Desde hace tiempo, en algunos rincones del internet las destrezas organizativas de los amantes del K-pop —los entusiastas de la música pop coreana, típicamente jóvenes diversos de todo el mundo, que se congregan a diario en las redes sociales— se han considerado legendarias: por medio de acciones grupales coordinadas, los ejércitos de seguidores de bandas como BTS y Blackpink se aseguran de que sus ídolos favoritos sean tendencia, encabecen las listas de éxitos musicales y de que se agoten las entradas para sus conciertos en estadios desde Corea del Sur hasta el Rose Bowl de Los Ángeles y el Citi Field de Nueva York.
Por: Infobae
Ahora, en medio de una pandemia, con una elección presidencial en puerta y conversaciones inevitables sobre raza, este colectivo poco definido de guerreros digitales está intentando ejercer su influencia en un nuevo terreno: la arena política de Estados Unidos.
Los “stans” (fanáticos obsesionados) del K-pop, inspirados en un inicio por las protestas del movimiento Black Lives Matter que están ocurriendo en todo el mundo, se dieron a conocer fuera de los círculos musicales este fin de semana, cuando algunos se atribuyeron el haber ayudado a inflar las expectativas de asistencia al mitin del presidente estadounidense, Donald Trump, en Oklahoma, al reservar boletos que no planeaban usar. Sin embargo, aunque la campaña de Trump niega que la broma mordaz haya afectado la asistencia al mitin —prefirió culpar a los manifestantes y los medios—, el llamado a la acción en los círculos del K-pop revela una creciente consciencia de que las tácticas eficientes que usan los fanáticos en redes sociales para reunir fondos o hacer viral una canción también se pueden usar para el activismo político.
En semanas recientes, los adeptos al K-pop —quienes usan Twitter como centro de operaciones, pero proliferan en TikTok, Facebook, Instagram y otras plataformas— llenaron de mensajes basura una tarjeta de cumpleaños para Trump, irrumpieron en una aplicación de la policía de Dallas que busca información sobre los manifestantes e inundaron etiquetas que pretendían apoyar a los supremacistas blancos. Al mismo tiempo, también anunciaron que habían igualado una donación de 1 millón de dólares que BTS hizo a agrupaciones relacionadas con Black Lives Matter. Además, en concordancia con la creciente popularidad del K-pop en Estados Unidos, muchos de estos incipientes activistas digitales podrían ser ciudadanos estadounidenses, según expertos.
“Los seguidores anglohablantes del K-pop que se están involucrando en esto, que están al tanto de estos asuntos, no son extranjeros”, comentó CedarBough Saeji, académica que estudia la cultura de los seguidores del K-pop. “Son estadounidenses”.
“No sorprende que esta gente joven, abierta y progresista en términos sociales que de verdad es adepta a usar estas plataformas en línea (quienes están atrapados en casa y pasan todavía más tiempo conectados a causa del COVID-19) esté realizando acciones políticas”, agregó Saeji, profesora adjunta de Cultura de Asia Oriental que está haciendo una residencia en la Universidad de Indiana Bloomington. “Son jóvenes que están totalmente dispuestos a aprender acerca de una nueva cultura por su interés en algún producto de la cultura pop. Es justo lo opuesto al tipo de gente que sigue a Trump, quienes le aplauden cuando insulta la película ‘Parásitos’ y dice que ‘Lo que el viento se llevó’ es una película de verdad”.
En los días posteriores al mitin de Trump en Tulsa, no ha surgido ninguna evidencia de que los entusiastas surcoreanos del K-pop estén involucrados de manera significativa en la campaña de “inasistencia”. Los medios surcoreanos difundieron información estadounidense que les llegó desde Tulsa, y en esencia consideraron el episodio una broma de seguidores adolescentes del K-pop y usuarios de TikTok de Estados Unidos.
No obstante, mientras en Corea del Sur la cultura del K-pop es en gran medida un asunto de la cultura popular y apolítico, en la que ejércitos de admiradores se enfocan en impulsar la venta de álbumes y apoyar a sus ídolos, la postura de esta comunidad como una subcultura en Estados Unidos podría prestarse para actos más radicales, en especial en una época de creciente polarización política.
“Aunque los mensajes del K-pop no son abiertamente políticos, a menudo hablan de empoderamiento y confianza en uno mismo”, comentó el autor del blog Ask a Korean! (¡Pregúntale a un coreano!), quien usa el seudónimo T. K. Park. “Por ejemplo, a muchos amantes del K-pop les empezó a gustar BTS al inicio porque el mensaje del grupo de ‘quiérete a ti mismo’ resonó con fuerza en ellos”. Además, debido a que ese tipo de contenido ha atraído a una audiencia compuesta en su mayor parte de mujeres y gente de color, agregó Park, “este mensaje los impulsa a ser más expresivos en todos los aspectos de su vida, incluida la política”.
Por otro lado, ya habían perfeccionado las habilidades necesarias. “Los admiradores del K-pop aprendieron a organizarse por medio de su fanaticada”, mencionó Park. “El K-pop es una música de origen digital”, agregó, y la temprana adopción del servicio de banda ancha a nivel nacional en Corea del Sur “hizo que la música pop coreana respondiera a las exigencias del internet, y también convirtió a los fanáticos del K-pop en los actores más sofisticados del ámbito digital”. Park citó como ejemplos de su entrenamiento las campañas casi constantes para inundar estaciones de radio con solicitudes de canciones o agotar en cuestión de minutos los boletos para los conciertos: “Todas estas actividades se pueden aplicar en la política con mucha facilidad”.
Una vocera de Twitter comentó que el K-pop era el género musical sobre el que más se tuitea a nivel mundial, con más de 6100 millones de tuits en 2019, un aumento del 15 por ciento en comparación con el año anterior. BTS fue el artista sobre el que más se ha tuiteado en los últimos tres años, agregó la empresa. TikTok y Facebook se rehusaron a revelar sus datos.
El giro reciente hacia el activismo político en Estados Unidos también concuerda con un esfuerzo coordinado de los seguidores del K-pop en los últimos años para generar un cambio positivo en forma masiva, en parte como respuesta a su reputación de superficiales, absurdos e incluso de muchedumbre amenazante. Al igual que la mayoría de las fervientes bases de admiradores de estrellas del pop estadounidense —Beliebers de Justin Bieber, BeyHive de Beyoncé o Barbz de Nicki Minaj, grupos conocidos en conjunto como “stans” por la canción “Stan” de Eminem sobre un acosador obsesivo—, los seguidores del K-pop han sido acusados de acoso por atacar en grupo a sus críticos o rivales. En Corea del Sur, también se les ha considerado demasiado aduladores y hasta algo parecido a un culto que se reúne para, por ejemplo, comprar regalos como relojes de lujo para cantantes famosos.
Sin embargo, en la actualidad, son más comunes las donaciones filantrópicas a causas no controvertidas como los pobres, los ancianos y los enfermos terminales, a menudo en nombre de ciertos artistas. “Fue una manera de mejorar la imagen de las fanaticadas ante la mirada pública”, señaló Saeji.
En particular, Black Lives Matter podría representar una causa urgente para los seguidores del K-pop por la deuda de los artistas con la cultura del hiphop y la música negra, pues grupos como BTS han sido acusados de apropiación cultural. “Los artistas, los directores, los escritores, los bailarines, los diseñadores, los productores y los estilistas en la industria del K-pop reciben su inspiración de la cultura negra, lo reconozcan o no”, escribió hace poco en Instagram el rapero y cantante surcoreano CL.