Doña Blanca fue símbolo de decencia y de respeto. Le dio a esas instancias la majestad que correspondía sin perder su característica humildad, acompañada siempre por esa aureola de mujer sensible que hacia las cosas con apego a la gente por la que se desvelada con autenticidad. No era mujer de poses ni de ademanes fingidos, era realmente una mujer con una probada vocación de servicio.
Es digno de elogios ese programa que estaba distante de ser populista. No se limitaba en sus acciones a entregar las tradicionales canastillas, pensaba en lo fundamental: atender a los niños en su etapa clave, ese ciclo en la que la alimentación es esencial porque es cuando se va desarrollando el cerebro. De los Hogares de Cuidado Diario se dio el gran salto a Los Multihogares, todo atado a planes muy específicos, Doña Blanca tenía una gran intuición; supo captar las necesidades en cada contacto con las familias en barrios y urbanizaciones, además se rodeaba de excelentes planificadores, de técnicos en trabajo social, de nutricionistas, de gente conocedora de la significación para un niño de la Educación Inicial o Temprana. Las Guarderías establecidas se convirtieron rápidamente en un modelo digno de copiar para instalarlas en otros países.
Por eso es conveniente dejar sentada esa cualidad de los programas que no se limitaban a habilitar un cuarto o un espacio cualquiera, se exigían condiciones mínimas para que las instalaciones cubrieran las necesidades de los niños que se atenderían. En esos Multihogares se abarcaba desde la alimentación, la salud, con sus vacunas y suplementos nutricionales, hasta llegar a las madres de cada criatura. También se apuntaba a la calificación del personal que laboraba en esos centros.
Otro plan estrella que tiene su impronta es el de Los Roperos Escolares, así como la pasión que le puso al programa del Vaso de Leche Escolar, eso era una inversión a futuro, era invertir en la salud y en la educación de las nuevas generaciones.
Las madres venezolanas encontraron igualmente en las iniciativas de Doña Blanca la plataforma para comenzar a desarrollar su condición de emprendedoras, bastó una máquina de coser, para que miles de mujeres asumieran el rol de pequeñas empresarias, que además les permitió crear plazas de trabajos para otros venezolanos. Los créditos los otorgaba CORPOINDUSTRIA y los datos arrojan que las mujeres resultaron buenas clientes por los altos niveles de recuperación del dinero entregado, fue muy alentador. Pagaban puntualmente sus respectivas cuotas.
Su inquietud por servir no dependía de ocupar un cargo público. Una vez que el Pte. Carlos Andrés Pérez abandonó los espacios de poder, Doña Blanca continuó prestando servicios a los ciudadanos necesitados de una silla de ruedas o de terapias asistenciales para personas con habilidades especiales. Se puso al frente de BANDESIR (Banco de Silas de Ruedas) y aún sigue siendo el estandarte de esa fundación.
Su estampa de mujer inteligente, digna representante del gentilicio venezolano, se distinguía en los encuentros con altas personalidades participando en las visitas oficiales del rey Juan Carlos de España con la Reina Sofia o en la Casa Blanca, en la oportunidad en que fueron recibidos por el Pte Carter.
Temple no le ha faltado para estar siempre al lado de su esposo Carlos Andrés Pérez, en las buenas y en las malas. Junto a él y la familia que iba creciendo, compartieron el exilio en Colombia, Costa Rica, Panamá y Cuba.
Su coraje a la hora de enfrentar las intentonas golpistas de los meses de febrero y noviembre de 1992, hablan por sí sólo de la entereza de las mujeres comprometidas con firmes valores y principios democráticos. Quedaron para la posteridad, como ejemplo de decoro y valor, su conducta, esa madrugada en que la residencia presidencial La casona, en la que se encontraba con hijos y nietos, era bombardeada cobardemente por los grupos golpistas. La historia registra que a las tres de la madrugada un oficial que estaba a cargo de su protección le sugirió que se rindiera, ante lo cual doña Blanca se plantó irreductible respondiéndole: “eso jamás, aquí seguiré de pie, si a usted le faltan pantalones, a mi no”.