Coincide el pensamiento histórico contemporáneo, en calificar el sistema soviético, como una mancha de aceite sangriento, que junto a la dictadura china y el resto satelital del comunismo, contaminaron el océano de la vida; allí se deriva la principal tragedia del mundo. Verdadera catástrofe.
La dominación comunista de medio planeta y sus monstruos intermitentes, como el estalinismo, las reacciones ideológicas como el fascismo y su herencia perniciosa, aún mantienen el globo en vigilia. Son páginas de terror.
El desastre humano causado por la revolución rusa fue una hecatombe en el pasado siglo. La paz se hizo esquiva y las reacciones fueron del mismo corte catastrófico. Los estudios históricos científicos han concluido con una cifra espectral del coste humano, herencia de la URSS: cien millones de personas.
La proporción de como una ideología política ha convertido la humanidad en un recinto de violencia, que ha originado episodios terribles, como los suscitados en China y en lo que se denomina el despotismo residual, con manifestaciones persistentes a esta fecha, en países como Corea del Norte, Bielorrusia, Irán, Cuba, Venezuela, Nicaragua.
Estas banderas de la violencia son izadas hoy, para perturbar los sistemas democráticos occidentales, y seguir generando violencia y muerte. Mientras el autoritarismo persista con sus miles de mascarillas por el cosmos, la paz se hace inalcanzable.
A pesar de las Pandemias que se sucedieron, con furia destemplada y virulenta, durante este período histórico, no hay cifra que se le acerque en costos de vidas humanas y destrucción social.
Todo este espectro totalitario ha mutado al narcotráfico y el terrorismo, con una estructura de carácter criminal sostenida desde Venezuela para el mundo. Las víctimas se cuentan día a día.