Aunque es medio idiota formularse interrogantes al respecto, de tanto en tanto surge la duda en torno a si ciertas acciones responden al impulso de burla o a la incontinencia al momento de exudar el desprecio que algunos sienten para los que no forman parte de su círculo. Por separado o en conjunto, ambas motivaciones activan el comportamiento de las almas cegadas por la vesania que genera el innoble aprovechamiento del poder. En consecuencia, los groseramente privilegiados en una sociedad que padece las ingentes necesidades por ellos causadas, no experimentan prurito alguno en practicar el recochineo ante la desesperanza de los más; tanto como se afanan en evidenciar el menosprecio que experimentan frente al esfuerzo de quienes sí aportan con denuedo para lo gloria y avance del país. Son las coordenadas en que se mueve el hado nefasto que los caracteriza.
Sólo en un contexto como el descrito, puede entenderse la escenificación de la tragicomedia representada por el hecho de que recientemente a los profesores universitarios, al igual que al resto de los trabajadores de las universidades públicas, se les haya depositado la cantidad de cien mil bolívares (100.000,00 Bs.) por concepto de un bono denominado del “día del padre”. A estas alturas de la tragedia nacional, luce fastidioso venir a preguntar qué demonios puede comprarse con dicha cantidad de dinero, más allá de drenar la justificada indignación acumulada. Por ello, lo determinante a resaltar es que actos como éste responden a la postura del poder para con los universitarios venezolanos. ¿Burla o desprecio? De ser lo primero, aunque la siempre acertada conseja popular recuerda el desdén con que muchos de los que comen miran el padecer de aquellos que no lo hacen, debe dejarse en claro que no venía al caso la crueldad de la mofa. Pudieron habérsela ahorrado. La risita por debajito es un rictus que les ensombrece más el rostro, si es que ello es posible de algún modo.
De ser lo segundo, se atraviesa la obligación de denunciarlo, aunque sea repetitivo insistir en el asunto. Cuando no se valora ni respeta a quienes producen, transmiten y divulgan conocimientos, se les maltrata con la indiferencia del caso; es decir, sin sentir el más mínimo empacho al hacerlo. Por eso los sueldos de miseria de los universitarios, así propiamente calificados al relacionarlos con, por ejemplo, el costo de la canasta básica alimentaria. Por eso el desmontaje en la práctica de todo el sistema de seguridad social que cubría al sector universitario. Por eso la afrenta de que a los profesores (al igual que a empleados y obreros) se les pague un “bono” como éste al cual se ha hecho referencia. En procederes de tal tipo, amén de que brilla por su ausencia el más elemental reconocimiento al mérito con honra ganado, se explicita la subestimación por el potencial transformador que nace del estudio concienzudo y la investigación constante, cuyos resultados permiten construir el repositorio donde se atesoran las respuestas certeras que demandan los incontables problemas que asfixian al país. Es la ceguera de quienes estructuralmente están imposibilitados de comprender cómo se edifica la sociedad del saber, única herramienta valedera para echar andar el motor del progreso y trazar la senda del desarrollo. Valga el recordatorio: cerrar las puertas del mañana nada les importa. Al fin y al cabo, ese desvelo le es ajeno.
¿Bono del día del padre? Hay ironías que generan acidez estomacal.
@luisbutto3