Justo por ese miedo a perder las elecciones nace su empeñó de sembrar obstáculos de toda naturaleza y su afán en propiciar un ambiente de desconfianza en torno a cualquier proceso electoral.
Esta estrategia de la dictadura es fruto directo de la derrota que le propinamos en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015.
A partir de entonces tomaron la decisión de hacer todo cuánto fuera posible para evitarse una nueva debacle electoral.
Por eso promovieron la elección de una Asamblea Nacional Constituyente en términos grotescamente fraudulentos. Adelantaron la elección presidencial para el 20 de mayo de 2018 inhabilitando (Capriles), encarcelando (Leopoldo) y presionando (Lorenzo Mendoza) a los posibles candidatos para desestimular la participación opositora. De igual modo, estimularon una candidatura (Falcón) fuera de la Unidad que les asegurase algo de legitimidad a ese burdo proceso.
Una treta conocida
La Alternativa Democrática siempre ha tenido pleno conocimiento de esta estrategia de la dictadura promotora de la abstención. La ha debatido, sabe sus intríngulis. No puede argumentar que no la conoce.
Sin embargo, desde el 2015 a la fecha la oposición nunca ha podido articular una respuesta política que le permita sobreponerse a todos los chantajes y manipulaciones del régimen en materia electoral.
Fue así como no pudo participar en la elección de la ANC, ni tampoco pudo resolver el tema de la candidatura presidencial en mayo del 2018 sintiéndose más cómoda en llamar a la abstención porque más pudieron los intereses particulares que acordarnos en torno a un candidato.
Hoy nos encontramos ante una nueva coyuntura electoral, las elecciones parlamentarias convocadas para el 6 de diciembre, en las mismas condiciones de desvarío, sin estrategia a seguir para dar respuesta a las argucias del régimen propiciando nuestra abstención.
Estamos a tiempo de enmendar
El tema de la participación electoral se ha planteado de manera errada frente a esta convocatoria. De nuevo, se ha presentado la decisión política al revés, cayendo justamente en la trampa que nos han tendido.
Se ha salido a exigir unas condiciones electorales que sabemos no serán concedidas, pues no les interesa la participación ciudadana mayoritaria, para buscar legitimarse con la participación de fuerzas minoritarias, algunas de ellas controladas directamente por el régimen.
Nuestro planteamiento es sacarle beneficio a la única arma que poseemos: el VOTO. Hoy es absolutamente claro que más del 80% de los venezolanos quiere ponerle fin a este desastre de modelo delictivo impuesto como forma de gobierno.
Si tomamos la decisión nuestra labor será más sencilla. Ya no es un problema construir una mayoría, pues ella existe. El trabajo se centraría en estimular y organizar la participación. La lucha por las condiciones electorales se haría desde el terreno de juego, no desde la tribuna. La pelea es montados en el ring no fuera del mismo.
El camino es aprovechar la rendija electoral abierta para ponerle el mundo chiquito al régimen, obligarlo una y otra vez a quedar en evidencia de que son ellos quienes no quieren que nosotros participemos porque los arrasaríamos.
Un anuncio de la Alternativa Democrática de participar provocaría pánico en la pandilla gobernante. Y sus abusos acentuarían sus contradicciones internas.
Estamos a tiempo de enmendar nuestro error, propiciemos una operación “Vuelvan caras” como Páez en “Las Queseras del Medio”.
Hagámoslo alrededor de una “Tarjeta Única o Unitaria” (es cosa de acordarnos en el concepto más conveniente) que llame a la participación electoral masiva para acorralar al régimen en el único terreno donde lo podemos vencer: las elecciones.
No quiero imaginarme la lloradera post 5 de enero si no lo hacemos.