Como era de esperar, el comunicado de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) iba a traer polémica y discusión, en una situación pre-electoral, gravemente manipulada por el régimen en complicidad con sectores “acordados” con ellos, pero que insisten en denominarse opositores. La CEV llama a participar en el proceso electoral, lo cual luce razonable, a pesar de las “irregularidades” aunque insiste “en las condiciones mínimas”. Primera confusión ¿y si no hay condiciones mínimas exigidas por la oposición y países que los apoyan? ¿igual hay que participar?. Según el comunicado, da la impresión que la propuesta implicaría un SÍ-PARTICIPAR, con todo y las irregularidades, que no es poca cosa incumplir la Constitución y el marco legal de procesos electorales.
Una visión pragmática de la realidad, pero que profundiza la división opositora. Votar como sea y en las condiciones que sea no es fácil de aceptar para muchos que están convencidos que es hacerse cómplice de un fraude, ostensible y no disimulado. Muchos esperaban de la CEV, una propuesta más en la dirección de presionar al régimen para una apertura democrática, garantizando un proceso electoral más equilibrado y confiable. Un poco en la línea de la Asamblea Nacional y más coincidente con el reciente comunicado de las cúpulas empresariales, sobre la necesidad de acuerdos políticos para la recuperación económica y la transición democrática. La impresión que da el comunicado es de una ambigüedad-conciliadora de buena intención, pero que en la práctica fortalece la posición del régimen de forzar una elección muy manipulada y fraudulenta “como sea”. Además, sin querer, profundizan las divisiones opositoras. Creo que lo razonable, y en su perfil de Iglesia, hubiera sido mucho más útil y constructivo una declaración como la de Borell, en representación de la UE, de no mandar observación internacional si no se dan las garantías mínimas que pide la Asamblea Nacional.