Era un día normal de junio en el centro de rehabilitación de Nebraska, cuando Bev Boro, una ayudante de medicación, revisó su lista de pacientes, en la cual estaba escrito un nombre que le pareció familiar: Doris Crippen.
Por Infobae
“No paraba de decir: ‘Dios mío’”, comentó Boro, de 53 años. “Debe ser ella”.
Boro no había visto a su hermana mayor en más de 50 años, a pesar de que ambas se habían estado buscando por mucho tiempo. Sin embargo, el inicio del improbable reencuentro comenzó en mayo, cuando Crippen, de 73 años, fue diagnosticada con la COVID-19.
En un inicio, Doris pensó que tenía una gripe, por la cual pasó varios días en cama sintiéndose exhausta y enferma. “Me fui debilitando cada vez más”, narró, hasta que un día, mientras tomaba un vaso de agua en su departamento de Omaha, cayó de la cama y se sintió demasiado débil como para levantarse del suelo.
Crippen, quien vive sola, estuvo tumbada en el suelo sin poder hacer nada durante más de 24 horas antes de que su hijo la encontrara y la llevara rápidamente al hospital. Una radiografía reveló que se había roto el brazo. Además, una prueba mostró que había dado positivo a COVID-19.
Por ello, Crippen estuvo hospitalizada durante más de un mes en un hospital Nebraska, donde dijo que no estaba segura de si sobreviviría, pero lo hizo. Una vez que se recuperó, fue enviada a Dunklau Gardens, un centro de rehabilitación y residencia de ancianos en Fremont, Nebraska, asociado a la Methodist Fremont Health, en donde Boro había estado trabajando durante más de dos décadas.
Ninguna de las dos hermanas imaginó que se reencontrarían, y mucho menos en una situación como ésta.
Boro y Crippen comparten el mismo padre pero nacieron de madres diferentes, pues su padre se había casado tres veces y tenía 10 hijos. Crippen es la mayor y Boro la menor; la última vez que se vieron, la primera tenía 20 años.
Cuando Boro tenía menos de seis meses de edad, el estado de Nebraska consideró que sus padres no estaban en condiciones de cuidarla a ella y a sus tres hermanos, quienes posteriormente entraron en el sistema de acogida y fueron dados en adopción por separado.
Ambas mujeres crecieron en Nebraska y conocían sus nombres. Por ello pasaron años buscándose mutuamente, pero no habían tenido suerte hasta ahora. ”Cuando vi el nombre de Doris en la pizarra de pacientes, me puse muy nerviosa”, dijo Boro. “Mi corazón se aceleró”.
Bev Boro sabía que su hermana tenía problemas de audición, por lo que en uno de sus encuentros llevó una pequeña pizarra con ella, en donde escribió, con letras grandes y negritas, el nombre de su padre, Wendall Huffman. Inmediatamente, Crippen respondió: “Ese es mi padre”.
“Entonces me señalé a mí misma y dije: ‘Él también es mío’”, explicó Boro, quien también acunó sus brazos hacia atrás y adelante en un movimiento de balanceo para indicar que era su hermanita. “Luego le mostré mi placa con mi nombre.”
Con sus ojos ahogados en lágrimas, Crippen le dijo: “Tienes sus ojos”, refiriéndose a su padre ya fallecido. Las mujeres, tan sorprendidas como encantadas, se sentaron frente a frente sin decir nada. ”Nunca pensé que la encontraría”, relató Crippen. “No pude dormir esa noche; estaba tan feliz.”
A pesar del sufrimiento que Crippen ha soportado desde que contrajo la COVID-19, dijo que considera la caída, su diagnóstico y otras complicaciones de la enfermedad como “una bendición” porque la trajo a su familia. “Soy la persona más feliz del mundo. No puedo creer que finalmente haya encontrado a mi hermana”, expresó.
Desde que se reencontraron el 27 de junio, las mujeres han pasado tiempo juntas regularmente, compartiendo historias y recuperando el tiempo perdido. A lo largo de los años, Boro se ha conectado con cuatro de sus hermanos a través de Facebook y les ha presentado virtualmente a Crippen.
Si bien las mujeres no sabían nada de la otra cuando se reunieron, “tenemos una conexión muy profunda”, explicó Boro, quien también comentó que “esta experiencia ha cambiado mi vida”.
La reunión de las hermanas también ha traído la tan necesaria esperanza y alegría al personal del hospital durante lo que ha sido un periodo particularmente oscuro para los trabajadores de la salud. “Lloro cada vez que escucho la historia”, detalló Jayma Brown, directora de enfermería de Dunklau Gardens. “En el apogeo de la pandemia, es una historia increíble”.
Las hermanas ya han empezado a planear una reunión familiar y esperan conocer a los otros hermanos de los que también se separaron hace más de medio siglo. En este contexto, Boro, quien tiene tres hijos y cinco nietos, dijo que está deseando presentar a su hermana a su familia.
“Ya deseo conocer a los hijos y nietos de mi hermana”, contó Crippen, que tiene tres hijos y 16 nietos. Su nieta, Samantha Crippen, de 28 años, quien la había intentado ayudar a localizar a sus hermanos, dijo que está encantada con la noticia.
“Estoy muy emocionada”, relató Samantha, además de mostrar su entusiasmo por conectarse con nuevos miembros de su familia. “No podría estar más feliz por mi abuela. Ella se merece esto”.
Por su parte, la hija de Crippen, Lisa Crippen, 47 años, estuvo de acuerdo con lo mencionado por la joven y añadió: “Mamá ha estado rezando para conocer a sus hermanos durante tanto tiempo”, refirió.
“Es una locura cómo sin COVID-19, nunca se hubieran conocido”, agregó el hijo de Boro, Kevin Boro, de 32 años, quien ya entabló una conversación con Crippen a través de Facebook, en donde mencionaron que tienen la esperanza de conocerse.
A pesar de que el camino de Crippen para encontrar a Boro estuvo lleno de dolor, la sensación que ha experimentado ha valido todo ese sufrimiento. ”Esto de aquí?”, dijo agarrando la mano de su hermana, “esto lo compensa todo”.