El sudafricano Xolani Radebe, un joven estudiante de ingeniería aeronáutica de la Universidad de Witwatersrand (Johannesburgo), ha diseñado un dron para ayudar en la detección de contagios de COVID-19, gracias a una cámara térmica que identifica a las personas con temperatura corporal alta.
Radebe, de 21 años y alumno en su tercer año de carrera, comenzó a trabajar en este proyecto tras detectarse el primer caso de COVID-19 en Sudáfrica, a comienzos de marzo.
“El modo más barato de hacerlo es cambiar la cámara (de un dron cualquiera), pero cuando nos pusimos a ello nos dimos cuenta de que el peso iba a ser demasiado y de que la geometría alteraba algunas cosas de las funciones del dron, así que dijimos ‘no, tenemos que cambiar el dron entero'”, contó hoy a Efe Radebe.
El funcionamiento, una vez hallado el diseño para que el dron funcione con la cámara térmica, es relativamente sencillo: el aparato puede volar en lugares abiertos con gran tráfico de gente y aislar a aquellas personas que tienen una temperatura alta.
Tras ser identificadas, esas personas pueden ser sometidas a pruebas para confirmar si tienen la enfermedad y limitar así la cadena de transmisión del coronavirus.
“Lo llamamos identificación, confirmación y aislamiento, porque la temperatura por si sola puede ser un factor no muy fiable”, precisa el joven.
UNA PROPUESTA PARA PAÍSES DONDE ES DIFÍCIL CONFINAR A LA GENTE
La idea se podría aplicar en calles transitadas o grandes eventos, pero busca, sobre todo, responder a las necesidades diferentes de países como Sudáfrica, donde en los barrios más vulnerables y populosos es muy complicado aplicar confinamientos totales o mantener la distancia social.
“Para mí, por ejemplo, de donde vengo, prácticamente teníamos que dejar la casa siempre todos los días, para comprar comida o el almuerzo. Así que pensaba en cómo crecí yo: no teníamos ni PlayStation, ni XBox, ni Nintendo ni nada de eso…Cuando jugábamos teníamos que salir a la calle”, reflexionó este joven emprendedor.
“Cuando implantaron el confinamiento, en esta clase de países casi del tercer mundo pero con reglas del primer mundo, pensé que en Sudáfrica vivimos muy juntos y que sí, podía funcionar durante una semana, pero el estilo de vida es diferente”, completó.
Radebe, que creció en el antiguo y humilde distrito de guetos para personas negras de Soweto (suroeste de Johannesburgo), trabaja sus diseños en la empresa aeronáutica que ha creado con otros cinco estudiantes: Rita Sibanyoni Aviation (RS Aviation).
Su interés por el mundo de la aviación apareció casi por casualidad, tras una visita a una exposición de defensa y aeronáutica en 2018, y le cambió la vida.
“Al principio yo solo estaba interesado en motores, pero lo hablé con mis amigos y me dijeron ‘empieza por lo pequeño, empieza a diseñar cosas fáciles de construir y con un mercado’. Así es como empecé con los drones”, explicó Radebe.
Con asesoramiento de expertos de la universidad, Radebe y el resto de compañeros de RS Aviation buscan ahora financiación para poner en marcha sus ideas.
Los componentes para fabricar los drones -especialmente los de tecnología más avanzada o las cámaras con sensores más sensibles incluso a gran altura- son caros y este estudiante llegó incluso a destinar el dinero de la ayuda para comida que recibía como universitario a invertir en materiales para trabajar.
Por ejemplo, el prototipo de dron con los componentes más recomendables para detectar la COVID-19 costaría cerca de 100.000 rands (algo más de 5.000 euros).
SUDÁFRICA, UNO DE LOS PAÍSES MÁS GOLPEADOS POR LA COVID-19
Los drones de ayuda contra la pandemia no son el único proyecto que tienen en cartera.
Estos estudiantes también tienen diseños para usar estos aparatos en tareas como asistencia para incendios, apoyo a la policía o rescate y salvamento de personas. “Buscamos dar soluciones a problemas sudafricanos”, detalla.
La preocupación internacional en estos últimos meses, sin embargo, era la COVID-19 y por ello fijaron su interés en este campo, mientras Sudáfrica se convertía en uno de los países más golpeados por la pandemia en todo el mundo.
En las semanas en las que atravesó sus máximos epidémicos (entre julio y agosto), no solo llegó a acumular más de la mitad de todos los contagios registrados en África, sino que se colocó como la quinta nación con más casos positivos del mundo.
Actualmente, la curva epidémica está en claro declive y, con 651.521 casos, 15.641 muertos y 583.126 personas dadas de alta, la tasa de recuperación del coronavirus en Sudáfrica ronda el 89,5 %.
No obstante, según el Ministerio de Salud, los primeros datos de los estudios de presencia de anticuerpos apuntan a que los contagios reales en Sudáfrica podrían ascender a 12 millones (un 20 % de la población), con un altísimo porcentaje de casos asintomáticos y no detectados.
EFE