En su exitosa y agitada carrera en la NBA, Dennis Rodman cosechó cinco anillos de campeón, lideró siete años las estadísticas en cuanto a rebotes y fue parte de la mítica dinastía de los Chicago Bulls, junto a Michael Jordan y Scottie Pippen, reflejada en la taquillera serie documental The Last Dance. Sólo a partir de sus ingresos como basquetbolista, reunió alrededor de 27 millones de dólares. Sin embargo, en 2012, sus asesores legales declararon que se encontraba en “quiebra”.
¿Cómo una máquina de generar dinero como el Gusano, que incursionó como actor en el cine, que cobraba cientos de miles de dólares por presencias, que llevó su figura fuera de las fronteras de Estados Unidos, vio vaciarse su cuenta bancaria al punto de no poder abonar la manutención de sus hijos?
Hay que aceptar que Rodman no fue precisamente ordenado con sus finanzas. El despilfarro, las fiestas, 19 años de vaivenes en su adicción a las drogas (su última internación para tratarse data de 2017), los viajes multitudinarios (como las vacaciones express a Las Vegas en medio de la última temporada de la dinastía Chicago Bulls retratada en la serie documental) minaron su patrimonio. También las multas durante su carrera: la más alta alcanzó la suma de 200.000 dólares.
También hay que anexar sus divorcios y los correspondientes acuerdos: en 1999, tras apenas un año de relación formal, con Carmen Electra; y en 2004, con Michelle Moyer, con quien tiene dos hijos.
Sin embargo, aún después de retirado, era capaz de generar USD 1.000.000 de dólares anuales por presencias en eventos, o hasta oficiando de DJ en las discos. Pero entregó el manejo de su fortuna a la bautizada “viuda negra” de los atletas. Y vio cómo, años después, se desvaneció el dinero que produjo.
Se llamaba Peggy Ann Fulford. O Peggy Ann King, cuando tomó el apellido de su marido en el momento de su apogeo. Pero tuvo varios nombres más, de acuerdo a su conveniencia. En realidad, nació como Peggy Ann Barard, en 1958. En el 2000, un amigo en común le presentó al Gusano, y una sociedad comenzó a cimentarse.
Los pergaminos que decía ostentar Peggy Ann seducían hasta a una figura como Rodman. Aseguraba tener un título de ingeniería de Georgia Tech y haber asistido a la escuela de negocios de Harvard. Contar con una cartera de clientes de más de 30 deportistas, además de médicos, abogados y un ingeniero aeroespacial, a los que asesoraba financieramente. Decía trabajar con nombres como los basquetbolistas Jermaine O’Neal y Shawn Marion, el actor Cuba Gooding Junior y la estrella de fútbol americano Marvin Jones.
Con el tiempo, cuando cayó en desgracia, todos ellos desmintieron relación. También se comprobó que los diplomas eran papel dibujado. Pero el Gusano creyó en Peggy Ann, en su esposo, en King Management Group. “Construyendo riqueza generacional”, era el eslogan. También siguieron el canto de sirenas otras figuras de la NBA, como Travis Best y Rashad McCants; o estrellas de la NFL, como Lex Hilliard y Ricky Williams.
“Ella podría hacer que cualquier persona se sienta como un millón de dólares”, le dijo una de las víctimas a Sports Ilustrated, en una extensa investigación sobre la “viuda negra”. Los King ganaron la confianza de Rodman. Le generaron eventos y lo acompañaron a los mismos; incluso Elkin King estuvo presente en algunos de los encuentros con Kim jong-Un, el polémico líder de Corea del Norte.
Tal era el nivel de confianza, que el esposo de Peggy Ann supo encontrar a Rodman cocinando las sobras en la cocina de su casa a las 7 de la mañana, recién regresado de una larga e intensa noche, dado que conocía el código de seguridad de la puerta trasera de la mansión de su apoderada.
Con la excusa de protegerlo de sus desbandes financieros, la asesora tomó el control de las cuentas bancarias del ala pivot y le retuvo la tarjeta de débito. El día en el que ingresó al Hall de la Fama de la NBA, en abril de 2011, Rodman le dedicó parte del discurso: “Peggy King, Elkin King, estos muchachos, la familia, me están cuidando en estos días. Gracias”.
Pero los extraños manejos de King Management Group comenzaron a salir a la luz en 2012. Un día, Rodman llamó a su abogado Bradford Cohen preguntándole por qué le habían cortado la luz en el condominio de Florida donde residía, y que Peggy Ann lo había ayudado a comprar. Casi en simultáneo, descubrió que los pagos habían caducado en un seguro de vida de 5 millones de dólares.
Más: su ex mujer lo denunció ante el juzgado de Orange County por acumular 800.000 dólares de deuda por la manutención de los hijos. Fue allí cuando sus representantes legales lo declararon en “quiebra” e informaron que su salud se hallaba deteriorada.
Tal vez, la gota que rebalsó el vaso fue cuando detectó un gasto fuerte en Victoria’s Secret. “Nunca estuve ahí”, le aseguró a un amigo. En efecto, algo andaba mal. Y mucho tenía que ver Peggy Ann. En cascada, los perjudicados por la asesora comenzaron a denunciarla. Según Sports Ilustrated, le detectaron 85 cuentas bancarias mediante las cuales desviaba el dinero, además de 20 corporaciones fantasmas registradas en diferentes estados, muchas con nombres asociadas al Gusano: Dennis Rodman Group LLC, Dennis Rodman Group & Associates LLC y Dennis Rodman Inc.
La ex estrella de Detroit Pistons y Chicago Bulls despidió a Peggy Ann a través de una dura carta, cuyos cargos desmintió la acusada: “He estado con él en las buenas y en las malas”. Rodman, uno de los más perjudicados por la falsa asesora, reclamó una indemnización de 5,7 millones de dólares. El juez de la causa la envió diez años a prisiòn y ordenó que le restituyeran al basquetbolista USD 1.243.579.
Peggy Ann Fulford, King o Barard fue confinada a la cárcel de Aliceville, una instalación de baja seguridad para mujeres, ubicada cuatro horas al norte de Nueva Orleans. “Siento que he hecho cosas que están mal. No lo hice maliciosamente. Fue algo que simplemente salió de mi control, y una mentira condujo a otra; un engaño, a otro”, buscó la redención.