Alfredo Maldonado: Vamos a ser comprensivos con Maduro

Alfredo Maldonado: Vamos a ser comprensivos con Maduro

Me preguntaba un amigo que vive en Suiza –en Ginebra para ser más exactos-que no es venezolano pero vivió en Venezuela varios años, que cómo va el país, y le respondí que como siempre, peor. Porque así estamos, sin rumbo claro, sin dinero, sin planes de desarrollo reales, sin salud y con un Gobierno y una oposición que hablan mucho y no hacen nada excepto insultarse mutuamente, como si la política fuera sólo objeciones y no soluciones.

Igual que buena parte del mundo estamos en cuarentena, obligados a nuestro pesar a quedarnos aburridos y hartos en nuestras casas, a ir a los empleos los que todavía los tienen si son empresas autorizadas y eso con las debidas previsiones y límites y, en general, ceñudos, estancados y más pobres, porque mientras se nos obstaculiza producir, los productos de cualquier tipo están cada día más caros y difíciles de comprar no con la prodigalidad de antes, sino siquiera lo suficiente.

Mientras en los denostados Estados Unidos, en los países también ahora denostados de la Unión Europea, y hasta una nación latinoamericana con serios problemas económicos como Argentina, los gobiernos se les ingenian y sacan dinero hasta de donde no tienen para ayudar económicamente al menos a sus ciudadanos menos favorecidos para comer y emprender.





En Venezuela el régimen no ayuda a nadie. Aparte, claro, del cada vez más reducido círculo de cómplices y negociadores de confianza, que además ya no saben a dónde ir con sus reales porque donde vayan están congelados o con riesgo de cárcel y, aunque se conviertan en los grandes inversionistas en un país sin mercado fuerte para comprar ni establecimiento jurídico para garantizar, de poco les vale el montón de dólares, y hasta los carros de lujo que compran se los decomisan los malvados americanos, y eso de llevarse los reales a Cuba es un riesgo excesivo ¿y quién va a jugarse su plata en Rusia, China o Corea del Norte?

Ahora bien, se pregunta uno, ¿es culpa de Nicolás Maduro? ¿Puede uno consolarse mentándole la madre que no tiene la culpa o tesponsabilizándolo de todo lo que pasa –y aún más de lo que no pasa- en la Venezuela que le dejó Hugo Chávez dicen que por instigación perversa de Fidel Castro? Uno podría preguntarse –igual que refunfuñan unos cuantos dentro y fuera del chavismo-por qué Maduro y no quien, al menos según los eternos analistas por qué Maduro y no Diosdado Cabello, que no sólo era, o parecía ser, el segundo detrás de Chávez, y quien ya había mostrado, o al menos eso parecía, habilidades gerenciales, escuché muchos comentarios positivos cuando estuvo en Conatel, mientras Maduro no mostraba nada –al menos en público- en esos mismos tiempos.

Ser Canciller no es mérito alguno cuando quien fija la política internacional es el propio Presidente, como hacía Chávez tras consultar con Fidel Castro y el Ministro de asuntos exteriores no pasa de simple recadero –no soy conocedor, hablo sólo por lo que oigo. Otros dicen que no fue así tan simple, que Diosdado ha sido más astuto y prefirió quedarse como segundo tras el trono, con las fuerzas políticas –el partido- y las militares de donde provenía. Él sabrá, quizás fue la salida que le dejaron tras bloquearlo en el poder ejecutivo, no sabría decirles si tiene ahora más poder que el que tendría en Miraflores.

Pero a lo que me refiero en general es que el Presidente actual podría haber sido nombrado por ser un obediente aparatchick del castrismo mientras Cabello tenía y tiene ideas propias. Y eso sin contar con otros chavistas que al menos parecían valiosos y mas o menos preparados.

Quiero aclarar que no tengo nada contra los choferes de autobús, hay que tener talento y habilidad para manejar esos enormes vehículos además cargados de pasajeros, e incluso cuando era niño nunca soñé con ser bombero ni mucho menos médico ni aviador, les confieso que fui siempre admirador y hasta niño envidioso de los conductores de autobuses. Si Maduro lo fue, o en cambio fue más un dirigente impuesto y reposero en el sindicato del Metro, la verdad ni lo sé ni me consta ni me lo ha contado algún testigo presencial, pero si conocí personalmente al menos dos choferes de autobús, uno de aquella Circunvalación N° 1 caraqueña de décadas atrás, y otro del autobús N° 2 del Colegio San Ignacio, pesado White complejo de manejar en las estrechas calles del centro de Caracas cuando salía de San Bernardino para llegar a la esquina de Mijares tras pasar frente –diario intercambio de invectivas- al colegio La Salle que después se mudó a La Colina de Las Palmas hacia arriba.

Que haya sido o no chofer de autobús para mi no cambia nada en lo que a Maduro se refiere. Pienso en cambio que el desastre lo sembró Hugo Chávez, a quien no lo devoró su propia revolución porque –según me dicen- no supieron curarle el cáncer que si no hubiera metido la mano Fidel Castro ya en plena decadencia gagá, se lo hubieran arreglado en Estados Unidos o Brasil. Aunque anoche me enteré de un amigo cubano a quien le están tratando un cáncer de colon en La Habana y asegura que está mejorando, ¡vaya usted a saber!

Pienso que también debemos ser algo más comprensivos con Nicolás Maduro, porque este desastre no lo forjó él sino Chávez. Sin duda no sabe cómo arreglarlo, pero sus días y sus decisiones deben ser muy difíciles de tomar y de evaluar, entre los embanderados del fracaso en Cuba y los comodines del despiporre y la incompetencia escogidos y nombrados para complacer a facciones internas.

Que parece que no las hay sólo en la oposición cuyos demasiados dirigentes las hacen públicas lavando los trapos sucios ante las cámaras de televisión, sino también en el régimen, que tiene sus lavadoras internas en mansiones, residencias y bunkers civiles y militares.

No basta con ordenar para mandar.