de las 143.020 asesorías que ha proporcionado ese teléfono entre 2013 y 2018 ha sido en otro idioma (la mayoría en árabe, ruso y farsi/dari).
En esos cinco años se han realizado 428 en español, en una trayectoria ascendente: a las 18 de 2013 siguieron las 37 de 2014, 41 en 2015, 61 en 2016, 119 en 2017 y 152 en 2018.
Varias ONG y asociaciones de mujeres extranjeras ofrecen también ayuda a mujeres víctimas de violencia. Una de las mayores es la Iniciativa de Berlín contra la Violencia (BIG), que realizó en 2018 un total de 4.834 asesorías, de las que sólo 12 fueron en español, explicó a Efe su coordinadora, Miriam Futterlieb.
Pero las cifras oficiales no reflejan la realidad del drama. El portavoz ministerial reconoce que hay una “cifra oscura” de extranjeras que sufren maltrato o abusos, pero que no denuncian ni acuden a los servicios de ayuda que proporcionan los gobiernos central, regional y local, incluyendo el Hilfetelefon.
El problema es que precisamente las mujeres extranjeras son uno de los grupos más vulnerables porque, además de sufrir violencia, se encuentran fuera de su entorno social y cultural y lejos de sus familiares. Asimismo tienen a menudo problemas con el idioma y, en ocasiones, una fuerte dependencia económica de sus maltratadores.
EL EXTRA DE SER EXTRANJERA
“El mayor problema para las mujeres extranjeras es la falta del idioma, no tener esa capacidad de entrar en el sistema de ayuda que ofrece Alemania”, dice a Efe Sophia Oelsner, asesora legal en la asociación de mujeres latinoamericanas Xochicuicatl de Berlín. Pero no es el único.
¿Qué pasaría en caso de separación o divorcio con los hijos comunes (que tienen en muchos casos doble nacionalidad) y con el permiso de residencia?. “También está el chantaje emocional. Eso de ‘si vas a informarte, te quito a los niños, no te doy más dinero, te quito el visado o no puedes salir’. También hay ese miedo de lo que podría pasar, esa inseguridad”, explica Oelsner.
La asesora señala asimismo las “dificultades” económicas de muchas extranjeras al dar un paso adelante “porque las profesiones que han tenido en su países” de origen “no las pueden seguir ejerciendo” en Alemania, por falta de reconocimiento académico. La mayoría o no trabajan o se dedican a “cosas muy básicas”.
A veces provienen de entornos o países económicamente débiles. Ése fue caso de Y., que pasó de tener tres trabajos como profesora en Trinidad a no poder ejercer en Alemania. De pasar “necesidades existenciales” en Cuba a vivir desahogadamente en Alemania, pero sin autonomía económica: “Lo más beneficioso es una pareja extranjera que no sólo te quiera, sino que también sea un buen hombre y te ayude. Una partecita fue eso y eso nos pasa a muchas mujeres latinoamericanas”.
Oelsner también menciona el escollo psicológico y cultural. Muchas mujeres latinoamericanas llevan incorporados los “patrones” machistas con los que han sido educadas y se resisten a regresar a casa, decir que sufrió malos tratos y que su entorno familiar les diga: “Eso se aguanta, mi niña”.
Para la abogada española Mercedes Hervás, el diagnóstico es claro: “Las mujeres latinoamericanas tienen un plus de peligrosidad intrínseco porque se encuentran en situación de desventaja, están en las manos de su pareja”.
APOYO LEGAL E INSTITUCIONAL
Hervás sabe de qué habla. Tiene más de 15 años de experiencia en Alemania, principalmente en Derecho de Familia y Extranjería. “El primer problema para las mujeres, para todas las mujeres en Alemania, independientemente de su nacionalidad, es que aquí no existe una ley de violencia de género, sino una ley de violencia doméstica”.
Esta legislación se centra casi exclusivamente en la violencia física, en los daños demostrables y deja de lado otros tipos de violencia, como la psicológica y la económica, mucho más difíciles de probar. “Hay 140.000 denuncias al año y sólo 5.900 órdenes de alejamiento o protección. ¿Hasta qué punto esa ley protege a las mujeres?”, se pregunta.
“La protección legislativa es inadecuada”, concluye Hervás, que considera, no obstante, que Alemania cuenta con un buen sistema de protección para las mujeres. “La institucional, por lo menos en Berlín, tiene muchas opciones. Ya quisieran la mayoría de mujeres latinoamericanas en sus países tener una red de caída como la que tienen aquí”, asegura esta abogada.
Para Oelsner, “el sistema alemán funciona, pero tienes que dar el paso”. “Ésa es muchas veces la dificultad que tienen las mujeres latinoamericanas”, señala. Ella en Xochicuicatl no da abasto. Asesora legalmente cada año a “entre 16 y 23 mujeres” -sin contar a todas las que van a informarse- y tendría trabajo para dos personas más a tiempo completo en la asesoría legal de la asociación.
Y ésas son sólo las mujeres listas para dar “el paso”. Hay muchas que piden una primera cita “y ya no vuelven”. “Ahí veo que aún no están preparadas. Es un trabajo de aceptación. Es difícil, aún con apoyo”. Y subraya que hay una gran “zona gris” de mujeres con estos problemas que no quieren hablar de ello o “ni siquiera lo saben”.
A su asociación llegan las mujeres latinoamericanas casi siempre por el “boca a boca” y las redes sociales, como los grupos de Facebook, pero también desde asociaciones de mujeres alemanas y de las propias embajadas, con la mexicana a la cabeza, con la que Xochicuicatl tiene “muy buena relación” y cooperación.
La Embajada española en Berlín también tiene un protocolo de “atención, asistencia y protección” gracias al acuerdo suscrito en 2015 entre los ministerios de Exteriores e Igualdad para la atención de las víctimas españolas de violencia de genero en el extranjero. Aunque la Consejería de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social indica que los casos son mínimos.
CONCIENCIACIÓN SOCIAL
Una de las grandes diferencias que observa Hervás entre España y Alemania es que aquí el debate en torno a la violencia de género está ausente. En la política, en la sociedad, en los medios. “Creo que falta concienciación, sensibilidad y querer aceptar que hay un problema en una sociedad tan moderna y avanzada como la alemana”.
El Ministerio de la Mujer sólo difunde datos de violencia machista desde hace cuatro años. La ley ni siquiera habla de malos tratos en clave de género. No hay grandes manifestaciones el 8 de marzo ni concentraciones silenciosas cuando asesinan a una mujer. Y la mayoría de los medios no cubren estos casos, dejándoselos en exclusiva a los tabloides.
Para Oelsner queda mucho que hacer en Alemania: “Creo que la política alemana no lo quiere aceptar. Falta mucho tiempo para que llegue otra mirada. Tenemos un problema porque la palabra feminicidio no existe en alemán”.
No obstante, sus instituciones siguen trabajando para ayudar a estas mujeres. Como a Y., que ha dado grandes pasos en los últimos meses hacia una nueva vida. Contactó con Xochicuicatl, recabó los servicios de Hervás y logró el divorcio. Mientras tanto ha estado recibiendo apoyo psicológico en la ONG Bora y ayudas del Estado.
Ahora ha entrado a un piso de alquiler, con su hijo por supuesto, y ha comenzado a trabajar. Son dos “minijobs”, empleos de hasta 40 horas semanales. Por algo se empieza. Uno acompañando a un hombre mayor. Otro limpiando en una casa. “No me molesta limpiar la casa, porque lo mío es conseguir el dinero para alimentar a mi hijo, salir adelante”, dice esta licenciada en Pedagogía.
“Me gusta más ésta que soy. Cuando una pasa algo así, todo cambia”, asegura Y.
EFE