En agosto de 2018 el gobierno anuncio al país el “plan de recuperación, crecimiento y prosperidad económica”. Entre la esperanza de pocos y la incredulidad de muchos se esperaba que aquel intento en el plano económico fuera asertivo frente a la recesión que alcanzaba ya 5 años, la hiperinflación que llevaba 10 meses, el derrumbe operacional- financiero de PDVSA y la desnutrición y falta de medicamentos que laceraba la vida de los más pobres, niños y ancianos. Dos años más tarde el balance es desolador, el fracaso del supuesto “plan” no solo evidenció lo endeble de su rigor económico sino que el desenvolvimiento de la estructura económica-social reforzó la tragedia humanitaria que ya vivíamos.
Una Política Económica cuando es construida con solvencia profesional responde a los ciudadanos de cualquier país por tres metas obligantes: La tasa de crecimiento de la producción (PIB), el comportamiento del nivel de los precios y del empleo. Nada de esto se dijo, y fue así porque nunca pudieron comprender el carácter sistémico de lo económico. Creyeron resolverlo con anuncios pomposos, jugando con lo económico y la esperanza de un pueblo.
Al comunicar un nuevo sistema de precios y estabilidad de estos, “Plan 50”, se dijo que los salarios y los precios de los bienes y servicios, así como el tipo de cambio estarían anclados al petro; habían encontrado según el Presidente Maduro “la fórmula mágica económica, el cero mata cero”. Aquello no era viable porque su fundamentación está construida sobre bases fraudulentas. El Petro no tenía, ni tiene valor, no calificaba, ni califica como criptomoneda. La referencia o sustento en los yacimientos petroleros, hidrocarburos no extraídos, carecía de sentido económico y de mercado.
El Petro no es criptomoneda y no lo es porque no cumple el requisito de ser independiente del gobierno y descentralizada, además no se puede minar y no tiene la confianza del mercado, por tanto, no tiene ninguna utilidad en el mercado mundial de bienes o de activos financieros, nadie lo compra o lo vende. ¿Cómo lograría romper el bloqueo económico si no es aceptado como medio de pago internacionalmente? Ni remotamente se parece al Bitcoin, el Ethereum, el Ripple, el Litecoin, entre las más importantes criptomonedas del mundo.
El timo era mayor en lo referido a la política cambiaria, ya que, un anclaje fija el tipo de cambio con el respaldo de un nivel adecuado de reservas internacionales, vinculando la moneda nacional a una divisa importante o a una canasta de divisas de los principales socios comerciales y financieros.
La oferta de “el anclaje revaluador” al Petro fue argucia, no era política económica. Dos años después, la hiperinflación se acentuó, el salario real perdió más valor que en los últimos cuarenta años y el tipo de cambio, al momento de escribir, va por los 328.000 bs por dólar. La fábula de 60Bs/$ con la que comenzó esta historia quedo pulverizada por las fuerzas reales y monetarias del sistema económico y la impericia de los equipos económicos del gobierno.
De otra parte, el programa de “déficit fiscal cero” que suponía una especie de disciplina en el manejo del presupuesto ya que eliminaría “la emisión de dinero no orgánico”, terminó en un gran fiasco que ha acelerado la hiperinflación y, por tanto, literalmente la destrucción del salario real.
La explicación está en la política fiscal. El Banco Central de Venezuela continúo entregando al Poder Ejecutivo los bolívares electrónicos de la nada a un ritmo desbordante de la razón, sólo en 2018 la liquidez monetaria creció en más de 3.000%, en 2019 en más de 5.000%. Algunos incondicionales se atreven a vociferar que aquel crecimiento absurdo de los agregados monetarios no tiene impacto en la inflación. Solo como referencia sépase que la inflación moderada en Venezuela, en más de dos décadas, 1990 – 2012, se correspondió con un crecimiento de la liquidez en un promedio histórico anual de 22%.
Es así como una de las raíces del descalabro económico sembrada por el gobierno continúa: un manejo del presupuesto de la nación con total ausencia de profesionalismo y transparencia, a tal punto que los venezolanos no conocemos la ley de presupuesto de estos últimos tres años ni la programación financiera para manejo de déficit. El “déficit Fiscal cero” sigue en los alrededores de un inflacionario 20% del PIB.
En enero de este año 2020 Nicolás Maduro afirmó que “estamos a las puertas del crecimiento económico “. En rigor, no existe ninguna posibilidad de crecimiento del PIB en las actuales condiciones macroeconómicas y políticas. Un nuevo declive de la producción en 2020, por sexto año consecutivo, es inevitable desde la continuidad de las cada vez mayores restricciones externas financieras y comerciales, la prolongación del deterioro operacional y financiero de la industria petrolera, las debilidades del sector eléctrico, el racionamiento del combustible para el mercado interno, la hiperinflación con su efecto destructor del salario real, y por tanto del consumo, la inversión y el multiplicador del gasto público y, finalmente, la destrucción del crédito real al sector privado.
Ninguno de los disparadores o impulsores del PIB están en capacidad de hacerlo crecer. El actual gobierno no puede ni sabe cómo regresar a la senda del crecimiento y el progreso. La rimbombancia al anunciar en aquel agosto que habían encontrado una “ fórmula mágica económica “ no solo era un desprecio o ignorancia de la ciencia económica sino que concluyo reforzando la tragedia humana que lacera la vida de las grandes mayorías condenadas al subconsumo y la desnutrición.
En economía no hay milagros ni magia, hay hechos económicos. Quienes mal gobiernan no saben que no saben.