Como se señala, las citas anteriores pertenecen a dos de los más destacados promotores del Globalismo, término que acuñó el reconocido geopolitólogo de Harvard Joseph Nye, asociado a la corriente del liberalismo transnacional, para identificar esa agrupación promotora de la desaparición del tradicional Estado-nación y su reemplazo por una especie de Estado mundial y un nuevo orden mundial (NOM), con una visión de la globalización concebida sólo desde el punto de vista económico y basada en la continua expansión del mercado mundial libre y de una “gobernanza global”. Por ello en el globalismo se auspicia el multiculturalismo, la ideología de género -es decir la filosofía que niega que el sexo sea determinado por la naturaleza al nacer y promulga que el mismo y su papel social lo define autónomamente cada persona-, se favorece el aborto, la destrucción de la familia, las fronteras libres o abiertas, el desconocimiento de la soberanía nacional y de la identidad cultural; todo lo cual conlleva a la pérdida de la libertad individual y de la institucionalidad democrática. Es una corriente frontalmente opuesta al nacionalismo que, aún en su versión más moderada, se fundamenta en la defensa de la soberanía, nacional, el patriotismo y la defensa de la familia y de la identidad nacional.
Por lo anterior, para algunos estudiosos de estos temas, la política en la sociedad occidental ya no va a operar en los tradicionales términos de hace más de 20 décadas que identificaba el debate como la lucha entre la izquierda y la derecha, ya que el nuevo debate político estará planteado como la confrontación entre globalismo y patriotismo, y para ser más precisos nos atrevemos a describir ese debate como el enfrentamiento entre enemigos y defensores de la democracia.
La idea globalista surgió como un movimiento político, a principio de los años 90, luego de la caída del Muro de Berlín y del colapso de la Unión Soviética, con la propuesta de un gobierno único mundial con un nuevo concepto para la administración del planeta, sin fronteras y con valores distintos a los que configuran la cultura occidental. El proyecto nació de las secretas deliberaciones del llamado Club Bilderberg, selecto grupo de más de 140 miembros integrantes de la más encumbrada plutocracia del planeta y de representantes de la realeza de varios países, los cuales iniciaron desde 1954 un activo lobby mundial con objetivos de lograr, con una visión economicista, el control de los destinos del mundo.
Dos de los más destacados ideólogos de este grupo han sido Zbigniew Brzezinski, politólogo estadounidense de origen polaco y Consejero de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Cárter y Henry Kissinger, político estadounidense de origen jadeo alemán, Secretario de Estado de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford y considerado una de las más notables figuras políticas y diplomáticas con gran influencia global y miembro fundador del Club Bilderberg. Ambos contaron con el decidido soporte de David Rockefeller y la familia de banqueros Rothchail; a los que, posteriormente se incorporaron Bill Gates, George Soros, Warren Buffet y otros grandes magnates del capitalismo mundial y representantes de empresas como British Petroleum, American Express, Coca Cola, y de los grandes medios que mueven las comunicaciónes globales tales como CNN, Time, HBO, Warner Bross, NBC, 20th Century Fox y Wall Street Journal.
Cabe destacar que el movimiento globalista y grandes capitales de ONG como la Open Society de George Soros han penetrado importantes instituciones globales, entre ellas la ONU en la que esos grupos promotores del Globalismo contribuyen con casi el 40% del presupuesto de esa organización que, como se ha señalado, se ha convertido en el ministerio más grande del mundo. Igualmente el movimiento globalista opera paradójicamente con frecuencia penetrado por organizaciones anarquistas de extrema izquierda como ANTIFA y movimientos “antirracistas” como Black Lives Matter que han protagonizado disturbios y terrorismo en varias ciudades de Estados Unidos y de Europa, saqueos, confrontación con la policía, destrucción de estatuas y señalamientos en contra de instituciones de la cultura occidental. También se señala que gran parte de la izquierda comunista no ve un peligro en el globalismo sino una oportunidad en su lucha anti imperealista y búsqueda de una sociedad alternativa, más allá del Estado-nación y como una tercera etapa del comunismo, luego de su invención y de los dramáticos fracasos que culminaron en el colapso de la Unión Soviética.
Frente a las amenazas del Globalismo y sus encubiertos aliados extremistas, se impone la necesidad de promover la defensa de la democracia, de la libertad y demás valores de la cultura occidental como compromiso patriótico y nacionalista y no como monopolio de agrupaciones partidistas, con frecuencia enfrascadas en contiendas cortoplacistas y clentelares. Por lo que la defensa de la democracia y la libertad debe sustentarse en un profundo compromiso ciudadano que implica la construcción de ciudadanía, mediante un ambicioso programa pedagógico de educación en valores, en el que deben involucrarse todas las instituciones y factores sociales que soporta a los valores y principios referidos.