Cientos de miles de hombres, mujeres y niños con problemas de salud mental viven encadenados en alrededor de 60 países, informó el martes Human Rights Watch.
Sin apoyo o sensibilización sobre salud mental, hay familias o instituciones que encadenan a las personas en contra de su voluntad, a menudo debido a que creen que su condición se debe a que están embrujadas, poseídas o han pecado, y las dejan comiendo, durmiendo, orinando y defecando en un espacio pequeño, dijo el organismo de derechos humanos en un informe.
De cara al Día Mundial de la Salud Mental el 10 de octubre, el informe documenta casi 800 entrevistas que describen cómo las personas con discapacidades psicosociales en países como China, Indonesia, Nigeria y México pueden vivir encadenadas durante años, atadas a árboles, encerradas en jaulas o en cobertizos para animales.
“Hemos visto la práctica del encadenamiento en diferentes religiones, estratos sociales, clases económicas, culturas y grupos étnicos. Es una práctica que se encuentra en todo el mundo”, dijo Kriti Sharma, investigadora principal sobre derechos de personas con discapacidad de Human Rights Watch, en una entrevista.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de China y el Ministerio de Salud de México no respondieron a los correos electrónicos en busca de comentarios. El portavoz del Ministerio de Salud de Nigeria sostuvo que los ministros no habían visto el informe y que se negaron a comentar.
El gobierno de Indonesia prohibió el encadenamiento de personas con problemas de salud mental en 2019 y presenta cargos judiciales contra quienes lo hacen, indicó Harry Hikmat, un funcionario de alto rango del Ministerio de Asuntos Sociales.
El año pasado, las redadas de las autoridades de Nigeria a centros de rehabilitación islámicos hicieron noticia a nivel mundial después de que niños y hombres revelaron que eran encadenados y sufrían golpizas y abusos sexuales.
En centros estatales y privados y en instituciones tradicionales y religiosas de todo el mundo, los encargados le niegan alimentos a las personas, les obligan a tomar medicamentos y les aplican violencia física y sexual, acusó Human Rights Watch.
Estos servicios pueden ser “negocios muy rentables”, afirmó Sharma.
El organismo dijo que las familias a menudo encadenan a sus seres queridos por temor a que escapen y se lastimen a sí mismos o a otros.
“Me quedo en una habitación pequeña con siete hombres”, relató un hombre keniano llamado Paul a Human Rights Watch. “No me permiten usar ropa, sólo ropa interior. Como avena cocida por la mañana y, si tengo suerte, encuentro pan por la noche (…) He estado encadenado durante cinco años”.
Reuters