Tokio debía ser el centro del mundo en estos días, camino a la inauguración el 24 de julio de unos Juegos Olímpicos en la ciudad más poblada del planeta. Pero ya se sabe que no habrá Juegos este año, que Tokio 2020 será en 2021. A eso se aferra el Comité Olímpico Internacional (COI), aunque esta semana, tras la primera asamblea general virtual de su historia, algo tan obvio como inquietante quedó claro: los Juegos podrían no celebrarse nunca.
Los Juegos de Tokio, del 23 de julio al al 8 de agosto de 2021, podrían celebrarse con público, con poco público o sin público. O podrían cancelarse, podrían no existir.
El mundo olímpico depende del comportamiento de la pandemia del coronavirus y de la aparición de una vacuna, pero también está pendiente de lo que suceda en Estados Unidos, de sí Donald Trump es reelegido o no. Porque todo el mundo mira a Tokio, pero seis meses después de esos Juegos hay unos en China, los de invierno de Pekín 2022.
Si Tokio cae, también caerá Pekín, dijo el canadiense Richard Pound, el miembro más veterano del COI: “Es que sencillamente no sabemos cómo van a ser las condiciones dentro de un año”. Es por eso que el gobierno de Senegal decidió poner la venda antes que la herida y los Juegos de la Juventud de Dakar 2022 serán en 2026.
Thomas Bach, el alemán que preside el COI, dirigió desde sus oficinas de Lausana la asamblea virtual, que se cerró este viernes: “La verdad que hasta último minuto estuve muy nervioso, no sabía si todo funcionaría bien técnicamente”.
La videoconferencia a nivel mundial funcionó, pero Bach admitió sus límites cuando se le preguntó cómo cree que serán los Juegos de Tokio: ”No podemos entrar en los detalles aún, en muchos países aún no se sabe cuándo y cómo debes llevar una máscara. Si no sabemos en muchos países qué va a pasar mañana, ¿cómo vamos a saber en detalle algo referido al evento más complejo de organizar en todo el mundo? Hay muchos desarrollos potenciales, pero no tenemos una solución hoy. Pedir detalles hoy es esperar mucho, me temo.”
Japón no vive una explosión de casos de COVID-19, y su tasa de letalidad es impactantemente baja, 0,8 muertes cada 100.000 habitantes. Pero el virus es impredecible, y el problema de todos modos no es Japón, un país conocido por su obsesiva higiene y una tradición de distanciamiento social: el problema de los Juegos Olímpicos es que son la mayor celebración masiva de todo el planeta, un lugar que concentra a centenares de miles de personas provenientes de todos los países del mundo.
¿Qué sucedería si para esas fechas la COVID-19 afectara con fuerza a una serie de países y a otros no? ¿Cómo evitaría el COI perjudicar a unos países y beneficiar a otros? ¿Son posibles unos Juegos en esas condiciones? Preguntas sin respuestas aún. Hasta la propia ceremonia inaugural, el momento cumbre de los Juegos, está en duda. Hay propuestas para que se la reduzca y se la aligere de participantes y público. Para muchos deportistas es el sueño de su vida desfilar en el estadio el día de apertura de los Juegos. Y podría quedar en eso, en sueño.
Bach, que confirmó que buscará la reelección en 2021, sabe de los pedidos de llevar adelante una ceremonia inaugural adelgazada, pero el máximo responsable del olimpismo dejó en claro que no le gusta la idea.
“Simplificar la ceremonia inaugural es algo que está en manos del comité organizador, pero esa ceremonia es la oportunidad de presentar al país al mundo, de exhibir la cultura y la hospitalidad de Japón, también de presentar los valores olímpicos y convertir a esos Juegos en una oportunidad única para los deportistas. Estoy seguro de que el comité organizador va a encontrar el balance adecuado entre adaptar la ceremonia a un, esperemos, mundo post.-corona, y las necesidades olímpicas”.
¿Juegos con menos espectadores o sin espectadores? Bach volvió a patear la pelota afuera: “Es demasiado temprano para decir algo. Que haya menos espectadores no es lo que queremos, queremos ver estadios llenos de espectadores entusiastas, y en eso trabajamos”.
No es, sin embargo, la intención de los organizadores de Tokio 2020, que tras la frustración de este año prefieren tener Juegos a no tenerlos. Toshiro Muto, el jefe del comité organizador, dijo semanas atrás que Tokio optará por una versión “simplificada” de los Juegos, que serán celebrados “sin gran esplendor”.
El mundo del Covid hizo volar por los aires los planes del COI, que dependen mucho de los Juegos para sostenerse presupuestariamente. Una cancelación definitiva de Tokio, seguida de la de Pekín, sería un golpe durísimo para sus finanzas. Por eso es que en Lausana buscan “mimar” a sus patrocinadores y lanzaron un “festival olímpico virtual” con Airbnb, que se sumó al grupo de patrocinadores meses antes de que estallara la pandemia.
Como si no tuviera problemas suficientes con la pandemia, Bach se enfrenta a un fantasma que suena a cosa del pasado: un boicot olímpico.
Hay un ala del Partido Republicano que viene instando al gobierno de Trump a declarar un boicot a los Juegos de Pekín 2022.
“Presenté una resolución en el Senado llamando al Comité Olímpico Internacional a quitarle los Juegos de 2022 a Pekín. Le pedí también a la NBC que no los televise, a menos que salgan de la China comunista. Nadie está interesado en apoyar a los uigures y en contra de uno de los peores violadores de los derechos humanos a nivel mundial. ¿Le hubieran dado la sede de los Juegos Olímpicos a Alemania en 1944? ¿O a Camboya en 1976? Claro que no”, escribió Rick Scott, senador republicano por Florida, en una columna para el Washington Post.
“No deberíamos celebrar la mayor competición del deporte mundial en un país que está perpetrando un genocidio contra su población musulmana y despojando de sus libertades civiles a los ciudadanos de Hong Kong”.
Bach, oro en esgrima en Montreal ’76, no pudo defender aquel título en Moscú ’80 debido a que la entonces Alemania Occidental adhirió al boicot liderado por Estados Unidos a los Juegos en Rusia. El alemán es alérgico a boicots: “Los boicots y la discriminación por razones políticas o de nacionalidad son, una vez más, un peligro real”.
La advertencia de Bach es “reversible”, vale tanto para Estados Unidos como para China. Pound lo explicó con claridad: quizás el problema no sea el de Estados Unidos llamando a un boicot, sino el de China excluyendo a los norteamericanos de los Juegos por no haber podido controlar al coronavirus en su territorio y entre su población.
“Y hay que tomar en cuenta que al menos uno de los dos partidos estadounidenses está planificando una campaña electoral que es totalmente anti China”, destacó.
La asamblea general, la número 136 en la historia del COI, trajo buenas noticias para el olimpismo en América Latina. El argentino Gerardo Werthein fue elegido por sus colegas como una de las dos nuevas incorporaciones al Comité Ejecutivo, el órgano de gobierno efectivo del olimpismo. Allí, junto a Bach y otros 13 colegas, Werthein tendrá voz y voto en las decisiones más importantes y delicadas del mundo olímpico.
El COI creció a 104 miembros con la incorporación de cinco nuevos integrantes, entre ellos la cubana María de la Caridad Colón Ruenes, oro en lanzamiento de jabalina en Moscú ’80. Al igual que los otros cuatro nuevos miembros, entre ellos el británico Sebastian Coe y la princesa Reema Bandar al-Saud, embajadora saudí en Washington, Colón Ruenes debió hacer ante las cámaras el juramento olímpico y firmar el certificado que la confirma como miembro.
No fue, sin embargo, un proceso sencillo. La ex atleta cubana exhibió una confusión de papeles y pésimo sonido en la oficina de La Habana desde la que se conectó con Lausana. Mientras le tomaba el juramento a otros, Bach debió darle un rato más para que encontrara la carta que debía firmar. Finalmente lo hizo, y con 39 entre 104 miembros, la cuota de representación femenina en el COI subió al 37,5%. Siete años atrás, cuando Bach se convirtió en presidente, era del 21,3.