En 2016, cuando se podía invocar la activación del refrendo revocatorio contra Maduro, la misma magistrada Indira Alfonzo, usando una sentencia liquidó ese proceso. Todo ello constituía una política para ir secando el voto como expresión popular y llevarnos a tomar derroteros no electorales. Otra figura muy usada por Chávez y Maduro era la de los protectores: cada vez que perdían una elección de gobernador, seguidamente colocaban a un títere suyo con más poder y recursos que el gobernador electo. Posteriormente, llamaron a una Asamblea Nacional Constituyente en mayo de 2017, violando las reglas elementales previstas en la Constitución, con el objetivo de terminar de anular a la Asamblea Nacional y ayudar a Maduro a gobernar de facto pero con apariencia de legalidad.
Las dictaduras de este tiempo no son las mismas que las del pasado, pero son dictaduras igualmente y eso es lo que rige en Venezuela. El de Maduro es un régimen donde confluyen los elementos más atrasados y pre históricos de la izquierda venezolana con una derecha de vocación militarista y totalitaria para un conformar una forma indigesta de formación política pocas veces vista en el mundo. La manera más eficaz de luchar contra ella es apelando a la voluntad del pueblo y haciendo todo el esfuerzo por rescatar el derecho al voto y que éste permita elegir. Intentos de golpes lo que hacen y han hecho es fortalecer a la crápula en el poder y darle los argumentos para que repriman. Por ello, en esta coyuntura dramática que vive Venezuela la política correcta es levantar un movimiento nacional fuerte con apoyo internacional por el rescate de la soberanía popular usurpada para que el pueblo pueda votar libremente. Sin embargo, cualquier medio para restituir el orden constitucional y esa soberanía popular es moralmente válido.