Después de casi dos meses sedado y conectado a vías intravenosas en la unidad de cuidados intensivos del hospital, Francisco España se tomó un momento para llenar sus castigados pulmones con el aire fresco de la playa de Barcelona. Tumbado en una camilla en el paseo marítimo y escoltado por un médico y tres enfermeras que vigilaban en todo momento sus signos vitales, España cerró brevemente los ojos y absorbió tanta luz de sol como pudo.
“Ha sido uno de los mejores días que recuerdo”, dijo.
Un equipo médico del Hospital del Mar está estudiando si salidas breves a la playa, justo al otro lado de la calle, pueden ayudar a los pacientes de covid-19 tras largas y en ocasiones traumáticas estancias en la unidad de cuidados intensivos (UCI).
La doctora Judith Marín explicó que forma parte de un programa para “humanizar” las UCI, con el que el grupo llevaba experimentando dos años antes de que el coronavirus llegara a España.
Los estrictos protocolos de aislamiento que han tenido que adoptarse desde mediados de marzo desbarataron meses de esfuerzos por integrar a los pacientes de UCI con profesionales del resto del hospital, explicó la doctora. En abril, el centro operaba con varias salas adicionales de UCI y amplió su capacidad normal, de 18 pacientes en cuidados intensivos a 67.