Pocos imaginan el predominio de los economistas marxistas en la gran prensa venezolana, décadas atrás. Doblados en historiadores casi infalibles, algunos con un extraordinario talento literario, versionaron por demasiado tiempo al país que estaba a las puertas de una colosal indigestión petrolera, cruzándolas desprevenidamente; pero, en el fondo de sus brillantes exposiciones, hay que reconocerlo en varios casos, no sólo se pelaron de cabo en sus pronósticos, sino que, a lo Cabrujas, nos hicieron rehenes de las infinitas humillaciones del imperialismo y de los lacayos de un consumado capitalismo manchesteriano, infundiéndonos también temores, arrecheras y resentimientos.
Desde principios de los ochenta del veinte, irrumpió en la opinión pública una corriente decididamente liberal que anidó en el IESA, convertido después en un santuario, objeto también de todos los denuestos y maldiciones provocados por Pérez (II). Uno de sus profesores y más esmerados investigadores, Asdrúbal Baptista, ya galopaba la prensa caraqueña e, incluso, dirigió en los noventa el diario Economía Hoy, aunque delegó completamente la rutina para darle un sello orientador al diario salmón de los Di Mase, antes de huir del país.
Fueron tales la claridad y la sensatez de Baptista que Caldera (II) lo hizo ministro por varios días, luego de comprometerlo en la elaboración de un programa de gobierno que intentó como alternativa al neoliberalismo perecista, según la prédica, culpable de todos nuestros males, apalancando semióticamente la reaparición de aquella izquierda anacrónica que se hizo gobierno con Chávez (elevado a la n). Evidentemente, el economista no estaba equipado para la dura faena burocrática y el fuego cruzado de una prensa pulverizada o que ha intentado pulverizar el chavismo, por lo que volvió muy afortunadamente al fecundo ámbito de las reflexiones.
El capitalismo rentístico, al que nuestro reconocido economista le había dedicado tantas horas, devino socialismo rentístico y, encima todo, disparatadamente aquinense, transubstanciador, de la mano del inefable Jorge Giordani, quien probó con varios teóricos para intentar darle un soporte al socialismo del siglo XXI, e – inevitable – aterrizó en Baptista para desfigurarlo. El proyecto reencauchado varias veces en el poder, echó mano de las mentes ajenas, porque todo lo que se había dicho antes y muy antes resultaron vulgares pistoladas, aún en uso, para enmascarar la naturaleza criminal del mismo régimen en lo que va de centuria.
Érase Asdrúbal Baptista, cuya obra está abierta para entender realmente la contemporaneidad venezolana. Visado importante para internarnos en la etapa post-rentista que añales atrás, inadvertidamente, nos domicilia.